Si Xavier Cugat se casó a la edad temprana de 18 años, también fue temprano su divorcio, pasados menos de 24 meses. No hace falta entrar en detalles de las motivaciones que llevaron a la pareja a tomar tal decisión. Obviamente el matrimonio, para resumir, obstaculizaba la carrera de ambos. Uno de los dos debía seguir al otro, y ninguno estaba dispuest@ a convertirse en perrito faldero. Curiosamente, un perrito chihuahua se convertiría en el símbolo de Cugie, pero muchos años después.

Cugat se relacionó ya bien pronto con los artistas de Los Ángeles y Nueva York. Durante la década de los años 20 consiguió fama y dinero. Con Rodolfo Valentino como padrino y amigo, no le faltó trabajo, y en 1921 ya formó una banda, con «los Gigolós», capaces de interpretar cualquier estilo. La sala de fiestas más de moda, el Cocoanut Grove, sería su tubo de ensayo para producir las primeras combinaciones musicales, incorporando poco a poco la música caribeña que le llegaba de Cuba, destacando la rumba y repertorios sobre todo de su amigo Lecuona, quien ganó fama como compositor y sustanciosos beneficios. El ambiente musical que producía en la sala fue de lo más impactante en la época, así que comenzaron a lloverle contratos desde las más importantes ciudades estadounidenses.

Pasó dicha década de gira en gira, con la ciudad de Chicago como «punto medio» entre las costas Atlántica y el Pacífico. La anécdota más comentada por Cugat sería la de sus actuaciones en el local de Al Capone, que tenía su misma edad. Actuó casi siempre en el Hotel Lexington, su cuartel general, y le pagaba los sábados tras su actuación. La década estuvo señalada por la «ley seca», de forma que sería imposible conocer quién estaría libre de delito en esa etapa convulsa estadounidense.

Otro gánster amigo suyo y protector, pues era uno de los más peligrosos de la mafia judía neoyorquina en Los Ángeles, fue Bugsy Siegel, el creador de Las Vegas, con el que compartió amantes y luego colaboró en sus locales, como el Flamingo (en 1946, con su espectáculo musical). Nadie se libró de las extorsiones de aquel mafioso, ni siquiera el negocio del Cine, de manera que tenerlo de amigo fue acertado para Cugie. Tener esa amistad significaba relacionarse también con George Raft, Clark Gable (al que apreciaba mucho), Gary Cooper y Cary Grant. Una de las divas del momento, diva mafiosa, Virginia Hill, que tenía 17 años cuando la conoció en 1933, también sería gran amiga, la que fuese amante de Siegel, Lucky Luciano, Frank Costello, Joe Adonis y los capos más relevantes del país. ¿Fue amante también de Cugat? “¿Quí lo sa?”. El hecho es que montaba las fiestas en la propia casa de Virginia. Lo raro sería que no llorara sus penas y borracheras en la alcoba junto a él.

Por esa época conocería a Frank Sinatra, al que le dio su primera oportunidad discográfica, como hizo antes con el gran Bing Crosby, rivales en el estrellato. También presenció los encumbramientos escénicos de Tony Curtis y Fred Astaire, que sería el primero en llamarle “Cugie”, pero no vayamos tan rápido pues ya nos pasamos a los 50.

Conocer la lista de amantes de Cugie en aquella década de los 20 puede resultar imposible, pero sabemos que en 1927 lo deslumbró una doble de la actriz Dolores del Río, una mexicana llamada Carmen Castillo, con una belleza que quitaba el sentido. Por esas fechas asegura que grabó por primera vez en la Historia Cine Sonoro. Si en la Casa Blanca se desclasificó una proyección con la primera escena en cine sonoro, protagonizada por Concha Piquer registrada el mismo año, a la fuerza ambos personajes se conocieron en Hollywood o en Nueva York. Al poco incorporaba a Carmen en su orquesta como vocalista y en nada se casarían, a finales de 1928 (otras fuentes hablan de 1929).

Entramos en los años 30 y Cugat atesoraba ya una considerable fortuna. “Coleccionaba dinero” solía decir. Se estableció permanentemente en el Waldorf Astoria, aunque salía de gira pero no tan a menudo. Continuó su costumbre de ocupar una mesa en la sala donde actuaba, y allí se sentaban los personajes célebres y las muchachas más hermosas. Si en un principio enamoraba a todos con su “tico-tico” y sobre todo con “La Cucaracha”, un éxito a nivel mundial, después los embelesaba con su arte de la Caricatura, manteniendo siempre a sus acompañantes muy entretenidos. Así que no era raro que todos lo invitasen a sus fiestas, pero para organizarlas. De vez en cuando llamaba a su amigo Dalí, cuando la fiesta le venía cerca, pues no solía viajar ni alternar, pero era muy peligroso por sus excentricidades.

En 1933 una sobrina política le presentó a Margarita Cansino, una bailarina del Ballet Español de Nueva York, hija de español, que exhibía un cuerpo espectacular y gran belleza, y que por entonces tenía quince años. Cugie la frecuentó por un tiempo y él mismo cuenta que la convenció para cambiar su nombre artístico por el de Rita Hayworth. Pero Carmen solía espantar rápido a las muchachas que se acercaban a su marido, que no eran pocas. Dos años después Rita debutaría en el Cine con su nuevo nombre.

De nuevo una cantante hizo tambalear su matrimonio. Aunque fue por imposición de la directiva del Waldorf Astoria, la voz y presencia de Lina Romay obligó a que fuese sustituida su propia esposa, que no agradaba.

Cugie estuvo casado con Carmen Castillo más de una década, a pesar de que era consciente de que la engañaba incluso con Lina. En 1930 había participado ya en varios cortos como actor y le picó el gusanillo del Cine. Produjo varios cortometrajes y películas hasta 1933, siempre en español. Conoció y dirigió a actores como Delia Magaña y Paul Ellis. Años más tarde produciría algunas en inglés, como “Let´s go Latin” en 1937. Todos coinciden en que su contribución al mundo del Cine y a los musicales en concreto, llegaría en los 40s, con Esther Williams y su “Escuela de Sirenas” (1944), acompañada por Ricardo Montalbán y Jimmy Durante, y “La hija de Neptuno”, también con Montalbán y con Red Skelton. A principios de los 40 conoció también a la actriz, entonces modelo, Lana Turner y dijo en varias entrevistas que “estuvo a punto de pedirle matrimonio”.

Hubo algunos elementos en su orquesta que la hicieron única e imitada desde su primer éxito en Estados Unidos. El violín y el piano quizás ya se combinaron antes, pero unirlos a la percusión manual, es decir bongos, congas y sobre todo las maracas, e instrumentos de viento, como el clarinete, trompeta, trombón y saxo, todo junto, sería Xavier Cugat el pionero, con una acertada forma de dirigir cada composición, otorgando protagonismo a la voz cantante o a un instrumento determinado, pudiendo ser su propio violín o cualquier otro. Así comenzaron en el mundo profesional muchos artistas e intérpretes luego famosos, como Woody Allen en los 50, que tocó el clarinete en la orquesta de Cugat durante un breve tiempo, y que desarrolla su faceta musical casi en el anonimato (ofrece algunos conciertos en España desde hace unos años). Bien es cierto, Cugat incluyó a Allen por su gracia en contar chistes y no tanto por su virtuosismo, chistes que contaba en Las Vegas a los mafiosos, como relleno en los espectáculos.

Los arreglos de temas musicales populares dieron fama a canciones que habrían pasado desapercibidas. La lista sería interminable, pero de las más famosas fueron: “Bésame mucho”, “El Manisero”, “Copacabana”, “Frenesí”, “Mama Inés”, “Brasil”, incluso “María de la O” o “Malagueña”, un extenso repertorio que luego cantaban intérpretes, aprovechando la calidad orquestal adquirida y difundida en la Radio principalmente. Los más grandes de la Samba brasileña admitieron y admiten que, sin Cugat, la Samba nunca hubiese llegado a tal punto de popularidad. Pero si era conocido por algún estilo, fue por la Rumba y el Mambo. The king of the Rumba, o «The Rumba´s King» era su título artístico.

En 1942 Carmen Castillo regresa a México cansada de la vida con Xavier y de sus infidelidades. La aparición de otra solista, Lorraine Allen, precipitó la escapada. El divorcio se alargaría varios años, durante los que Cugie “prometió boda” pero no podía hasta su separación legal. Era una situación que le venía muy bien para “probar” muchachas nuevas para sus espectáculos. Para Xavier, Lorraine “fue la más bella de sus esposas”. Se casó con ella en 1947 y su relación fue tormentosa desde el primer día, así que duró apenas 3 años. Mientras tanto se veía con una chiquilla de quince años llamada Abbe Lane desde un año antes.

Con la joven y radiante Abbe Lane se casó en 1952, cuando ella todavía no había cumplido los 20 años y él tenía 52, y quizás fue con la que más tiempo compartió de todas las esposas, con giras interminables por todo el mundo. Duró una docena de años con ella, porque bajó el ritmo, pero no podía negar el espíritu mujeriego con el que fue dotado. Dijo que su mayor afición fue coleccionar dinero, pero creo que sería más acertado decir que «coleccionaba mujeres».

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