Corto: La Hoguera de las Vanidades

El verdadero sentido valenciano de las Fallas o de las Hogueras de San Juan se ha ido distanciando con el tiempo por una sociedad que no entiende de simbolismos ni metas espirituales, para medir todo por el consumismo y lo material. El dicho “tanto tienes, tanto vales”, que ya era antiguo cuando nuestro filósofo Séneca lo escribió, nos ha configurado en unos valores insustanciales y unas ideologías repetitivas sin sentido.

Dibujos descriptivos sobre las paredes de algunas frías cavernas, a falta de escritura, ya nos hablan del ancestral culto al fuego. En Occidente, los relatos de la Antigua Grecia corroboran la costumbre ancestral y Herodoto señala que es práctica común en todos sus viajes. Quemar lo viejo, empezar de nuevo, “desinfectar”, ese fue siempre el sentido de la Hoguera. Recapacitar sobre nuestros errores, quemar los odios y antipatías, ese era el espíritu del ser humano ancestral. Ahora, nos hemos convertido en una sociedad absurda que, lejos de cuidarnos, todo lo tergiversamos y hasta creamos lenguajes nuevos que nos separan, en vez de unirnos para buscar una mejora existencial.

Esas casas iguales, esas celebraciones ancestrales ibéricas del conjunto, para celebrar los solsticios, fueron variando su sentido para adaptarse a los tiempos. De pronto, algunos hombres y mujeres presentaron ropajes lujosos y exhibieron joyas de oro y plata, despertando la envidia de muchos. Quisieron construir su propia hoguera, pues la del pueblo quemaba trastos viejos y ya no lucía con la categoría suficiente. Apareció la propiedad privada, el comercio y la guerra, separando a los seres humanos en ricos y pobres, en libres y esclavos, terminando con la cultura ibérica y, con el tiempo, también con las hogueras que se levantaban en el centro del pueblo para quemar los malos augurios.

Pero también el Comunismo y todas esas filosofías distópicas que, piensan muchos filósofos modernos, son una creación del siglo XIX, con personajes como Juan de Lugo (siglo XVII-Escuela de Salamanca), Smith (siglo XVIII), Hegel, Marx, Engels, etc, también esas formas de convivencia fracasaron en el pasado remoto y menos alejado en el tiempo. Lo que ocurre es que olvidamos la Historia, así que nos repetimos constantemente. Y cuando no nos conviene lo sabido, cambiamos la Historia para que cuente otra cosa.

Ahora vivimos dos realidades socioeconómicas y políticas: La heredada de la propiedad privada, el Capitalismo pseudo-liberal del comercio, donde manda el dinero y donde se practica una esclavitud enmascarada; y la otra realidad más justa, teóricamente, donde la esclavitud es completa, decadente y abocada siempre al fracaso, por la propia corrupción de sus élites, o por presiones externas, esas que muestran sus joyas de oro y plata y que llevan al comunista a la envidia y a la violencia.

A la larga, según la Historia de la Humanidad, ambas fórmulas, explotadas hasta sus máximos niveles, fracasarán con seguridad. En ambos lugares y ambas políticas (o religiones) se plantan hogueras en el centro de sus pueblos. En ambos lugares (o el mismo con distintas políticas con el tiempo), aparece el fenómeno de la envidia, del levantar monumentos mayores, falos inmensos que eyaculan vanidad a raudales, provocando violencia y al fin guerra.

Solamente existe un factor común a tanta fórmula intentada y que impide que el ser humano consiga por una vez ser ese ser pacífico y “feliz”, y no es otro que el propio ser humano. Ese ser que gobierna, dirige (adoctrina) y administra, siempre es el mismo aunque cambien las doctrinas y políticas, aunque teóricamente parezcan perfectas. Estamos corruptos aunque diseñemos la más perfecta de las sociedades. Luego, no queda otro remedio que cambiar de una vez nuestra forma de gobernarnos.

Nos hemos acostumbrado a que otros nos guíen por el camino. No nos sorprende que de la nada aparezcan personajes que comprometan el futuro, personajes siniestros que se afianzan en el poder, que vulneran lo establecido y la Ley, que sus discursos indiquen lo contrario a sus acciones y que cuando se agotan las mentiras, argumente que “todo se hace por la Nación”. ¿No estamos ya cansados de lo mismo una y otra vez? ¿No va siendo hora de salir del bucle histórico en el que estamos sumergidos?

En Alicante la semana de San Juan está dedicada a la Mujer. No es un matriarcado, es un homenaje y tributo al ser más bello de la Naturaleza: a nuestras madres, abuelas, hermanas, esposas e hijas. Se viene haciendo desde hace al menos 25 siglos, pero olvidamos los ritos ancestrales, detalles que cambiamos por otros, quedando la quema del día 24 como único testimonio común.

Deberían acudir todas las feministas del mundo esa semana del 20 al 25 de Junio para contemplar y vivir el amor hacia las mujeres que se experimenta en toda la provincia de Alicante. Resulta una protagonista tan natural que hasta pasa desapercibida. Eso no nos priva de las excepcionales manifestaciones violentas de algunos hombres y mujeres que convierten su estadio ebrio en un estado salvaje. Suele pasar en todas las fiestas. Pero lo general es vivir una gran celebración, dedicada al fuego al fin, fuego directamente vinculado al hogar y a la familia, protagonizada por la madre de todos.

César Metonio

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