Para comprender la verdadera dimensión musical de Raphael, no solamente debemos “viajar en el tiempo” casi seis décadas, sino explorar el panorama musical actual y estudiar el fenómeno de “renacimiento” de su estilo en el ámbito hispanoamericano, para reconocer el interés y la remasterización de todos sus trabajos antiguos y modernos, un interés que ningún otro artista solista en el mundo ha experimentado con tanta fuerza.

Miguel Rafael Martos Sánchez, conocido artísticamente como “Raphael”, nació en Linares el 5 de Mayo de 1943. Cumplidos los 80 años, todavía sigue en activo y llenando los recintos donde actúa. Decir que “ha cantado para el público toda su vida” no resulta descabellado, ya que lo hace desde que entrelazó sus primeras frases. Con tres años de edad, ya instalada su familia en Madrid, cantaba en distintos espectáculos, casi siempre parroquiales, siendo conocido como “Er Niño de Linares”. Hasta formó parte de un coro infantil exitoso. Baste decir de esa, su primera época, que con nueve años ganó el Festival de Salzburgo a la “Mejor Voz Infantil de Europa”.

Raphael perfiló su estilo en la década de los 1950s, un estilo genuino bastante apartado de los estándares de la balada romántica de la época. De hecho, su estilo y marketing (la forma de explotar voz e imagen) fue pionera. Aunque no se dice en su biografía, resulta obvia la influencia musical y de voz de Luis Mariano (1914-1970) y de José Guardiola (1930-2012). Del primero se quedó con su amaneramiento gestual y juego de timbres, siendo Luis uno de los mejores tenores de todos los tiempos. Y de José Guardiola su temperamento musical para la balada. Ambos autores destacaron en la década de 1950s, ya como cantantes consagrados, época cuando Raphael se perfilaba. Aunque le encantaba escuchar también a Adriano Celentano, a Elvis, los folklóricos de la época y a los americanos Pedro Infante y a Gardel, aportando todos ellos alguna característica en su estilo. De hecho, durante su carrera interpretó todos los estilos de estos grandes de la Canción.

Hay que ser sinceros, el estilo Raphael sufrió bastante repulsa por el sexo masculino, del mismo modo que lo sufrió Luis Mariano, por considerarse un estilo “homosexual” o demasiado femenino para los estándares aceptados en la sociedad. De modo que uno y otro triunfaron entre el sexo femenino y muy poco entre el masculino (aunque fueron muy admirados por los aficionados y profesionales de la Música de calidad).

Luis Mariano-Violetas Imperiales

Con 16 años firmó con la discográfica Philips Records. En esas fechas se dio cuenta de que el fonema “fa” era más internacional escrito como “pha”, más “chic” y transgresor, de manera que a dicha edad se le ocurrió su nombre artístico. Sus primeros trabajos no obtuvieron demasiada relevancia en ventas. Sería en la década de 1960s cuando comenzaría su escalada a la fama. Como a otros famosos cantantes españoles, su concurso en el Festival de Benidorm le supuso un grandísimo impulso para su carrera. Con el tema “Llevan” ganó la edición de 1962 que conllevaba un premio en metálico de 500.000 pesetas de la época (más o menos unos 40.000 euros actuales). Además le permitió una gran “visibilidad” en Radio y Televisión.

Resulta curioso que en No-Do se diga que tenía 17 años cuando realmente eran 19 (ya se quitaban años los artistas a tan temprana edad). Enseguida firmó un contrato con la discográfica Hispavox tras rescindir con Barclay. Más tarde conoció al arreglista musical Waldo de los Ríos y al compositor y cantante Manuel Alejandro, ambos piezas fundamentales para el éxito posterior de Raphael. En 1965 se le ocurrió una nueva forma de espectáculo: los conciertos en directo y en solitario frente a un público sentado, algo impensable en la época, donde los cantantes solistas de la música pop actuaban en festivales con otros grupos o solistas, mayormente para un público dispuesto al baile (agarrado para las baladas románticas). Ese primer escenario fue el Teatro de la Zarzuela de Madrid. En aquella ocasión presentó su primer álbum, donde destaca un tema “impuesto por el régimen”, pues era corriente incluir un villancico para contentar a la Censura. Curiosamente, “La canción del tamborilero” (versión castellana del famoso villancico checo de 1941 y que pasó a la fama tras el arreglo para el inglés por la pianista Kathe K. Davis), se ha convertido en uno de los éxitos más sonados de ese primer álbum y de la carrera de Raphael, incluido en el repertorio navideño de millones de hispanoamericanos hasta el día de hoy.

Un año después representó a España en el Festival de Eurovisión. Consiguió una modesta 7ª posición en Luxemburgo. Al año siguiente participó en el celebrado en Viena, consiguiendo la 6ª, pero pocos concursantes (ninguno que conste), llenarían el Olympia de París para un público entregado durante más de tres horas. Eso fue en Octubre de 1967. Durante esos dos años de concurso en Eurovisión los pasó de gira “mundial”, a la que se aficionaría desde entonces. Viajó por Europa, Estados Unidos, América Latina, Japón y la “impenetrada” Unión Soviética, algo que hizo en 1971, siendo el primer artista occidental en cruzar el Telón de Acero. Pero esa historia merece más detalles que os contaré a continuación. Por esos años, en 1972, se casó con Natalia Figueroa, el único amor de su vida, con la que tiene tres hijos.

Eurovisión 1966-Yo soy aquél

Los contratos le llovieron a Raphael de todos los ámbitos artísticos. Entre los álbumes editados entre 1966 y 1968 se incluyeron sus películas “Al ponerse el sol” y “Digan lo que digan”. En un intercambio cultural entre los ministerios de Rusia y España, se entregó a los rusos algunas películas, entre las que destacó «Digan lo que digan”, que se dobló al ruso, fraguándose en este país un fenómeno desconocido para esa cultura hermética desde la implantación del Comunismo. Si en España alcanzó el éxito con 2,5 millones de espectadores, una cifra récord para la época, en Rusia más de 40 millones pasaron por taquilla, algo insólito y verdaderamente curioso.

Luego editaría 5 álbumes más hasta 1971. Sus temas más aclamados serían por entonces, además de los comentados, «Cuando tú no estás», «Mi gran noche», «Tema de amor», «Cierro mis ojos» y «Balada de la trompeta». Mi abuela, que pasaba largas temporadas con su hermana en Nueva York, asistió en 1969 junto a casi 50.000 espectadores, al Madison Square Garden para escucharlo. Nacida en 1899, asistió por insistencia de mi tía Teresa, ya que sus gustos musicales eran decimonónicos, pero me contó que la experiencia fue más impactante que el despegue del Apolo XI a la luna, de la que también fue testigo. Por esas fechas, Raphael empezó a añadir algunos temas en otros idiomas, dependiendo del país donde actuara. Nueva York fue siempre un destino para sus giras, la última fue en el propio Garden en 2022.

Pero mientras se acrecentaba su fama por los cinco continentes, había un inmenso país, el más grande del mundo, donde el fenómeno superó a todos los artistas conocidos. La proyección de la película “Digan lo que digan” abrió una nueva dimensión en la Unión Soviética. Aquel look, con el flequillo ondeando, su amaneramiento desafiante, unos movimientos “desconocidos” de caderas y brazos, su voz hipnotizadora y con un eco muy particular, Raphael se convirtió en el mayor ídolo de todos los tiempos, hasta tal punto, que millones de rusas y del ámbito soviético aprendieron sus canciones en español. Hasta la ministra de cultura rusa quedó totalmente fascinada y enamorada de Raphael. Para poder escucharlo en privado, a falta de discográficas y mercado, se realizaron decenas de millones de copias sobre las típicas radiografías médicas, grabando los surcos desde alguno de los pocos vinilos que traspasaron el Telón de Acero. El aumento de las matriculaciones para las clases de español fue del 60 % entre 1968 y 1970. Nunca entenderé porqué no se le dio el Premio Cervantes a este autor, y a otros, como Camilo Sesto, que animó a los niños japoneses a estudiar castellano. Todos estos artistas divulgadores de la cultura española nunca están suficientemente reconocidos.

El primer concierto de Raphael en Moscú fue en el año 1971, y sería en el Palacio de los Deportes, agotándose las entradas muchos días antes, así como en el resto de conciertos que se programaron. En los documentales las testigos contaban de filas de chicas que pasaron horas para conseguir las últimas. Hasta intervino una reventa que aumentó su precio a más de 25 rublos. El mismo Raphael se sorprendió al conocer que existía un inmenso club de fans, muy numeroso en San Petersburgo. Las más fanáticas aprendieron español solamente para entender y cantar las canciones de Raphael. Los clubs de fans todavía siguen activos y se pueden ver chicas de hasta tres generaciones reunidas en sus locales y en las actividades que programan. Raphael siempre se ha sentido muy alagado y ha mostrado un acercamiento permanente, respondiendo a sus miles de cartas enviadas desde hace 50 años. Raphael es un divo, pero un divo cariñoso que siempre quiere a los que le quieren, atendiéndoles incansablemente y aunque esté sin comer, algo que le ocurrió en numerosas ocasiones por la Unión Soviética.

En la década de los 1970s publicó 14 álbumes de estudio. Tras su éxito en Mexico y salir en Televisión en un programa de gran audiencia en Estados Unidos, donde cantó en vivo en tres idiomas distintos, le ocurrió el fenómeno de la Unión Soviética. Mucho trabajo y muchas giras en esta década, que fue notando un relativo declive hacia el final. La entrada de otros estilos musicales lo relegaría a un segundo plano de la escena, aunque siguiese llenando los teatros de medio mundo.

Pero en 1980 volvió a lo más alto con un nuevo tema y con la llegada de un galardón único: el Disco de Uranio que le entregó la discográfica Hispavox por sus más de 50 millones de discos vendidos. Los sencillos que aparecieron en esa década demostraron que el divo seguía triunfando, dejando temas magníficos como: «Qué sabe nadie», «¿Qué tal te va sin mí?», «Como yo te amo», «En carne viva» y «Estar enamorado», que fueron superventas a nivel internacional. La relación con Hispavox terminó en 1987 para firmar con Columbia Records. De nuevo se vivió una especie de “letargo”, como a finales de los 1970s, pero nunca dejó de llenar los teatros en sus largas giras por el mundo. En esa década de los 80s editó 10 álbumes de estudio.

En los inicios de los años 1990s se sirvió de un tema a ritmo latino llamado “Escándalo” para volver de nuevo a la cresta de la ola. Durante 1992 alcanzó el número 1 de las listas en numerosos países de Latinoamérica, Centroeuropa, España y hasta en Japón, que se convirtió casi en un himno. España estaba de moda y Raphael también. La Unión Soviética vivió sus momentos más críticos de su historia reciente tras la caída del Muro de Berlín. Hacia el 1988 se experimentó un cambio político que supuso una apertura de sus relaciones con Occidente. Los fans de Raphael pudieron disfrutar por fin de un mercado más accesible y, lejos de olvidarlo, todavía permanecían fieles a su ídolo, sobre todo en San Petersburgo. Querían que volviese, y el reencuentro sucedió en 1997, un reencuentro emotivo por ambas partes, a pesar de que casi habían transcurrido tres décadas desde su primera visita. En esa década editó 6 álbumes.

Durante el siglo XXI hasta el día de hoy, se han publicado 21 álbumes de estudio, muchos de ellos recopilatorios, casi a uno por año, una señal inequívoca de que Raphael solamente paró para atender una enfermedad que le afectó el hígado (secuelas de una hepatitis sufrida en 1985). En 2003 sería trasplantado con éxito dicho órgano. Cine, Televisión y numerosas incursiones en prácticamente todos los estilos musicales, sin dejar nunca las giras por todo el mundo. También recibió y sigue recibiendo reconocimientos desde todos los ámbitos artísticos y por los medios. Colaboró con numerosos compañeros de profesión. Es el único en el mundo en poseer un Disco de Uranio. Aunque se suele decir que Michel Jacson, AC/DC y Queen (¿Pink Floyd quizás?) también lo poseen, solamente el de Raphael está certificado por una discográfica, en su caso Hispavox. En el siglo XXI el galardón fue reemplazado por el Disco de Diamante, que ya sería entregado a numerosos artistas en la década de los 90s de manera oficiosa.

Debo reconocer que nunca me gustó el estilo musical de Raphael. Siempre me pareció “anticuado”, poco masculino y para nada digno de cantarse si se prefiere un comportamiento ortodoxo de las maneras. Pero el sólo hecho de que gustase a todas las generaciones femeninas del Planeta, le otorga un “poder” y una dimensión extraordinaria que no puedo dejar de admirar. Su figura ha estado presente durante años todas las navidades, y con sólo ese detalle demuestra la influencia que transmitió a varias generaciones de españoles, que, aunque a algunos  no nos guste, es nuestro “Raphael de España”, nos sentimos orgullosos de tenerlo, y nadie nos lo toca.

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