Cualquiera que lea la vida y hechos de Xavier Cugat, primeramente no se lo creerá, pues parece una vida de película y de las de ficción, y luego nos cuenta claramente el papel y la repercusión que tuvo la música y la cultura española en el mundo, pero que nadie reconoce.

Por eso, voy a permitirme una perspectiva distinta para conocer a este impresionante personaje, quizás el más influyente para la música del siglo XX. Por ejemplo, no se entiende el siglo XX sin la música caribeña y sus espectáculos; no se entiende la Historia del Cine Sonoro sin la contribución de los musicales de Hollywood; y todo esto tuvo un nombre propio, que no es otro que Xavier Cugat (Cugy), imprescindible para describir la cultura musical y el arte de los años 1940s (al menos, pues podría abarcar parte de los 30s y 50s e incluso 60s) por todo el mundo.

Debemos remontarnos al siglo XVII para comprender la evolución de la música popular (Pop) en el mundo. Ésta tuvo un origen claro, cual fue la guitarra española, que venía acompañada de las primeras coplillas y tonadillas derivadas de la primitiva Jota Aragonesa (más de 1000 años de antigüedad), madre de toda la música europea y luego mundial tras evolucionar. La percusión por si sola no tuvo nunca protagonismo, más que para los esclavos negros que llegaron a las Américas. Sería con la introducción de la guitarra y las melodías europeas, fusionadas con la percusión afroamericana (pero también nativa y europea), las herramientas que dieron forma a las variantes y riqueza musical del entorno caribeño. Aunque los irlandeses adaptaron melodías  en lengua inglesa al sur de los Estados Unidos, por el siglo XIX, la música Country no es más que música española cantada en inglés (a veces en gaélico). Si escuchamos cualquier tema tocado con guitarra eléctrica en una guitarra clásica, nos daremos cuenta inmediatamente del dato. Lo mismo ocurrió con el Jazz, pues se fusionaron primero la percusión y la guitarra española para añadirle consecutivamente piano e instrumentos de viento. Pero su evolución se volvió más compleja.

Así tenemos que a finales del siglo XIX se configuraron en América los estilos que luego repercutieron a nivel mundial, tras un largo periodo de más de un siglo con modestos artistas, casi anónimos, componiendo música “sencilla” en diversos estilos. En dicha época fueron las guerras continuadas por los cuatro puntos cardinales, el método de difusión de la música popular. Aunque ya en el siglo XVII los españoles mostraron a chinos y japoneses un largo repertorio musical tocado a guitarra, a finales del XIX gustaron y arraigaron más, sobre todo con la aparición de artistas filipinos itinerantes que viajaron en tours por todo el Extremo Oriente. Con su música llevaron conceptos europeos tan dispares como la  Música Clásica y la Democracia.

En paralelo los europeos gustaban de escuchar en sus espectáculos otro tipo de música, la considerada “Clásica”, mucho más costosa de producir pues se requería de una gran orquesta y de un repertorio de artistas y cantantes considerable. Esta música no estaba al alcance de cualquier bolsillo, ni para producirla ni para escucharla, aunque en este último caso, el gramófono la hizo más asequible a todos los oídos, pero ya en los albores del siglo XX. De manera que podemos asegurar que surgió un fenómeno en un momento dado que “reunió” tanto la música clásica como la popular en un mismo lugar, fusionando ambas corrientes y asequible para cualquier bolsillo. Sería muy difícil determinar qué artista sería el pionero, pero sí podemos asegurar que Xavier Cugat fue el primero en “tocar” para todos los públicos y edades, con una fórmula orquestal que gustó en todo el planeta. Primero la Radio, luego el Cine y, por fin la Televisión, serían los medios que convirtieron la música más sofisticada (por su complejidad), en lo más conocido y bailado. Xavier aseguró en una entrevista que fue el primero en tocar en directo para la Radio su violín.

Xavier Cugat nació en Gerona un 1 de enero de 1900, una fecha más que significativa, pues entraba en la vida con el siglo XX. Sin problema, podemos situar a la familia de Cugat en el siglo XVII, cuando los españoles llevaron consigo sus canciones. Una diferencia estribaba en el tiempo del viaje. Se ahorraba más de dos meses gracias a las modernas embarcaciones y equipamientos. La familia de Cugat viajó al Caribe como escala, pues se dirigían a Nueva York, cuando solamente tenía 5 años de edad Xavier, llegando a Cuba en 1905. En una entrevista dijo que, llegados a la isla, en poco tiempo un vecino valenciano le regaló un pequeño violín. Les pareció muy extraño considerar Cuba como otro país distinto, al que los españoles debían ahora exhibir un visado después de cuatrocientos años siendo parte de la misma nación. Esa fue la segunda diferencia con respecto al siglo XVII. Pero no cambiaba lo demás: seguía siendo La Habana una gran capital cosmopolita, donde el ambiente era cálido y la música caribeña se escuchaba por cada plaza y rincón de la ciudad. Les gustó tanto, se sentían tan en casa, que decidieron quedarse.

Me hace mucha gracia ver esas recurrentes listas a “mejores músicos de todos los tiempos” que proliferan todos los años, cuando en ellas solamente aparecen artistas de lengua anglosajona. Bueno, hacen lo mismo con sus deportes, que los titulan “Campeonatos del Mundo”, como la NBA, pero luego quedan en cuarto lugar en un Mundial FIBA. En dichas listas, incluso preguntando al chat GPT, incluyen a Mozart, Beethoven o Bach, cuando fueron músicos que solamente se escucharon por las clases altas de la sociedad. Nunca fueron populares hasta la llegada de la Radio y de los formatos reproducibles. Son detalles que son muy importantes como para ser obviados. La música popular, incluso para la cultura anglosajona en América, fue la hispánica. Pero se olvidan tres siglos para dar la lista de los últimos sesenta o setenta años, considerándolos erróneamente como “de todos los tiempos”. Si escuchamos con atención la música en “Los Siete Samurais” de Akiro Kurosawa, entre los gongs orientales y los rasgueos de shamisen, aparece en numerosas ocasiones un pasodoble festero de los Moros y Cristianos alicantinos (compuesta en el XIX), porque en 1950 la cultura musical popular en el mundo estaba bien definida, con origen también hispánico.

De manera que Cugat desembarcó siendo muy pequeño al son de la música que se escuchaba en toda América. En La Habana se escuchaba ya la rumba, la ranchera (mejicana y colombiana) y todos los estilos adaptados a su tiempo, incluido el tango y la nueva copla. Cugat nunca olvidó su base rítmica popular, a pesar de que se educó en la música clásica. De hecho, se retroalimentó de ambos mundos para organizar un nuevo concepto musical.

De bien pequeño cambió su violín de juguete por otro estándar, así que entró en el Conservatorio (ahora Teatro Nacional) de La Habana como virtuoso del instrumento, teniendo tiempo incluso para aprender piano y otros instrumentos distintos. Para colmo, también poseía un talento innato para el dibujo, quizás animado por su hermano mayor Francis, que años más tarde realizaría portadas para el Cine en Estados Unidos, como El Gran Gatsby (1925). Xavier con 12 años manejaba el violín con maestría, y ya tocaba como Primer Violín en la Orquesta Sinfónica de La Habana. En su ciudad conocería a su primer famoso universal, al gran Caruso, al que le dibujó una acertada caricatura. Quedó tan sorprendido por el virtuoso sonar de su violín y del talento por el dibujo, que le animó a viajar a Nueva York, donde encontraría sin duda el éxito. Así que a esa temprana edad, se trasladó a Nueva York para buscarse la vida. Curioso dato, pues un tal Jaime Partagás, también catalán, levantó su imperio del tabaco en Cuba a esa temprana edad, aunque medio siglo antes.

Hasta encontrar los primeros contactos en la Gran Manzana, tuvo que tocar en la calle por limosnas. Gastado su poco dinero terminaría en Central Park, donde “residió” tres días durmiendo en un banco y alimentado por un policía portorriqueño que se hizo su amigo. En Nueva York, más del 60 % de sus residentes tenían como lengua materna el español, pero según dijo el portorriqueño, si quería llegar al bolsillo de los ricos, debía dominar el inglés. Y así lo hizo Xavier. En su juventud conoció a numerosos personajes que luego fueron figuras mundiales. Entrado en el círculo de artistas, gracias a un pianista y varios concertistas españoles, comenzó a tocar en salas y teatros más importantes. De Nueva York pasó a realizar giras por Europa y, en pocos años se labró una reputación como concertista virtuoso. Hasta estudió en Berlín. Mientras, su familia regresó a Cataluña.

Uno de sus conocidos de renombre sería Chaplin, pero más tarde, pues coincidían tanto en Nueva York como en Los Ángeles a menudo. Mientras, formó parte de un grupo de músicos entre 1915 y 1918. En éste inició sus primeras ideas para espectáculos “diferentes”, interpretando piezas de distintos estilos. Lo más demandado eran sus “tangos”, muy de moda en aquellos inicios de siglo. Pero eran excepciones, ya que todos pertenecían a la esfera de la Música Clásica y eran excelentes concertistas, a los que no les interesaba la música popular. A la vez comenzó su faceta de caricaturista entre shows, lo que le brindó más popularidad y dinero, ya que periódicos como Los Angeles Times, comenzaron a publicar algunas tiras cómicas que realizaba con mucho arte, pero eso sería más tarde, desde 1918.

También durante esa época conoció a la artista cubana Rita Montaner en uno de sus numerosos viajes a La Habana para ver a la familia. De la misma edad, aunque ella con unos meses más, conectaron al instante. Frecuentó el Teatro Nacional Cubano y se relacionó con compositores como Grenet (pretendiente de la Montaner) o Ernesto Lecuona y otros conocidos de su etapa estudiantil. Con este último mantendría una relación de por vida, una relación que supondría el colofón a las aspiraciones de ambos. Cugat se comprometió a “explotar” su posición en Nueva York, el escaparate mundial de la cultura por entonces, y les resultó así más fácil a los cubanos que lo conocieron dar el salto artístico (dentro de sus posibilidades) a la Gran Manzana.

La táctica de “prometer el oro y el moro”, de ilusionar a sus amigas con el éxito en Broadway y en el Cine, siempre le salió bien, así que con 18 años se casó con la Montaner, y utilizó con sus cuatro esposas siguientes la misma estrategia. Pero no hay que perder algo de vista: esa era la manera más utilizada por casi todos los hombres para “engatusar” a las mujeres, con la diferencia de que no todos tenían el arte ni las posibilidades reales de Cugat. Rita Montaner alcanzó gran fama a finales de la década de los años 1920s y los 1930s, cantando temas como el “manisero” (que superó el millón de copias vendidas) o “Ay Mama Inés”, muy escuchados en España durante décadas. Los Temas procedían la mayoría de la zarzuela cubana compuestos por Grenet, Lecuona o Simons (compositor de “El manisero” y “Guantanamera” entre otros).

Pero en vez de volver a Nueva York, en 1918 viaja a Los Ángeles con intención de “buscar suerte” en Hollywood, curiosamente por el interés por sus caricaturas más que por la música. Cada noche tocará el violín en el Cine Payret, para amenizar las películas mudas. Allí conoció a Charlie Chaplin y más tarde a Rodolfo Valentino. Realmente conoció a todos los artistas del mundillo, pero destaco a estos dos por la repercusión mundial que tuvo su contribución.

Chaplin comprobó que la música se había convertido en un elemento imprescindible, a la altura misma de una buena interpretación. Con Cugat “armaban” una estructura musical para cada proyección, casi siempre al piano. En la primera época fue un trabajo de posproducción casi improvisado, pero se fueron incluyendo otros instrumentos. El violín “fue cosa de Cugy” dijo en numerosas ocasiones Xavier. Por ejemplo, en la película “Luces de la Ciudad” (1931), Xavier Cugat ayudó en los arreglos musicales incluyendo un fragmento de “La Violetera”, con un éxito rotundo. También aseguró que la primera grabación en cine sonoro sincronizado de la historia fue su violín en 1927.

Con Rodolfo Valentino tuvo una relación muy estrecha. Sus fiestas eran sonadas en toda California. No sólo interpretó sobre todo tangos al violín, sino que salió el propio Xavier en varias películas tocando el instrumento, aunque la más famosa de sus apariciones sería en “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” (1921). Fue Valentino quien intervino para que actuara con su recién banda formada “Cugat y sus gigolós” en la famosa sala Cocoanut Grove.

Xavier Cugat comenzó a labrarse un nombre de muy joven, y de muy joven comenzaría a verse con otras mujeres, lo que precipitó su separación con Rita Montaner. Ésta no entendía que teniéndola a ella (en todos los sentidos), tuviese que emplear a otras voces femeninas ni “probarlas” para espectáculos como simples coristas, cuando las interpretaciones podían prescindir perfectamente de acompañamientos corales. Pero Xavier “tenía un plan” con respecto a las mujeres que seguiría durante toda su vida. Siempre tendría un hueco para la atención de cualquier jovencita con talento (vocal o corporal para el baile). Tras pasados apenas dos años de matrimonio, Xavier se separó definitivamente de Rita en 1920. A partir de entonces, la colección de amantes sería digna para una investigación a nivel mundial, porque toda chica que probaba en Hollywood “conoció” a Xavier Cugat, la mayoría con la interpretación bíblica del verbo conocer.

Y era porque su estrategia era infalible, llevaba memorizadas sus frases en casi todos los idiomas. Les prometía el estrellato mundial y se las llevaba al huerto. Una táctica que siguen realizando muchos actualmente, tanto mujeres como hombres, pero en aquella época, con discreción, no significaba nada reprochable. En su juventud, Xavier era bastante bien parecido y elegante, así que no le costaba estar siempre rodeado de actrices y cantantes, y le encantaba, pero cuando perdió sus rasgos aniñados para convertirse en adulto, su rostro acentuó nariz y mueca facial. Así que llegados casi a la treintena, comenzó a notar que algunas chicas se le resistían. Cuando conoció a la mexicana Carmen Castillo, bella, despampanante, apostó su vida para no perderla. De modo que le prometió matrimonio, y con ella se casó en 1928. Durante un tiempo se dedicó a ella en exclusiva, pero era cuestión de tiempo que regresase al escenario su versión de Casanova empedernido.

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