Cuando se tienen mascotas pertenecientes al reino animal y surge un cariño comparable al que se tiene por un hermano o amig@ humano, se me ocurren reflexiones como la que tuve hace tiempo mirando a mi gatita Livi. La podéis ver en la primera foto y la criamos en casa cuando apenas era un bebé gatito y cabía en una sola mano. Entendía a la perfección palabras, tonos y conceptos y la consideramos un miembro familiar. Ese lazo de lo humano con el resto del reino animal da sentido a los nuevos descubrimientos arqueológicos sobre los templos más antiguos descubiertos en Turquía , con más de 10.000 años de antigüedad. ¿Hay un vínculo ancestral con los llamados “animales domésticos” que perdimos e intentamos recuperar ahora? ¿Es comparable a una nueva religión el movimiento animalista?
La teoría es sencilla: la Madre Naturaleza nos diseñó y creó para exterminar alguna o algunas especies que estaban super-poblándose y estaban poniendo en peligro el ecosistema del Planeta. Para ese cometido creó también algunas especies de mamíferos, quizás algún reptil y otras especies de seres vivos depredadores, y se nos proporcionó un “modo de conectarnos”, algo más allá del lenguaje hablado, con el propósito de trabajar en equipo, ya que nosotros necesitamos dormir para recargar energías. Y parece ser que hemos tenido sobrado éxito, ya que a día de hoy ningún ser en la Tierra tiene más poder que el Homo Sapiens.
Esa sería la razón por la que, obviando algún que otro pequeño símbolo, los únicos restos de nuestros antepasados son sus dibujos de animales, el arte rupestre de cavernas y abrigos naturales, algunos datados en más de 40.000 años de antigüedad (cuevas de El Castillo, Cantabria), muy corrientes en nuestra zona levantina. En estos dibujos aparecen animales que nos servían de alimento, pero también aparecen perros, felinos, caballos y otras especies que “colaboran” a nuestro lado y no parece que estuviesen incluidos en la dieta (Aunque cuando el hambre aprieta no miramos nada).
Si esta conjetura del “sexto sentido”, de esta habilidad de comunicarse con los animales sin necesidad del habla, fuese cierta, encontraríamos muchas respuestas a cuestiones siempre evadidas por culpa de la ignorancia, por culpa de que, en nuestra vanidad, hemos olvidado a nuestros “cooperantes” del reino animal, a pesar del pacto que firmaron y que nuestros antepasados nos recuerdan claramente en sus templos “cavernícolas”. Eso daría también “razón de ser” a esos magníficos restos hallados al sur de Turquía, Göbekli Tepe (11.000 a. de C.), el templo más antiguo conocido y quizás el último de esa comunión entre la Naturaleza y el homo sapiens. También explicaría su enterramiento mil años después, en acto claro de que el ser humano “cancelaba” el contrato para comenzar una “nueva era” en solitario, esa era que todavía disfrutamos.
La teoría encaja a la perfección en respuesta a esa comunicación “no hablada” entre las personas que se crían junto a animales domésticos y desarrollan una “cooperación” que roza el amor. Sería inacabable la relación de historias de perros que recorren 1000 km. para buscar a su compañero humano o el salvamento de tal animal a una persona en peligro, etc. Los animales no han olvidado su pacto.
Nosotros llevamos al límite de la realidad cualquier cuestión. Podemos encontrar hoteles especializados para las mascotas, peluqueros, psicólogos, dentistas, veterinarios, salones recreativos, dejar una fortuna en herencia a unos patos, criticar las artes taurinas pero atiborrarse a carne de pollo, ternera y cerdo, y beber leche de unas vacas exprimidas a diario y manipuladas por máquinas salvajemente, etc. Pero, para la Madre Naturaleza, todos significamos “estadística” y cuando le apetezca, nos eliminará sin ningún problema del Planeta Azul. Lo mismo que nos diseñó puede crear a nuestro depredador.
Nuestros primeros dioses estaban sin duda vinculados a la Naturaleza. Si nos fijamos, las primeras grandes civilizaciones combinaron seres animales con humanos (Egipto y Mesopotamia). Luego se idealizó al ser humano otorgándole poderes divinos (culturas pre-helénicas), hasta que llegó el revolucionario Abraham para cortar definitivamente los lazos con lo natural y “globalizarlo” todo en un solo dios. El amor a la Naturaleza vuelve a dirigirnos hacia el mundo animal. Regresamos quizás a esas primeras religiones naturalistas, como en cierto modo siguen haciendo los hindúes, pues llevamos todas nuestras ideas a extremos desproporcionados. Lo único que cambia es quizás el diseño de nuestros templos, antes recios y ornamentales, por salones de belleza, hoteles, guarderías, psicólogos y un largo etc., dirigidos al cuidado de nuestros seres más queridos: los perros y los gatos.