Corto Histórico: Catalanes somos todos

Introducción

Antes que nada debo decir, como dejó escrito Calderón sobre la verdad, que “según el cristal con que se mira”. Pues la perspectiva y la retórica pueden permitir la justificación de cualquier concepto antinatural o ilógico, simplemente con la repetición (propaganda), bombardeando incansable, hasta que, incluido el rival, se convence de que la verdad no era la que nos dicta el sentido común, sino la que interesa en el momento dado (adoctrinamiento). Eso es lo que ocurre con el fenómeno del Independentismo en Cataluña, que cada catalán y del resto de España tiene su propia opinión, cuando los hechos históricos sólo pudieron pasar de una manera.

Así ocurre con nuestra historia española, que dependiendo del político y del momento, las víctimas de guerras y revueltas pueden ser villanos, y los asesinos se convierten en víctimas, cuando en realidad, solo existe un relato y debe ser el aceptado por todos: el de los hechos. Por ejemplo, he leído relatos por historiadores catalanes de la categoría de catedráticos, en los que cuentan en más de 25.000 soldados el ejército que disponía Cataluña a principios del XIII, cuando todos los ejércitos de la Península reunidos en la Batalla de las Navas de Tolosa (1212) apenas superaron los 40.000 entre los dos bandos.

A la llegada de los cartagineses y romanos, las lenguas hispánicas podían ser parecidas y nos pueden dar una idea de su fusión con el latín, simplemente viendo el mapa de sus influencias. A lo largo de la costa mediterránea las lenguas eran muy similares, así como su fusión con el latín. Por supuesto con voces locales únicas para cada territorio, pero se entendían, según cuentan los cronistas romanos. Así ocurrió siempre hasta nuestros días.

Surgen los catalanes

Los Pirineos se consideraron desde la Antigüedad como un territorio hispano porque así lo establecieron en sus mapas políticos los romanos. No existía una frontera política entendida como en la actualidad, pues todo pertenecía a Roma, pero sí se concedió a la Diócesis Tarraconensis su administración. El gobernador de Pompaelo (Pamplona) administró la parte occidental, además de encargarse del control de los vascones. Así fue hasta el siglo V, periodo en que Tarraco perdió su capitalidad tras casi cinco siglos, la esplendorosa primera capital de Hispania. ¿Los catalanes se quieren separar llevándose consigo la ciudad fundamento histórico de la primera España unificada?

Pero los reinos francos, tras la caída de Roma, siguieron considerando Hispania las faldas de las montañas vistas desde sus propios territorios. Esto es crucial que se entienda para saber configurar los futuros reinos hispánicos que se formaron ya desde el siglo VIII, en plena lucha por resistir el empuje musulmán hacia la actual Francia. Los francos no temieron dicho empuje siempre que se mantuvieran en los Pirineos o al otro lado. Bastante tenían esos cristianos con sus propias rencillas.

En ese convulso y confuso ambiente bélico debemos fijar los orígenes de navarros, aragoneses y catalanes, pero con la singularidad de ordenarlos correctamente y no como nos cuentan los libros de texto “interesados” por entenderlos de otra forma. Por ejemplo, la necesidad de comerciar y refugiarse en distintos periodos históricos con los francos, convirtió a estas tres culturas históricas en bilingües, pues hablaban su lengua romance y también francés (dígase occitano o del Mediodía). Prueba de ello es que tras la conquista de Malta en 1282, se separaron los pabellones de los monjes guerreros Hospitalarios por lenguas, quedando estas tres regiones históricas reunidas, compartiendo capillas a San Jorge y cuarteles, como La Casa de Aragón, construida en 1570 y que los reuniría de nuevo. Si en 1238 realmente los catalanes hubiesen colonizado una Valencia desierta, pues los expertos siempre acuden al falso pretexto del Llibre dels Repartiments de Jaime I, los valencianos hablarían francés y no valenciano. En cambio sucedió del revés, ya que unos pocos años después, casi la mitad de la actual provincia de Murcia hablaba valenciano, porque centenares de colonos valencianos (de las tres culturas) se instalaron en dicho Reino de Murcia antes de conquistarlo por las armas. Prueba de ello es que en 1262 Jaime I y el Obispo de Barcelona, se reunieron con las autoridades del sur valenciano, en la Iglesia Mayor de Alicante, para “dejar constancia de la estrategia a seguir en la prevista conquista de Murcia y defensa contra el emir granadino”. Durante más de cuatro décadas las milicias valencianas de dicha parte del sur combatieron contra los granadinos y sin apoyo de nadie, ni de castellanos ni aragoneses, en una de las guerras más prolongadas de la Reconquista.

Ese mismo año de 1262 llega el mozárabe Ramón Llull desde Mallorca a Barcelona y redacta una gran obra en mallorquín, considerada la primera referencia del idioma catalán de la Historia. En efecto, cuando todos observan un aprendizaje prodigioso del catalán (en Barcelona se hablaba francés y árabe) por parte de este monje, yo observo lo que realmente fue: un compendio escrito en mallorquín. Muchos hablarán sobre el Tratado de Almizra entre Jaime I y Alfonso el Sabio de 1244 y etc, pero en la práctica todo era más complicado de lo que se puede leer en los documentos antiguos. Lo mismo que ahora, una cosa era lo que pactaban los políticos y escribían en sus crónicas, y otra su aceptación por el Pueblo. A propósito de este tratado, hace unos días leí que dicha demarcación terminada en el castillo de Biar (parte central de la provincia de Alicante) delimitó también el uso de la lengua valenciana. Los ignorantes que opinan de ese modo, olvidan que se habló valenciano hasta Yecla (Murcia), y en más de la mitad del marquesado de Villena, sin excepciones territoriales, hasta el siglo XVIII al menos (siglo en que el Obispo de Orihuela excomulgó a los valencianoparlantes). Pero volvamos al siglo VIII.

Los francos, liderados por casas nobles y una realeza enfrentada, recibieron una derrota contundente en la llamada Batalla de Garona de 730, pero consiguieron expulsar a las hordas musulmanas definitivamente tras la Batalla de Poitiers (o Tours en 732 ó 734 según fuente), quedando la marca pirenaica como frontera natural. Pero esa es la historia que se nos cuenta siempre, cuando una batalla no determina la realidad del status qvo. Y eso lo demuestran las continuadas incursiones que francos y musulmanes probaban hacia uno o el otro lado de la cordillera durante todo ese siglo VIII. Las personas no pasaban de un lugar a otro de las montañas de manera caprichosa, se movían por necesidades más complejas (la motivación y promesas de los señores feudales era una más).

Según las fuentes andalusíes, los musulmanes llegaron en numerosas ocasiones a pocas leguas de París, y tenían hasta una ruta “predilecta” de saqueos (razias) hasta la Borgoña. Pero tanto francos como andalusíes no obedecían a los mandos supremos, ni por la parte del Califato Omeya, ni los francos al posterior dominio carolingio. Así que debemos entender todas estas escaramuzas y batallas como intentos de engrandecimiento de los grandes señores, habiendo ya en ambas laderas de la cordillera una mezcla variopinta de etnias y religiones que colonizaban tierras dependiendo de numerosos factores. ¿Qué lenguas se hablaron en dicha zona conflictiva durante el siglo VIII? Las lenguas siguieron las costumbres de los colonos más las influencias de sus señores feudales (los modismos). Desde luego el árabe sirvió como principal herramienta escrita, pues prevalecieron sus textos a los cristianos en forma de tratados y contratos comerciales. Sigamos indagando.

En Barcelona residían más de la mitad de los musulmanes de la marca hispánica, además de un núcleo importante de judíos, los que provocaron su primer auge económico por su puerto comercial, todavía modesto e insuficiente por falta de muelles de carga. Pero estratégico por su posición cercana a una zona que necesitó de todo tipo de recursos y mercenarios durante más de un siglo.

Singladura del catalanismo-el Independentismo que provoca la invasión francesa

Una cosa es intentar entender la forma de vida de los residentes de un lugar, y otra lo que pactan sus dirigentes en paralelo a sus existencias. La Política negocia el futuro y manda con severa crueldad el presente para dirigirlo hacia una nueva norma. Pero si la gente no está de acuerdo, continuarán los conflictos irremediablemente. Ese concepto paradójico se ve reflejado durante toda la Historia, pero los políticos nos cuentan la versión que les interesa en todo momento, tergiversando, para convencernos de que la Historia ocurrió como ellos cuentan.

Vemos en el año 777, según crónicas fiables, que los dirigentes musulmanes de Huesca, Zaragoza, Gerona y Barcelona, pidieron ayuda a Carlomagno para defenderse de Abderramán I. Podemos decir con seguridad que dichos gobernantes querían “independizarse” del Al-Ándalus Omeya a cambio de un tributo anual para el rey franco. Carlomagno accedió, viendo una oportunidad de ensanchar su gran imperio europeo. Pero la ambición de estas villas y de Carlomagno sería castigada sin necesidad de reunir a un grandioso ejército omeya. Carlomagno ocupó Pamplona sin grandes dificultades en 778, así como sus generales germánicos pasaron por el este de los Pirineos para reunirse en Zaragoza con las fuerzas del futuro Emperador (lo sería en 800). Pero no contaron con la gente, con esa que “decide” por si misma, cerrando la puerta a los cristianos invasores y planteando una batalla que no convenía al grande señor franco. Y es que entre los que cerraron filas habían numerosos cristianos y judíos, que no querían francos en su pueblo. De manera que la película totalmente dirigida a una guerra de religión no es exacta, como tampoco es en la actualidad «el demonio» un barcelonés que no quiera la Independencia.

Dicha resistencia a la entrada en Zaragoza obligó a la retirada de Carlomagno por donde había venido. Durante ese tiempo precioso de asedio, los vascones reunieron un considerable ejército liderado por navarros que persiguieron a las tropas francas, llegando a contactar con ellas en Roncesvalles, masacrando a toda la retaguardia, cayendo en la batalla Roldán (Roland), el héroe francés de la Edad Media. De la parte que se quedó combatiendo en Zaragoza no se sabe mucho, pero bastantes de ellos se quedaron como colonos desperdigados por la marca hispánica (las zonas sublevadas), y otra parte regresaron a sus territorios de origen con el rabo entre las piernas. De los dirigentes sublevados, fueron de los primeros exiliados, convertidos en “asesores” de los asuntos hispánicos en la corte franca de Aquisgrán. ¿Curioso que hoy en día ocurra lo mismo?

Pero la ambición no tiene límites, y unos años después se repitieron los hechos pero a la inversa, ya que un ejército omeya cruzó los pasos de los Pirineos para invadir Francia, o al menos el Mediodía Francés, siendo rápidamente repelidos, aunque sin gran batalla campal en 785, año en que toman Gerona los francos tras la persecución cristiana a los musulmanes (ojo, que también iban con ellos mozárabes y judíos). Esta ciudad, Osona, Cerdaña y Urgel pasaron al ducado de la Septimania franca. Las fortalezas defensivas construidas por los franceses en los Pirineos y villas históricas fueron bautizadas por los francos como “Chateaulens” (castellanos), para diferenciarlos de los del otro lado. Esta voz terminó por convertirse en “catalans” para llamar a los francos  del otro lado de los Pirineos. Nunca se usó para mozárabes, musulmanes ni judíos hispanos, que hablaban lengua románica, hasta el siglo XV al menos, hasta que surge la gramática valenciana escrita y los catalanes en general van perdiendo su francés. Así que, estrictamente hablando, los catalanes son franceses. Curiosamente, terminaron por llamar también «catalanes» a los de la Septimania francesa. Era la «Castilla» francesa medieval. Y es lógico porque siguieron las razias musulmanas y los de la Península se refugiaban muy a menudo en el otro lado. Sus apellidos, Borrell, Miró, Berenguer, etc., son de origen franco-visigodo. No así los apellidos como Pons, Company, Alemany, etc, de origen mallorquín, y los Puig, Colom, Fabra, Borja, etc., que son valencianos.

En 797 el gobernador musulmán Zeid entregó Barcelona a los francos, que rápidamente la tomaron en posesión (sobre el papel), como otro condado a sumar a la Septimania. No sería hasta 799 que el heredero de Carlomagno conquista las Baleares, pero los musulmanes recuperan Barcelona simultáneamente. De modo que los tratados y pactos se vuelven tan confusos que los historiadores no pueden asegurar ni qué lengua, ni qué cultura, ni quién mandaba realmente en todos esos territorios que miraban a los Pirineos durante el siglo VIII. Pero sí podemos acercarnos, por eliminación, al tipo cultural que se estaba formando.

Ya en la siguiente centuria, entre el año 801 y 802, Luis, el heredero de Carlomagno, con todo su ejército, asedia Barcelona para tomarla por enésima vez, y llega a conquistar Tarragona en 809 y Tortosa en 811, tras un siglo de presencia musulmana, llegando prácticamente hasta la desembocadura del Ebro.

Claro, si hablamos de conquistas y de Derecho sobre las mismas, resulta que los “chateaulens” son franceses y que si se quieren independizar no es más que para retornar a dicho Derecho francés de conquista, ya que nunca fueron un reino, pues primero fueron condados francos y (cuando se perdió la memoria histórica) fueron anexionados por la Corona de Aragón en 1162, cuando la reina Petronila Ramírez se convierte también en Condesa de Barcelona (Barchinona se escribía por aquellos días). Dicho día se convirtió Barcelona en un territorio “español». Ramón Berenguer IV fue así rey consorte de Aragón (casados en 1150) y el último conde de Barcelona de origen francés (en 1162 perdió su título). Ahí terminan los condados Catalanes su aventura como entidad histórica, pues los “Ramón Berenguer” se habían anexionado el resto de condados antes, más que les pese. Al menos duraron más que los gallegos como entidad política (hasta el 1000). Como curiosidad, añadir que Ramón Berenguer IV firmaba sus documentos, desde antes de su boda, como “Rex Hispaniae”, con la clara intención de que el resto de monarcas hispánicos, andalusíes y francos lo consideraran ya un igual hispano y no francés. Los barceloneses siempre tuvieron esa ambición por la realeza que nunca consiguieron.

Ocho siglos de Independentismo

De modo que todas las pretensiones independentistas que tengan un fundamento histórico se perdieron en 1162 para Barcelona. ¿Y Cataluña? Esa es otra historia, pues precisamente en las mejores condiciones para que Cataluña surgiese como una entidad con realengo, Barcelona se interpuso. Solamente recordar la traición de los centelles para que el Conde de Urgel no gobernase, resulta más que significativo. Eso ocurrió desde 1410 a 1412 (Compromiso de Caspe). Barcelona prefirió ser gobernada por un castellano Trastámara que por un catalán que no fuese barcelonés o que no siguiese sus directrices. Hoy en día ocurriría lo mismo. Sin ir más lejos, todavía Urgel reclama su Derecho de capitalidad de Cataluña, pero Barcelona siempre se impondrá mientras tenga todo el poder económico y político. En el XVII (en 1640) unos soldados catalanes mandados por Barcelona se unieron a las hermanadas tropas francesas para conquistar el Reino de Valencia, como “revuelta contra Felipe IV”, pero no entraron ni en Castellón, ya que la Orden de Montesa (un puñado de monjes-soldados, los últimos de la Península afincados en San Mateo) les persuadió de ello. Sin más comentarios, mejor lean sobre esta gesta.

En fin, podría analizar todos los hechos históricos que fundamentan una independencia para cualquier territorio hispánico, y cualquiera de ellos guardaría más Derecho que Cataluña. Ni siquiera el General Prim, dueño de España en una época conveniente para ello, sugirió la escisión, pues los catalanes siempre estuvieron en contra de sus políticos de la “esfera nacional” de turno. De manera que debemos descartar las razones históricas para ceñirnos a los tiempos más modernos.

Aunque se interpretan hechos del siglo XVIII como “independentistas” por parte de infames políticos catalanistas, la verdad es que no lo fueron, sobre todo los del periodo de la Sucesión, pues el Borbón abolió los Fueros de todas las regiones históricas, y las batallas decisivas (Almansa) no se celebraron en suelo catalán. Fue una guerra civil a escala nacional. Exceptuando a Navarra y alguna provincia menor, el Borbón les arrebató sus leyes y derechos históricos a todos, incluidas las ciudades castellanas. En dicho periodo se aprovecharon las protestas sociales y laborales para que los “cuatro espabilados de turno” se plantaran delante de las manifestaciones gritando proclamas que no venían a cuento. Siguen practicando la misma estrategia de entonces.

Así que realmente se debe entender el fenómeno independentista en Cataluña por la corriente romántica que surgió en la segunda mitad del siglo XIX. Claro, Cataluña, como el País Vasco, solamente tenían sus lenguas para fundamentar la diferencia con el resto de España. Ambas comunidades tuvieron que inventar un folclore propio para diferenciarlos de sus vecinos, que sí lo tenían y tienen arraigado. Para ello se ampararon en las investigaciones de grandes conocedores de lo antiguo, como Caro Baroja en el País Vasco y catedráticos lingüistas e historiadores de los reinos de Aragón, Valencia, Mallorca y de la propia Cataluña, comprados por los barceloneses para “reinventar Cataluña” (Renaixença). No hay que olvidar que, paralelamente, Cataluña era la región más española de España durante el siglo XIX, y sustentó económica y moralmente una España totalmente masacrada en el peor siglo de su Historia.

Así que a principios del siglo XX aparecen dos nuevas entidades históricas en España, ninguna de ellas de origen español (pues los vascos no se identifican ni como franceses ni como españoles), pero ambas pretenden escindirse para que los políticos bilbaínos y barceloneses engrosen sus carteras con el dinero ajeno, en nombre de Cataluña y Euskadi, “para que Madrid no se lo quede todo”. ¿Las gentes de ambas comunidades se beneficiarían por el cambio? ¿Serán más ricos los vascos y catalanes con la independencia y más libres? Me temo que no, al menos con la clase de funcionarios y políticos que dirigen sus territorios. La ambición y la envidia son valores intrínsecos al ser humano.

Para terminar, en Cataluña se usaron dos estrategias paralelas para su difusión y pretensiones políticas. Las zonas rurales y con la lengua aragonesa más arraigada, procuraron conservar sus costumbres (aunque coincidieran con las de los vecinos) y miraron a Tarragona (la Tarraco romana, capital de casi 2/3 de la Península en dicha época) o Urgel como sus capitales históricas. Pero se impuso la versión barcelonesa, y ésta era atribuirse toda ocurrencia inventada o modificada de la Antigüedad apetecida, como costumbre catalana. Así que comenzaron un expolio de templos románicos pirenaicos desde finales del XIX hasta el primer cuarto del siglo XX, trasladándolos hasta la Ciudad Condal, con el error de grabar en algunas piedras palabras en catalán moderno, cuando cualquier estudiante sabe que en la Edad Media la Iglesia sólo inscribía en Latín.

Como ya hicieron en el siglo XVIII, a principios del XX comenzaron a «fichar» catedráticos para «mejorar» un catalán que se estaba castellanizando en Barcelona y al borde de la extinción en la década de 1920. De ahí que su primer diccionario catalán-castellano, publicado en 1931, estuviese dirigido por un alcoyano (como hicieron en el XVIII, que también eran de dicha localidad). A este ejército de sabios venidos de Mallorca y Valencia, pagados con el erario público y contribuciones de empresarios barceloneses, se sumaron nuevas costumbres que enseguida pasaron por catalanas antiguas, como la danza de la Sardana, compuesta en 1907 la más famosa, “La Santa Espina”, o los castellers del sur de Cataluña, que no eran más que una parte de los «Bailes Valencianos», conocidos desde el siglo XVI al menos. La única danza verdaderamente catalana, la podemos observar actualmente interpretada por niños, en una espléndida representación de una variante del minué francés. Porque no hay que olvidar que son descendientes de colonos franceses “españolizados”.

En fin, nunca entenderé esta obsesión de los barceloneses por atribuirse costumbres de otros. No hay duda de que contribuyeron y contribuyen al folclore y costumbres españolas por si mismos, así que no les hacía falta. La primera gran bailaora flamenca, Carmen Amaya, la composición de música desde el Barroco hasta la rumba catalana de Peret, pintores, arquitectos como Gaudí, etc., todo ha sido una gran contribución barcelonesa al arte y la cultura española. Pero prefieren renegar de su legado que suene a “español” por una envidia y celos hacia Madrid, incomprensible, aunque la Capital de España abusó y abusa del poder casi hasta lo permisible. La rivalidad en el Fútbol no es más que el reflejo de dicho odio.

Para colmo, en 1962 a un lumbreras se le ocurrió lo de «Paisos Catalans», un concepto totalmente absurdo, pero que le vino a Barcelona de perlas para su estrategia de seguir en su segundo intento serio de escisión tras el de la II República. También se atribuyeron la bandera (que dicen, un kioskero de Castellón inventó) para adornar el concepto catalanista: la embarrada y estelada, símbolo al menos desde los 1950s, que enseguida hizo suya Terra Lliure. En los 1970s los políticos barceloneses retomaron el fichaje de catedráticos de Valencia y Mallorca. Compraron así el “catalanismo intelectual” una vez más, exportando su «virus» a los vecinos bilingües. El parón del Franquismo les vino de perlas para fomentar la confusión entre «libertad de la Dictadura Militar» y «Libertad por la Independencia». La música catalana, más los cantautores mallorquines y valencianos que cantaban a la Libertad, fueron manipulados para que se entendiesen como cantos a la Independencia. Sin duda los hubo proindependentistas, pero los barceloneses, siguiendo su estrategia comenzada con el siglo XX, metieron a todo lo que sonaba parecido a catalán en el mismo saco independentista. Ni tuvieron ni guardan respeto a las personas que desean seguir siendo españoles como siempre, hasta el punto de la agresión, síntoma claro de adoctrinamiento colectivo que esta región incomparable está sufriendo desde hace un siglo por sus políticos corruptos, por las ideas retorcidas de grandeza de estos sociópatas que se autodenominan «demócratas». Para ser demócratas deben respetar a los que no opinan del mismo modo, y eso es incompatible, así que sólo pueden ser «nacionalistas».

Conclusiones

Barcelona, barceloneses, por favor, dejen en paz a Cataluña, paren ya de una vez con sus pretensiones de realengo. Políticos españoles, denle la Independencia a Barcelona y que exilien allá a todos los políticos corruptos de España pues, según los franceses del siglo VIII, los hispanos somos «chateaulens» (castellanos del otro lado). En estos inicios del tercer milenio tenemos problemas mucho más graves que resolver. Y ustedes, políticos barceloneses, sólo consiguen confundir y desviar dichos problemas a cambio de más dinero, que es lo que buscan, con agotadora avaricia, desde que plantaron en el XIV aquel edificio de cambistas llamado Generalitat.

Hay más de 3 millones de parados en España. Cada día se practican más de 500 desahucios (de media anual). Sigue en aumento la pobreza y el suicidio. Existen enfermedades mortales que no se tratan por Sanidad. Los abuelos están abandonados en sus casas porque las residencias de ancianos son más caras que los hoteles. Hay una total desatención pública en las instituciones y bancos. Suben los precios, el mercado negro de las drogas, armas y trata de seres humanos. Todo esto negativo y más sigue en aumento, pero los putos políticos se ocupan de las cuestiones más insignificantes e innecesarias, como es esta de la Independencia o del calentamiento global, que ahora llaman “cambio climático”, un cambio nada claro científicamente, en políticas de “igualdad” inútiles, siendo la Ley igual para todos, y que ya cuesta a los españoles más de 50.000 millones de euros en inútiles políticas energéticas y embajadas no reconocidas y, en general, por una corrupción política sin precedentes en estos últimos 45 años.

Eso sí, siguen habiendo en España más de 2000 casas nobiliarias y 10.000 aforados. Las grandes empresas están obteniendo los mayores beneficios de la Historia. Nada cambia en doscientos años, y nada cambia porque vivimos atrapados en una “Matrix” que dirige una clase política corrupta. Miren los noticieros y verán que todos dicen lo mismo: “odian a todos los que opinan distinto”. Hace unos años, tanto los de la Izquierda como de la Derecha, decían de sus rivales políticos que eran antidemócratas y fascistas, ahora odian a los que opinan distinto, consignas que todos los políticos utilizan por igual, en un absurdo “diálogo para besugos”, que no lleva a ninguna parte más que al llenado de los bolsillos de todos estos parásitos de la sociedad.

Desde el siglo VIII hasta la actualidad, los independentistas franceses en Cataluña siempre fueron una pequeña minoría. En el siglo IX consiguieron el poder político y la gran mayoría catalana musulmana, mozárabe no francesa y judía, se dejaron gobernar. La rivalidad entre estos señores feudales franceses fue perdiendo fuerza tras las sucesivas anexiones del Conde de Barcelona, hasta que en el siglo XII desapareció definitivamente el poder francés al entrar los condados sabidos en la Corona de Aragón. Pero esta minoría francesa nunca se mantuvo ociosa. Sus descendientes encabezaron grandes emporios industriales, comerciales y banca, y se han mantenido en un stand by para cualquier tentativa de recuperar el poder.

Los tiempos les brindaron algunas posibilidades, todas preciosas, como un vacío de poder en el siglo XV, que ya comenté, pero la política interna de Barcelona es todavía más enrevesada de lo que se pude imaginar. Nunca han conseguido un liderazgo claro ni entre la minoría de origen francés. Con los siglos se fueron incorporando catalanes no franceses al movimiento. Resulta significativo comprobar que muchos de ellos poseen apellidos de origen árabe, descendientes de los conversos de antes de la expulsión morisca de 1609 (Martín, Martínez y Sánchez por ejemplo). En tiempos más recientes, desde el siglo XIX, los apellidos ya están más “españolizados”, procedentes de las migraciones andaluzas y manchegas principalmente, aunque los hay de toda España. Pero los de más peso siguen mostrando su origen francés como “catalanes más puros”. Aragonés probablemente se debe a un apellido ascendiente judío procedente de dicho territorio, y Puigdemont, resulta de una curiosa fusión entre un apellido valenciano y un sustantivo, ya que puig y mont (montaña) significan lo mismo. Mont proviene del francés, pero también se usó en todas las lenguas de Aragón, pues procede del latín. En cambio puig es valenciano 100 %. Como siempre fue, siguen siendo una minoría en Cataluña los independentistas, pero una minoría ahora muy numerosa, secundada por un ejército de adoctrinados que no conocen la Historia de su comunidad autónoma correctamente, sino la versión interesada que surgió tras la Transición (desde 1975 más o menos).

En fin, los ciudadanos hemos perdido la confianza en los políticos por completo. Somos ya más de 12 millones los que no votamos, porque cuestionamos sus fundamentos e ideologías decimonónicas, y que ya nada tienen que ver con nuestro tiempo. Todo lo que hacen nunca es en provecho de la mayoría, pues les interesa crear problemas para estar siempre en primera plana, y obligarnos a estar pendientes de cuestiones que deberían resolver ellos sin perjudicar a nadie, en silencio, pues para eso trabajan para nosotros. Es su obligación y respetando siempre la Ley, como un igual más. Pero no resulta así en realidad.

En fin, el sistema de urnas y la Ley Electoral están corruptas. Se debe modificar para que el voto de cada individu@ valga lo mismo. Las urnas son un gasto inútil, pues podemos votar todos desde casa por Internet, garantizando el voto mediante un programa limpio y donde se refleje el cómputo online con un marcador que sume nuestro voto de forma visible, simplemente aplicando la tecnología Block Chain, la misma que garantiza la incorruptibilidad del dinero encriptado. Ya lo usa INDRA, por ejemplo, pero no la aplica de la manera que os cuento porque el método de las urnas físicas sirve como “escaparate” para los políticos, y se puede manipular ahora y siempre. Luego se necesita que una consulta sea realmente importante para la mayoría de españoles y que todos los españoles opinen y no una minoría, ni representantes políticos.

César Metonio

 

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