El Festival Burning Man 2019 se celebra entre los días 25 de agosto hasta el 2 de septiembre en el desierto de Nevada, en los Estados Unidos, en una “ciudad provisional” que se construye cada año llamada Black Rock, situada a unos 150 kms de Reno. El festival reúne a artistas de todos los estilos, músicos y público en general, en una semana vacacional de lo más variopinta, dejando atrás nuestro típico estilo de vida y el estrés que conlleva, para evadirse a un mundo de fantasía creado en una zona inerte por naturaleza y que el ser humano transforma radicalmente por unos días.
Sigo el Burning Man desde hace años, ya que se abre un canal en YouTube online donde seguir algunas actividades y escuchar la música ambiental del festival. Cuando comencé a seguirlo sobre el 2010 o 2011, tenía entendido que la iniciativa partió de colectivos profesionales vinculados a la Arquitectura y de varias capitales (Los Ángeles, San Francisco y Nueva York principalmente) y hasta vi un documental rodado a finales de los 90s con algunos de estos arquitectos explicando sus “movidas” para convertirse de “personas serias y responsables” en performance del Burning Man. Dicho video se eliminó de YouTube. Pero, lo que son las cosas, me parecía muy similar a las Fogueres de Sant Joan que se celebran en mi ciudad, pero a un nivel artístico y musical trasladado a los Estados Unidos, con sus toques culturales particulares y, claro, a un nivel de participación mucho menor, ya que este año, por ejemplo, más de 1.5 millones de turistas visitaron mi ciudad y en Black Rock suele rondar los 50.000 como mucho cada año, una cifra que no está nada mal para ser un festival de verano. A medida que iba documentándome sobre el evento, me di cuenta de que en realidad son Fallas o Fogueres de Sant Joan trasladadas al desierto de Nevada, aunque se le quiera dar otras connotaciones en el estilo de las celebraciones.
El Burning Man surgió de iniciativas de distintos colectivos y particulares en paralelo (y desconocidos entre si) que confluyeron en este desierto y que terminaron en una combinación de elementos visuales y de sonido que lo hacen único. Se quería seguir el espíritu de la cultura hippy (o contracultura), en un lugar “fuera del control gubernamental” y aislados de las aglomeraciones, siendo la premisa un punto de comunión entre todas estas iniciativas. La primera referencia data del año 1986 cuando en la noche de San Juan (solsticio de verano), dos amigos: Larry Harvey (fallecido el pasado 28 de Abril del 2018) y Jerry James montaron una fiesta en la playa de Baker (San Francisco). Dicha fiesta culminó con la quema del primer Burning Man, una estatua de madera con forma humana de 2,4 metros de altura. La escultora Mary Grauberberg, conocida de Harvey, aportaría su “motivación” cultural al hecho, y que la zona de playa fuese nudista, profundizó en que dicha motivación se vinculase a la contracultura. Al año siguiente, la escultura que construyó Jerry James medía 4,6 metros de altura y en 1988 cerca de los 12 metros.
En 1990 otros dos amigos, Kevin Evans y John Law celebraron un evento en el desierto de Black Rock lleno de connotaciones dadaístas y donde quemaron obras de arte y esculturas. Lo llamaron «Zone Trip #4». Mientras tanto, a los amigos de San Francisco no les fue nada bien, ya que las Autoridades prohibieron quemar la colosal estatua erigida en la playa. Los amigos de ambos eventos contactaron y decidieron trasladar la fiesta del Burning Man al desierto, junto con sus conceptos y motivaciones “contraculturales”. En esos mismos años fue ganando la postura “Burning Man” sobre las demás propuestas culturales y ya se conocía el evento con dicho nombre. A partir de 1996 se acotó la ciudad provisional con vallas y se establecieron un mínimo de normas cívicas para contentar a las autoridades, como la prohibición de armas de fuego y perros, la no circulación de vehículos de cuatro ruedas, salvo los artísticos, zonas de servicios, etc. Como todos los eventos que superan las previsiones más optimistas, a medida que ganaba el festival en popularidad y grandiosidad, más diferencias surgieron entre los organizadores, quedando sólo Larry Harvey de los fundadores y Law, distanciado y muchas veces enfrentado, en un segundo plano.
Los principios fundamentales del Burning Man pretenden motivar una nueva sociedad temporal, cuyos ideales y reglas principales son: “Todo el mundo es bienvenido”. “Subsistencia a través de la economía del regalo” (sin esperar nada a cambio). “prescindir de todo proceso comercial” (salvo compra de hielo y bebidas no alcohólicas, con beneficios destinados a obras sociales). “Supervivencia en el desierto” (experiencia de la vida). “Respeto de libertades propias y ajenas” (el nudismo es algo más que opcional). “Cooperación en la comunidad” (colaborar en estructuras comunes a todos). “Higiene” (sobre todo en lo que respecta a la recogida de basura producida). “Participación” (se busca gente activa y que demuestre su talento artístico latente junto a la experiencia de supervivencia en la Naturaleza).
La prohibición de los espectáculos con fuego desde hace unos años no ha restado al festival demasiado en cuanto a efectos visuales, ya que las luces de neón y el colorido por toda la ciudad es impresionante cada año. El precio de la entrada varía desde los 156 euros hasta los 1168 euros, dependiendo del tipo de “vacaciones” que queramos, ya que con la entrada VIP, se tiene derecho a todos los conciertos y actividades que se produzcan en los mejores sitios para la visibilidad y comodidad de las salas y escenarios dispersos por la ciudad. A fecha de hoy, todavía quedan entradas a la venta.
La música principal del Burning Man es la electrónica en todas sus variantes, aunque principalmente gusta del Trance. Pero también se suele escuchar House y Tecno de los 80/90s. Se tienen programadas actuaciones en directo y numerosos djs. de nivel internacional para amenizar cualquier momento del día y la noche. Las construcciones artísticas y el ambiente desértico resultan un contraste inolvidable, una experiencia que todo el mundo recordará durante toda la vida. Si se sigue el espíritu fundacional, habrá que comprobarlo. De momento, se perdió su secretismo, que lo mantuvo puro y hace ya años que las grandes multinacionales metieron mano, incluido Google. Pero si se vive en condiciones aproximadas al ideal de libertad por el que se fundó, ya vale la pena. Hasta que llega la quema del “Burnin Man”, un momento mágico y afín a todas las culturas del mundo, sobre todo a los que conservamos esa costumbre milenaria de quemar, de renovarnos, y la hemos enriquecido a grandísimo nivel artístico.