Nunca ha habido un periodo de 5 años en la Historia de España con tantas elecciones para elegir a los representantes políticos del Pueblo como estos últimos que estamos viviendo. Elecciones municipales, autonómicas y generales, en cada convocatoria aparecen estos profesionales del “parloteo” como charlatanes de feria para prometer el oro y el moro, y nosotros como borregos, confiando una vez más en esta plaga de predicadores que nunca termina por conceder, una vez subidos al poder, nada de lo prometido. El 28 de abril del 2019 nos han convocado para otras elecciones generales con el aliciente de otra fuerza política que se suma a la fiesta, un partido que ya ha dado que hablar sobradamente en Andalucía, llamado VOX, y que se supone representa a la España más conservadora, y que también pretende sumar suficientes escaños en el Congreso de Diputados como para enredar todavía más en este “sucio” suelo patrio.

Las dos semanas del 8 al 21 de abril serán fundamentales para todos los partidos, y se redoblarán las charlas (de donde deriva la palabra charlatán) en los mítines y debates en los medios de comunicación, ya que se debe respetar el periodo de “reflexión” que la Ley Electoral estipula, donde las distintas fuerzas políticas deberán callar hasta que se emita el voto.

Los que estaban cansados del bipartidismo PSOE-PP lo están viendo todo de forma optimista, ya que ahora existen al menos tres fuerzas políticas que pueden aspirar a gobernar con garantías de «mayoría»: las mismas que forman dicho bipartidismo más Ciudadanos, que dice ubicarse en el centro de la balanza, quedando en los extremos opuestos Unidos-Podemos (si no se pelean de nuevo y van por separado) a la izquierda y VOX a la derecha. Pero el que lo ve de forma desinteresada y todo lo objetivamente posible: mismos perros con distintos collares y similares discursos. Los que no cambian los discursos son los partidos regionalistas e independentistas, que buscan alianzas con los grandes partidos para conseguir más dinero de Madrid. ¡Ah bueno! Se me olvidó comentarles que todo esto es cuestión de dinero, pues eso viene sobrentendido cuando se habla de charlatanes, que suelen cobrar por palabra, y algunos a mil euros por palabra, así que vale la pena su esfuerzo.

Hoy mismo he visto un programa conducido por el aventurero Calleja que seguía a Pedro Sánchez, nuestro actual Presidente, durante un día de campaña, y le señalaba que en los primeros 20 minutos de aparición pública, ya había lanzado 20 promesas a su audiencia. Al PP los veo algo diluidos y sin una estrategia muy clara, quizás porque se huelen algún varapalo, y sólo veo que bromas al Candidato Pablo Casado por sus tesis doctorales atribuidas o ciertas. Al primero le diría: “¿paqué prometes si ya eres Presidente?”, y al segundo le conminaría a seguir guardando silencio, pues es una estrategia que da buenos resultados. Un ejemplo de excelentes presidentes que nunca decían nada fueron Zapatero y Rajoy, que serán recordados, al menos por mi, como “dos que arruinaron España todavía más”.

Porque lo único que nos importa a los españoles en general son los recibos de la luz, el agua y el combustible, la hipoteca o el alquiler de la vivienda, que nuestro salario y pensión esté en consonancia al nivel de vida y tener los mismos derechos todos los españoles sin distinción. Pero curiosamente, ninguna de las fuerzas políticas ofrece en su programa un proyecto serio que realmente nos garantice un futuro por este camino. Nos hablan de medio ambiente, de la momia de Franco, de Cataluña (nunca antes un presidente catalán fue más querido y odiado en la Historia como Puigdemont), del peligro de la extrema izquierda y derecha, de Venezuela, de las puertas giratorias, algunos de corrupción (algo que no termina), en fin, hablan de todo pero nadie promete ni mucho menos cumple lo que realmente nos importa. Los charlatanes embaucan con palabras convincentes, casi siempre con retórica y demagogia, para luego, una vez apoltronados en el poder, hacen exactamente lo contrario que prometieron. Sólo basta con repasar mentalmente lo que han hecho los últimos presidentes, ya que no hace falta la hemeroteca si se tiene un mínimo de memoria.

¿Y las demás fuerzas políticas que no esperan mayoría? Casi todos vieron la película de Eddie Murphy y siguen su eslogan que le dio éxito: “No votéis a ninguno de los anteriores”. Los charlatanes sin opciones instigan, amenazan y desprestigian como mejor estrategia. Utilizan el terror psicológico y escénico, haciendo partícipes a cada español de lo que le ocurre a cualquier persona sin fortuna en la vida. Si a alguien se le llevó el coche la grúa municipal indebidamente, clamará ante un Ayuntamiento corrupto e injusto. Fijará comparaciones con los países nórdicos y criticará la política económica, sacará una lista de 150 condiciones, pero en ninguna de ellas se leerá una mejora en los salarios, una bajada de los combustibles, luz y agua, ni una vivienda asequible para todos (de los desahucios se habla menos porque «la Banca siempre gana»). Estas cuestiones son para los charlatanes inalcanzables pues, al fin y al cabo, son charlatanes al servicio de las grandes empresas y banqueros.

El querido Alfonso Guerra fue el cerebro que “puso las reglas” a la democracia española justo antes de comenzar la década de los 80s del siglo pasado. Este señor introdujo las estadísticas y “enseñó” a los candidatos de su partido cómo se debe hablar en público. “Se les habla como a niños de 4 años”, dijo alguna que otra vez Felipe González, “porque esa forma de comunicarse nos otorga Poder incluso antes de ser elegidos para cargo alguno”, “hipnotiza a la masa electoral justo hasta después de haber depositado la papeleta en la urna con nuestro nombre”. No lo dijo literalmente como lo cuento, pero he resumido para hacerme entender, algo que no suelen hacer los políticos, usando ambigüedades y retórica, pues han aprendido que la hemeroteca les pasa factura. Pero los grandes maestros de hablar sin decir nada, como ya he comentado antes, fueron Zapatero y Rajoy.

Para finalizar, una anécdota. Hace unos días, de visita en casa de Rosalía, una mujer que sobrepasa los 60 años de edad y ha vivido Transición y Democracia, reflexionando sobre comentarios políticos de la Televisión, me sorprendió diciendo: “pero no existe nada mejor que la Democracia ¿verdad? No nos queda otra alternativa…” Este comentario lleno de resignación seguramente ya había sido madurado con tanta noticia negativa sobre los políticos españoles. Yo le respondí casi sin pensar: “hay muchas formas de gobierno, está la Tecnocracia…” Rosalía se sorprendió y confesó que no sabía a qué me refería. Le puse el ejemplo de Canadá o algunos países nórdicos, donde se mezclan los conceptos República-Tecnocracia-Monarquía, donde la Tecnocracia significa que los expertos en cada materia ocupan los cargos que tienen que ver con su profesión, los más preparados se sientan en los ministerios. Tecnocracia, sin los demás conceptos mezclados, significaría que las personas más capacitadas del país gobernarían, respetando las leyes fundamentales erigidas por el Pueblo. También le dije a Rosalía que hay ejemplos en la Historia Universal donde se probó esta forma de gobierno, pero el Hombre lo corrompe todo y también terminó en dictadura. Un ejemplo lo tenemos en Rusia con Putin, que se valió de un ejército eficiente de tecnócratas pero para gobernar él mismo en dictadura. El ejemplo se refleja en el actual Gobierno de España, donde nuestro presidente pasa por encima de la voluntad del Pueblo a base de Decretos Leyes, un mecanismo que sólo se debe usar en casos de extrema necesidad, como puede ser una gran catástrofe natural o guerra. Lo curioso de estos “decretazos” es que en teoría deberían cumplirse durante cuatro años, pero los siguientes en sentarse en el trono, aunque pertenezcan a partidos distintos, rara vez los derogan. Veremos el día 28 cómo se reparte el pastel de la Moncloa.

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