De pequeño me contaban historias de lo más entretenidas sobre las leyendas de la Sierra de Mariola. Ya desde mi más tierna juventud mi abuela preparaba infusiones de todo tipo procedentes de sus bosques, que abarca desde la mitad Norte de la Provincia de Alicante, hasta buena parte del Sur de la de Valencia. Sàlvia, timonet, varios tipos de manzanilla: dulce, amarga, etc,, tila, romero, fenoll, regaliz, miel y un largo etc de hierbas, hojas, flores y raíces que se utilizaban para tratamientos digestivos, como calmantes y como magníficas curas tanto para las dolencias internas como heridas superficiales y traumáticas. La Sierra de Mariola resultó durante milenios nuestro dispensador farmacológico intercomarcal. En las boticas y herbolisterías se dosificaban dependiendo para qué tratamiento, y se vendía lo mismo que ahora se vende ibuprofeno en las farmacias.

No sé si tendrá que ver algo el estilo de vida de la Sierra de Mariola, el consumo de sus productos naturales en general, pero mi bisabuelo, nacido en 1875, en plena Serra de Agres, conoció sobradamente a sus nietos y a algún biznieto, falleciendo a la entrada de las década de los 1960s, y sus hijos: un varón y cinco mujeres, llegaron todos a nonagenarios, exceptuando una que falleció joven por una enfermedad respiratoria típica de los años 20, ahora tratada sin problema. Además, de las tierras familiares que poseían en distintas partes de Mariola, elaboraban productos para el consumo (salmueras o encurtidos), y recolectaban hierbas específicas, muy demandadas en las ciudades lindantes de los valles, como Alcoy, Ibi, Cocentaina y Muro. Ya los hijos nacieron en dichas ciudades, huyendo de la soledad de la montaña, así que la siguiente generación (mi padre), sólo pasaba de visita y a la larga, perdiendo todo el entusiasmo que se necesita para trabajar en las labores del campo. Bien es cierto que amaba el campo, pero ni le habían transmitido los conocimientos, ni su estilo de vida (trabajaba en un Banco), le permitió adquirirlos in situ.

Podría llenar un libro de todas las historias que mis antepasados contaban sobre la Sierra de Mariola, pero sólo voy a contar dos, y relacionas, aunque entre ambas hayan transcurrido milenios. La primera es sobre el origen del topónimo, pues según cuenta la leyenda, la Sierra toma el nombre de la hija del gobernador romano Mario, quien en un desliz supuestamente amoroso, salió huyendo del campamento romano, en una carrera que le llevaría, completamente trastornada, hacia los bosques de carrasca y pinos de la montaña. Nunca más se supo de ella y, desde entonces, las voces de sus buscadores dejaron la impronta del topónimo, como si cada vez que alguno de nosotros al nombrarla en voz alta, intentáramos recuperar a la bella extraviada hace casi 20 siglos.

Ya por aquel entonces los romanos, grandes comerciantes y negociantes, descubrieron no sólo que la vid y el olivo producía ricos caldos en esas tierras, incentivando y mejorando sus cultivos, sino que existían otras especies silvestres con unas propiedades dietéticas y medicinales de excelente calidad, como la sàlvia, la flor de la manzanilla y una especie endémica de tomillo, el timonet, que resultaba de lo más saludable para la fuerte dieta en carnes y salsas que los ciudadanos romanos solían degustar. Así que no se conformaron con la recolección de este pequeño arbusto, que no crece más de 40 cms., sino que se llevaron brotes para su reproducción en las colinas del Lacio. Pero cualquier intento de reproducirlo en otras partes del Imperio resultó inútil. Como tampoco vieron posibilidades de comercializarlo con sede en la zona autóctona, tuvieron que conformarse con algunos envíos esporádicos que los íberos le mandábamos a la Autoridad competente.

Pero a la hora de catalogar la especie, resulta que ya el botánico Cabanilles, en el siglo XVIII, no encontró diferencia alguna con los demás Thymus Vulgaris (tomillo) que podemos encontrar en otras latitudes del territorio nacional. Es el clima, el suelo calcáreo y la orografía del lugar la que intensifica las propiedades, la sustancia del timonet, y que lo hace único. Por eso los brotes replantados en otros lugares no terminan por satisfacer. Mi padre me comentó que cuando instalaron las bases militares estadounidenses en la zona (finales de los 60s), también se sorprendieron los americanos de las propiedades digestivas del timonet, y que también intentaron comercializarlo y replantarlo en otras zonas, sin éxito, porque incluso de toda la Sierra de Mariola, solamente los brotes que crecen en determinados puntos “a la sombra” o zona occidental, desarrollan todo su potencial, creciendo en las otras zonas tomillo o timó normal, con las mismas propiedades comunes a la especie.

La composición química del timonet se basa principalmente en el aceite timol (hasta un 55%), p-cimeno (hasta un 45 %), carvacrol (hasta un 10 %), gamma-terpina (hasta un 10 %), borneol (8 %) y linalol (8 %). Dependiendo de la humedad ambiental y la temperatura, varía el porcentaje de dichos aceites. Por eso el timonet silvestre de la ladera de una montaña con poca iluminación y alta humedad, producirá sustancias ligeramente distintas en proporción a sus hermanos de especie. También contiene flavonoides: luteolina, apigenina, naringenina, eriodictol, cirsilineol, salvigenina, cirsimaritina, timonina y timusina. Los ácidos que encontramos son ácidos fenólicos derivados del cinámico. También ácido cefeico y rosmarínico (0,15 y el 1,35 %). En cuanto a triterpenos, encontramos ácido ursólico (1,9 %) y ácido oleanólico (0.6 %). Otros compuestos esenciales que encontramos son las saponinas y taninos.

El timonet florece en primavera y desprende un intenso y penetrante aroma. Durante milenios ha servido como condimento para distintas recetas gastronómicas, siendo habitual mezclarlo con romero y otras hierbas típicas de la zona. Los que nos hemos criado en las inmediaciones de Mariola y la hemos visitado a menudo, dicho aroma nos enternece, ya que el olfato activa especialmente nuestro “sentido de la memoria”. Podemos olvidar numerosas experiencias de nuestra vida, pero un aroma o un intenso olor agradable o desagradable, nos activa los mecanismos más primitivos de nuestro ser. Podemos incluso temer algo simplemente oliendo un perfume, pues inconscientemente lo relacionamos con una persona o hecho que nos maltrató o traumatizó en la infancia y que ahora no recordamos. El aroma del timonet, en mi caso, evoca las excursiones al Parque de la Font Roja, uno de los parajes naturales más bellos que he conocido.

Se han perdido muchos usos que se le daba al timonet en la Antigüedad, pero se sabe que sus propiedades son efectivas como antiséptico, actuando beneficiosamente contra úlceras y heridas. Su tintura es efectiva contra el acné. En forma de infusiones, sus aplicaciones abarcan desde los tratamientos contra la bronquitis y laringitis, hasta un remedio bueno contra la diarrea. Sus propiedades antiinflamatorias son apropiadas como remedio digestivo (lo más buscado tradicionalmente), así que se toma muchas veces sustituyendo la taza de café o leche de después de las comidas. Las infusiones se pueden conseguir fácilmente, ya que está comercializado y, como cualquier otra sustancia energética o dietética, no conviene de su abuso, limitando su consumo a una tacita diaria como mucho, ya que dependiendo de la dosis nuestro cuerpo asimilará sus propiedades de una manera u otra. Si en vez de azúcar, lo endulzamos con miel de romero, que también se produce en Mariola, convertiremos la tacita de timonet en todo un lujo para el paladar. He tenido la suerte de consumir ambos productos de “cosecha propia”, cuando todavía mi familia mantenía la tradición, y no he probado nada mejor en mi vida.

Para terminar, y dirigido a los senderistas y excursionistas en general, la Sierra de Mariola contiene numerosos caminos viejos ahora rehabilitados (Vía Verde), numerosos miradores, restos arqueológicos y lugares de interés diseminados por los distintos municipios de los que depende. Ibi, Alcoy (Banyeres de Mariola), el Comtat (Cocentaina), Agres, Alfafara, y ya en Valencia: Bocairent, más alejada Ontinyent, etc. Desde cualquier localidad dentro o a los pies de la Sierra se puede disfrutar de las numerosas Rutas Turísticas en dirección a los bosques y cumbres que rondan los 1.000 msnm, todas de gran interés, aunque mi preferida es la Font Roja, un paraje que siempre procuro visitar, al menos una vez cada dos años.

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