En la gran “ecuación gubernamental” existe una variable “molesta” que todas las reuniones a nivel mundial eluden: los volcanes. Y es que los volcanes no molan a los ecologistas, pues no saben qué lugar ocupan en este nuevo «negocio del Ecologismo» de la Política mundial, esa que nos obliga a los usuarios a responsabilizarnos de todos los males del Planeta, simplemente por ser consumidores y culpables de nuestras “huellas de carbono”, que es la última ocurrencia de estos lumbreras.

Claro, si le preguntas a una organización ecologista por las emisiones nocivas a la atmósfera de uno sólo de los volcanes, que supera lo que emiten los 1200 millones de vehículos que usamos los seres humanos, te ocurrirá lo que a mí, que soy un apolítico «sin escrúpulos», y te echarán de Linkedin y de Facebook, dos inmensos monopolios de Internet que parece que de demócratas tienen el mismo nivel que los gobiernos pseudo-demócratas que estamos sufriendo.Existen 46 volcanes activos ahora mismo en el planeta Tierra. Podéis hacer un seguimiento en (clica aquí), que es de los pocos portales que se ocupan de este fenómeno natural. Sólo el de Islandia (ahora mismo muy activo) y los de la Antártida, liberan emisiones sulfurosas, CO2 (dióxido de carbono), metales pesados y todo tipo de venenos a la atmósfera en cantidades incalculables, 100 veces más al día de lo que emiten los vehículos de combustión reunidos de toda la tierra. Hasta radiación, pues durante el camino de gases y lava, numerosos elementos radiactivos se cruzan en la inmensa “olla a presión” hasta liberarse.

Así que esta realidad científica es eludida por los ecologistas interesados en “manejar” los fondos públicos dedicados a la protección del medioambiente. No dicen: “el petróleo se acaba”, sino que su discurso va siempre encaminado a las emisiones de los derivados del mismo. Un discurso que antes justificaban por un “calentamiento global” que los científicos han ido refutando unos y cuestionando otros, y que ahora han cambiado por el concepto: “cambio climático”, todavía más injustificado y hasta absurdo, pues la Tierra no necesita de intervención humana para aplicar cambios climáticos de manera natural y sin un calendario fijo, algo que todavía no dominan los científicos, ni creo que lleguen a dominar nunca, a pesar de apoyarse en herramientas de cálculo de computación.

Lo que sí está claro es que todos en el planeta somos conscientes de nuestro papel y que debemos preservarlo. Cada gobierno destina una considerable cantidad de dólares para dicho fin. Pero eso no significa que las soluciones aplicadas sean adecuadas, ni que dichos fondos se destinen con inteligencia. Cuando encontramos incoherencias a la utilidad práctica de las soluciones, es porque se ha entrado en la misma dinámica corrupta del sistema político. Y cuando se cuestiona una práctica incoherente, la respuesta «oficial» la posiciona como «negacionista«, en vez de revisar y admitir los errores.

Resulta que la mayor toxicidad no proviene de los gases emitidos por los vehículos, pues se fabrican todos equipados con un catalizador y controlados en continuas revisiones. Y la parte más contaminante, el plomo, se eliminó de la gasolina. El problema viene de que esas cantidades de gases se unen a las emisiones por rozamiento de los neumáticos, que provocan que los gases no se liberen libremente a la atmósfera, sino que queden suspendidos junto a las partículas del caucho tratado químicamente, produciendo esa neblina alcaloide tan nociva, y que deriva en asma y otras enfermedades respiratorias. Los mismos edificios urbanos sirven de parapeto para mantener esa neblina permanente que llamamos “polución” o contaminación. Pero no ocurre en campo abierto, aunque circulen millones de vehículos, pues sin barreras, siguen libres por las corrientes de aire.

Que todas las noticias se dirijan al combustible derivado del petróleo no es una razón científica si no vienen acompañadas de la contaminación derivada de los neumáticos, pero no veréis la relación por ningún lado. Tampoco se observa que las compañías multinacionales se preocupen de cambiar los materiales que se utilizan en los neumáticos. Las inversiones se han dirigido exclusivamente a la fabricación del motor y coche eléctrico, inversiones que están pagando los usuarios que adquieren dicho vehículo, y que notarán (la tomadura de pelo) dentro de pocos años, cuando el valor del coche eléctrico que se adquiera se rebaje a la mitad. Un coche eléctrico seguirá emitiendo, a la capa más baja de la atmósfera, partículas nocivas mediante el rozamiento de los neumáticos, y sus baterías serán contaminantes por siglos, pero a estos lumbreras de la automoción, en connivencia con los políticos, no se les ha ocurrido mejor manera de sustituir a los vehículos de combustión, existiendo alternativas mejores.

Cuando le decimos a un ecologista que sustituyendo todos los vehículos de la tierra por los eléctricos, los volcanes seguirán emitiendo CO2 y gases tóxicos a millones de toneladas diarias, sencillamente nos denunciará a las autoridades por “negacionista” y camorrista. Si a eso le añadimos lo de los neumáticos, son capaces de mandarnos a la policía por “incitadores a la violencia”. Y todo viene porque los ecologistas están ya insertados en la clase política, una clase privilegiada que actúa sin consultar a expertos ni al Pueblo. Además dominan la Industria más importante de cada país, cargando sobre los usuarios cualquier conversión industrial, aunque sean monopolios desvinculados del Estado. Por eso, hablar de políticos y comerciantes e industriales es lo mismo, son las mismas personas. ¿Cómo podemos esperar una solución imparcial?

¿Por qué debemos pagar los usuarios todas las ocurrencias ecologistas de gobiernos y multinacionales? ¿Por qué no proliferan los paneles solares y se facilita el acceso a energías limpias, que resultan todavía más caras que las utilizadas comúnmente? ¿Por qué debo pagar nuevos impuestos y restricciones a la circulación con mi vehículo legalmente adquirido y con todos los impuestos pagados anualmente? ¿Por qué yo debo pagar y el dueño de un deportivo, como Ferrari, está exento de estas medidas?

Claro, todos estos porqués se reducen a un solo concepto: a una política corrupta que dirige nuestros destinos. Una política que no está al servicio del contribuyente, sino al contrario, resulta que el contribuyente, en su conjunto, es inferior y alimenta a una minúscula minoría de funcionarios y políticos, que se han aposentado en un trono señorial, como en la Edad Media, siendo ahora dueños de todos los poderes directivos. Los actuales dirigentes se han descarado: resulta que no criticaban al antiguo régimen ni a la Iglesia por su poder y por las decisiones “despóticas” que tomaban en minoría, imponiendo su voluntad al todo, lo que realmente querían era sustituir a estos poderes fácticos, en el nombre del Pueblo, de la Libertad y la Democracia, una práctica todavía más ruin que las realizadas en el antiguo régimen, donde todo el mundo sabía quién era. Hoy en día, solamente siendo millonario puedes ser respetado como individuo. Durante el antiguo régimen, no cabe duda de que también, pero existían leyes que nos protegían de los usureros, violadores, malversadores, etc, y hoy en día la Ley está sufriendo descontrol y abandono a todos los niveles, por culpa de permitir el mal gobierno.

Las políticas para la protección del medioambiente no son una excepción, y se puede comprobar que aquellos militantes voluntariosos y trabajadores de antaño, se han convertido en altos cargos públicos con trajes de Armani y que viajan en Audi con chofer, regentan un chiringuito de alquiler de motos acuáticas en la playa, en la misma donde mandaron derribar un hotel, gracias a su Ley de Costas, y tienen becarios que rastrean las redes sociales en busca de “fascistas” como yo, que pregunta con sarcasmo: “¿Qué se puede hacer con los volcanes? ¿Taponarlos?”.

César Metonio.

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