En el mes de julio del 2023 se cumple el 150 Aniversario de un alzamiento revolucionario obrero ocurrido en la localidad de Alcoy, una de las ciudades más industrializadas de Europa durante el siglo XIX. Los hechos pasarían a la Historia como “la Revolución del Petróleo” o Revolta del Petroli en valenciano, elemento, el petróleo, que protagonizó aquellos trágicos momentos, cuando su fuerte olor dominó en el ambiente y las llamas envolvieron casi un cuarto de las edificaciones de una populosa ciudad que en dicha fecha sobrepasaba los 33.000 habitantes.

Aunque los libros de Historia escolares españoles nunca se han detenido en esta fecha señalada (ya que no se trata de Madrid o Barcelona), cabe decir que “El Petroli” fue noticia en toda Europa y el referente de la lucha obrera en España y en el Continente, tanto su parte occidental como del este, con gran repercusión en Rusia y los países de la que se formó la posterior Unión Soviética. Prueba de ello fue que en Alcoy se abrió una de las primeras academias  para aprender ruso en España, a finales del siglo XIX. Solamente los movimientos obreros de París, ocurridos dos años antes, tendrían más repercusión que los de esta localidad alicantina durante dicho siglo. Los padres del Socialismo y del Marxismo tomaron nota de aquellos trágicos sucesos alcoyanos y el filósofo Engels (“la mente lúcida de Marx”) los referenció como ejemplo de sus conclusiones revolucionarias.

En un 7 de Julio de 1873 más de 6.000 obreros se reunieron en asamblea en la plaza de toros de Alcoy para debatir el estatus qvo laboral. La principal asociación sindicalista, la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores), fundada en Londres una década antes, contaba en Alcoy con más de 2500 afiliados. En esa primera etapa el sindicato se llamó simplemente La Internacional, refundándose en 1922 la que se llamó definitivamente AIT (llamada Segunda Internacional también). En la plaza de toros se reunieron trabajadores de las comarcas de Alcoy y de la vecina Cocentaina, prácticamente todos los empleados de las fábricas que revindicaban mejoras salariales y de vida, y por los que se solicitaba secundar una huelga general indefinida, algo que ocurrió al día siguiente, el 8 de julio de 1873. Esa sería la fecha de partida que repercutió a nivel nacional. Se sumaron más de 10.000 obreros a la huelga en dichas comarcas.

Una década antes Alcoy se puso en el punto de mira de las ciudades europeas pero por otro motivo, por el Urbanismo. Tras casi dos décadas solicitando un ensanche de la Ciudad, pues su centro urbano se encontraba saturado, Madrid concedió por fin los permisos. Durante la década de 1860 se llevó a cabo una impresionante obra de relleno de barrancos y de trazado de nuevos barrios, con avenidas y calles que establecieron el ancho estándar de las vías en toda España (8 y 4 metros), así como se aplicaron los nuevos sistemas de alumbrado y muebles urbanos más modernos del momento. Se trazaron las vías actuales que conectaban los edificios importantes (nuevo hospital, matadero, ferrocarril, etc. que también sirvieron de modelos en esa época), hasta entonces con accesos viarios dificultosos. De modo que las ciudades españolas más importantes, y capitales europeas como Londres y París, tomaron el ensanche alcoyano como referencia para sus futuras intervenciones y propios ensanches urbanos. La conexión Londres-Alcoy fue constante, y todavía se podía leer en los 1990s el nombre de una firma inglesa de ferrocarriles y carbón pintado en una fachada, cerca de la estación de tren, propietarios durante más de un siglo de un gran solar que ahora se encuentra en zona urbana (suscitó polémica en su momento), pero entonces suponía el perímetro y salida a la Carretera de Valencia. Dicho contacto con los trabajadores venidos de Inglaterra, a parte del incipiente deporte del Fútbol, sin duda sirvió al proletariado alcoyano para “mantenerse al día” de lo que ocurría en las Islas Británicas y viceversa.

Pero la Industrialización en Alcoy no fue un fenómeno espontáneo aparecido de la nada en el siglo XIX. Ya a finales del XVIII contaba con un amplio abanico febril dedicado principalmente al Textil y Papeleras. El botánico Cavanilles contó hasta 40 fábricas solamente en el río Alcoy a su paso por la ciudad. En éstas se elaboraban los uniformes militares españoles, a través de su Real Fábrica de Paños. Abastecieron por ejemplo al primer ejército estadounidense en su Guerra de la Independencia, con Juan de Miralles (de Petrer), amigo de Washington, como intermediario principal. La ciudad colaboró con 3000 libras de oro a la causa estadounidense, una cantidad desorbitada en la época. Y también en Alcoy se elaboró el Papel Oficial del Estado. Surgieron desde 1750 las primeras marcas multinacionales, elaborando papel de fumar para todo el mundo.

A finales del XVIII ya surgieron los primeros movimientos obreros en Alcoy, en plena Revolución Industrial, cuando los trabajadores alcoyanos protestaron, muchas veces violentamente, por la adquisición de maquinaria (ludismo) que restaba puestos de trabajo y significaba despidos indiscriminados. Los gremios alcoyanos entonces constituidos desde la Edad Media (tejedores, tintoreros, fundidores, albañiles, etc), se tornaron “insuficientes” ya en el siglo XVIII, pues protegían cada uno a su modo y de forma cerrada, por lo que se propició la constitución de nuevas reglamentaciones colectivas (lo que llamamos hoy en día convenios) que, desgraciadamente, no han llegado completas a nuestros días, pues durante la Guerra Civil del 36 se perdieron la mayor parte de los archivos históricos municipales, religiosos y particulares.

Con esto quiero significar que el “movimiento obrero” siguió en Alcoy un proceso más que centenario y no se detuvo hasta dicha Guerra Civil de 1936. Lo ocurrido en 1873 fue la consecuencia de dicho largo proceso obrero, y que solamente requirió de “voces” de arenga convincentes, en esa ocasión, voces anarco-sindicalistas que no fueron nativas, la mayoría provenientes de Valencia, Madrid, Barcelona y puntos de Andalucía y la Mancha, pero que encontraron una masa proletaria “unida y dispuesta” a la Revolución, en una ciudad que respiraba Modernismo en todo lo amplio del concepto, donde se superaban las 250 fábricas, y un tercio de la población era obrera.

Resulta curioso que los historiadores comparen las condiciones obreras de aquel tiempo con el actual y se escandalicen por las “malas condiciones de vida” de los obreros en las fábricas y en sus viviendas, olvidando lo obvio, que no es otra cosa que compararse con total objetividad. Si bien es sabido que hoy en día se vive con unas aceptables medidas higiénicas y de bienestar, lo cierto es que no se consigue por el fruto del trabajo propio. Un chico/a de 18 años que encuentre empleo por primera vez, no puede pagar una vivienda digna, comer holgadamente ni vestir con decencia si no obtiene un crédito bancario sangriento y/o la ayuda familiar, hasta que pueda valerse económicamente. Eso lo obvian los historiadores a la hora de comparar. Mi bisabuelo paterno trabajó con 20 años de edad y desde 1895 en una fábrica de Papeleras en Alcoy, cobraba 2,5 pesetas semanales y consiguió adquirir una casa en el centro en propiedad y criar una familia con cinco hijos, todos escolarizados. Eso es algo impensable en la actualidad. Por aquel entonces una vivienda modesta de provincias podía costar entre 500 a 700 ptas. que, a plazos, a través de una Caja de Ahorros, podía ser tuya en 10 años. Nuestra Ley Hipotecaria en vigor, data de 1908, y nunca se ha revisado, a pesar de que se han sucedido todo tipo de gobiernos y gobernantes.  Para un chico de 18 años con trabajo, hoy en día conseguir por si mismo una vivienda resulta imposible, ni siquiera de alquiler, cobrando 250 euros semanales. Ni siquiera un banco le prestaría el dinero sin avales. De modo que los historiadores deben comparar correctamente y, aunque resumido en exceso, voy a tratar de “aclarar” los hechos del Petroli desde los puntos de vista objetivos y no solamente desde el punto romántico y hasta absurdo que los políticos adoctrinadores intentan inculcar desde los tiempos de la Transición, siguiendo doctrinas que se remontan hasta dicha época de los sucesos.

Las condiciones higiénicas durante el siglo XIX eran escasas en las fábricas, pero también el todos los hogares españoles. Solamente tenían servicios y agua corriente los palacetes y grandes casas de los altos funcionarios y propietarios. “La higiene era un lujo” que en España no mejoró hasta poco antes de la Guerra Civil de 1936. Hasta los años 1920s los arquitectos sencillamente no diseñaban cuartos de baño ni retretes en sus “casas baratas”, más que alguno colectivo por planta o público en el exterior. El agua había que traerla desde una fuente pública o del río si te encontrabas cerca. Lo más corriente por el siglo XIX era depositar sobre un bacín (orinal) y echarlo a la calle (a desagües si existían) antes de salir al trabajo o a los quehaceres cotidianos. De manera que “mejoras higiénicas” los obreros no exigieron en 1873 más que el tiempo necesario para ausentarse para sus necesidades biológicas.

Las protestas en 1873 eran salariales. Todo hay que decirlo, los anarquistas miraban con envidia los inmensos beneficios que en Alcoy se repartían unos cuantos industriales, cuando consideraban que el trabajo total, la producción, estaba en manos obreras. “¿Por qué ellos tanto y nosotros tan poco?”. Hay que llamar a las cosas por su nombre, y la envidia fue el principal motivo de las protestas (en contraposición a la avaricia del industrial). Entonces se pagaban muy pocos impuestos, la mayoría indirectos (al consumo y al lujo), pues venían gravados en los productos. De modo que 2 pesetas semanales era un jornal neto y más que suficiente para vivir y ahorrar (Tesla cobraba 1 dólar semanal en Nueva York, menos de lo que se cobraba en una fábrica de Alcoy), pero con dicho sueldo, ni por asomo se podía conseguir la vivienda y el lujo que exhibía un industrial.

Hoy en día se dedica el 60% de nuestra vida laboral para el Estado, más otra parte grande en conceptos de IVA y otros impuestos a los productos, que supera otro 20 % de dicha vida laboral. Por un escaso 20 % no vivimos en un estado socialista puro. Podemos perfectamente valorar 2 pesetas de plata de 1873 en unos 60 euros actuales de 2023 (coincide con el precio de la última moneda de plata acuñada en 2021 a 30 euros por unidad). Entonces se podía vivir con 2 pesetas pero hoy en día resultarían insuficientes los 60 euros semanales equivalentes, por culpa de la especulación y los impuestos, algo que no nos cuentan los políticos porque prefieren tenernos engañados y cuentan la Historia como les interesa. Sin los impuestos, los 60 euros se convertirían en 120 al menos, unos 480 mensuales. ¿Les suena la cantidad? Pues si, curiosamente coincide con las ayudas que el Estado suele otorgar: en torno a los 430/480 mensuales. Y es que los políticos siguen viviendo en el siglo XIX. Por un lado los políticos critican los bajos salarios que las empresas imponen, pero ellos mismos otorgan ayudas insuficientes, limosnas, siguiendo la misma praxis de empresarios y banqueros. Parece que se odien cara a la galería, pero en el fondo se aman.

El alcalde de Alcoy era en 1873, don Agustín Albors Blanes, que pertenecía al Partido Republicano Federal. Para entender lo sucedido con más exactitud, Don Agustín era Industrial, de amplia familia de fabricantes, pero su tendencia política e ideales lo situaba más cerca del obrero que del patrono (en teoría). La familia Albors se construyó un palacete en la zona más moderna del ensanche antes referido, un edificio de estilo Modernista declarado Patrimonio Protegido y que todavía es visible a pies del Parterre, una zona ajardinada que fue el centro, durante casi un siglo, de numerosos actos festeros en la famosa Fiesta de Moros y Cristianos. Se hace necesario también un pequeño resumen del momento histórico vivido, y no solamente en la localidad sino en España.

Durante el siglo XIX sufrió España los momentos más catastróficos de su Historia. Más de un millón de muertos costaron la expulsión de las tropas napoleónicas y luego británicas de suelo patrio. También se contaron alrededor de tres millones de muertos durante las guerras americanas de Independencia y afrontar hasta tres guerras carlistas. Al menos dos generaciones de jóvenes en edad de combatir desaparecieron violentamente de España, y los que no, sucumbieron por miles en varias epidemias de cólera que proliferaron. En 1848 y bajo gobiernos militares, se vivió una “Revolución Liberal” siguiendo la corriente revolucionaria que se vivía en Europa, sobre todo en Francia, y se fundó el Partido Demócrata. Los historiadores coinciden en dar a esta fecha como el comienzo de la Edad Contemporánea. En 1868 se proclama la I República Española. En este contexto político confuso y violento se desencadenó la Revolución del Petróleo. Políticos de la clase burguesa, militares y religiosos seguían dirigiendo, hubiese o no una monarquía en España.

Severino Albarracín Broseta, un anarquista natural de Lliria, miembro del Partido Republicano Federal (como el Alcalde Albors), representó a los miles de huelguistas en calidad de Presidente del Comité de Salud Pública de Alcoy. Otros cabecillas de la Comisión de Correspondencia y Estadística de la sede nacional alcoyana fueron Francisco Tomás (albañil), Miguel Pino (ajustador, de Ciudad Real) y Vicente Fombuena (fundidor, de Alcoy). Albarracín, que también fue maestro de Primaria, según las crónicas de los testigos, demostró públicamente que “la proclamación de la República no cambió la política de las instituciones, que seguían siendo las mismas, ni permitían el Progreso y la Justicia” (vaya, curiosa exposición que podemos extrapolar a nuestro momento socio-político). Desde las primeras movilizaciones multitudinarias del mes de Marzo, con manifestaciones que superaban los 10.000 trabajadores por las calles de Alcoy, se exigió una reducción de la jornada laboral, de 12 a 8 horas, y un aumento del salario. En el mitin celebrado en la plaza de toros el 7 de julio se elaboró el manifiesto que se aceptó por unanimidad, con las dos exigencias como puntos fuertes, prometiendo llevar la huelga hasta sus “últimas consecuencias”.

El día 9 don Agustín Albors se reunió con gran parte de los fabricantes en el Ayuntamiento, manifestando éstos que las exigencias eran exageradas y no se podían admitir. En plenas negociaciones, se fueron agolpando miles de trabajadores en la Plaza de San Agustín, entonces llamada de la República. Don Agustín comunicó a Albarracín y a Fombuena que coincidía con los fabricantes en que las exigencias eran exageradas, caldeando el ambiente en la plaza tras saberse el rumbo que tomaban las consultas. En paralelo, las fuerzas del orden, constituidas por la Guardia Municipal mayormente, se dispusieron, con todos los efectivos disponibles, en posición de asedio tras ver que la plaza se llenaba con más de 10.000 trabajadores enojados, que vitoreaban proclamas y amenazas. Don Agustín vio peligrar el orden y el civismo. Como radical republicano, estaba confiado en su autoridad, siempre respetada por las dos partes en conflicto, así que sin pensarlo demasiado, se asomó al balcón municipal y descerrajó unos tiros al aire para calmar a la multitud. Pero el gesto no se recibió como el alcalde pensó, más bien al contrario, pues los guardias comenzaron un tiroteo contra la multitud, matando a una persona e hiriendo a otra docena. Ese “fallo de comunicación” le costaría más tarde la vida al alcalde, además de a otra veintena de personas.

Inmediatamente el Alcalde ordenó la salida de los fabricantes y se encerró en el Ayuntamiento con 32 guardias que se posicionaron en las ventanas y balcones para defenderse. Según los testimonios, los trabajadores se enfurecieron de tal modo que se armaron con todo tipo de utensilios, los que no iban preparados, porque algunos enfundaban escopetas y otras armas de fuego (se requisaron hasta arcabuces de las fiestas), con las que amenazaron a los fabricantes que identificaban por la calle, secuestrando a un centenar de ellos. El mal ambiente se intensificó hasta la locura. Comenzó a correr el petróleo primeramente en algunas fábricas cercanas, hasta llegar al propio Ayuntamiento, que permaneció asediado durante 20 horas, hasta que el fuego y el humo hizo insoportable la estancia de los sitiados. La rendición les costó a éstos siete muertos, pero los defensores habían matado a tres amotinados, por lo que la rendición del alcalde les supo a poco, ensañándose con él, apuñalándolo repetidas veces y arrastrándolo por el suelo, lo sacaron del Ayuntamiento y continuaron con las vejaciones por las calles de la ciudad. Por ese momento, el pobre don Agustín sería recordado como “Pelletes” por el pueblo alcoyano.

Las cifras oficiales dan como 15 el número de muertos, pero otras fuentes consultadas rondan los 23. Los más exaltados se asomaron al balcón del Ayuntamiento en llamas y proclamaron Alcoy como una república independiente de España, proclamación que duró más de un mes, pero que nadie tomó en serio, aunque en la práctica así sucedió. Al mando de los sublevados eligieron a Severino Albarracín, como Presidente de la Salud Pública de Alcoy. Pero el día 12 de Julio, por la noche, los cabecillas y miembros más relevantes de la Internacional huyeron a Madrid, sabedores de que se preparaba una salida de tropas desde Alicante para tomar la ciudad. El día 13 entraron en la ciudad los soldados sin encontrar resistencia alguna.

La versión que escucharon los mandos militares al llegar al Ayuntamiento fue de lo más insólita, ya que convinieron en “echarle las culpas al muerto”. Todos contaron que el Alcalde, «por no querer renunciar a su cargo, petición pacífica efectuada por los amotinados, provocó con sus primeros disparos aquella terrible violencia». Fue una “verdad a medias”, pues según los testigos, sus disparos al aire se tomaron como un toque de corneta al ataque. Pero quien conoció medianamente a don Agustín Albors, aseguró que en su mente nunca pasaría la idea de un baño de sangre por su querida ciudad.

Tras las noticias de la rebelión cantonal de Cartagena, las tropas del ejército abandonaron Alcoy y se dirigieron a Murcia para reprimirla. Los trabajadores, esta vez sin líderes claros, volvieron a adueñarse del Ayuntamiento y de la Ciudad. Obligaron a los industriales a reducir la jornada laboral y subir los salarios. La situación duró hasta Septiembre, cuando se presentó un juez instructor con 200 guardias civiles, durante casi un mes los obreros mandaron en la ciudad. Sin duda se trata del primer ejemplo de una ciudad «anarquista» de la Historia, aunque no fuese un poder pleno para los trabajadores.

Albarracín, el portavoz obrero en la Revolución del Petróleo, murió cinco años después de tuberculosis y “escondido” en Barcelona, tras un periplo viajero por Europa, donde conoció a los máximos responsables de los movimientos Marxistas y de la Internacional. Su médico comentó que en sus últimos momentos recordó con pesadumbre los hechos violentos de Alcoy, y pensó en voz alta que “nunca más se estará más cerca de conseguir una sociedad proletaria”. Posiblemente tuvo razón.

Las represalias fueron inmediatas a los procesos judiciales comenzados en Septiembre. De los más de 700 detenidos, casi 300 fueron procesados. Muchos fueron perdonados en la Amnistía de 1876, pero catorce años después todavía quedaban seis condenados en prisión por los hechos de Alcoy, que no fueron tenidos en cuenta en las sucesivas amnistías. «La justicia pudo esclarecer los hechos, pero no pudo identificar de manera fehaciente a los culpables». Claro, los cabecillas e incitadores principales escaparon el día antes de la llegada del ejército, aunque se pudo identificar a alguno, pero a la “segunda revolución”, en la que no hubo muertos pero si chantaje e ilegalidad por todos lados, no se podía encerrar a los más de 10.000 culpables. Así es la justicia, como una lotería, como esa dama con los ojos vendados que sopesa en la balanza quién tiene derecho a la libertad y quién no.

De modo que quedaron los alcoyanos envueltos en una aureola violenta y durante muchas décadas fueron sinónimo de asesinos y revolucionarios en toda España. Proliferaron numerosos vocablos locales en todo el territorio nacional, porque los chavales imitaban el lenguaje obrero alcoyano de la época, como más tarde ocurriera con el Cine y el hablar de los gánsteres. De aquellos tiempos queda todavía la costumbre de “mandar a hacer puñetas”, palabra que proviene del textil alcoyano, de un recinto especial donde se elaboraban los puños de las camisas y otras prendas, y que estaba separado del resto de secciones de la fábrica. Dicha palabra se usa en la actualidad para distintas expresiones.

Los socialistas de la actualidad se apuntan los logros laborales conseguidos históricamente, pero es una verdad «a medias». Mucho antes de la fundación en 1879 del Partido Socialista Obrero Español, los españoles ya llevaban décadas luchando por conseguir las jornadas de 8 horas y subidas “racionales” de los salarios. Prueba está en este mismo escrito, en una Historia, “la Revolución del Petróleo”, que debería estudiarse con más atención en colegios y universidades, pues trató de conseguir un derecho para los trabajadores que nunca se ha conseguido en su totalidad en España, lucha que causó muchas víctimas y que los políticos ocultan para contar su propia versión histórica, para manipular dicho derecho, estableciendo el despido libre y jornadas sin descanso semanal; a salarios realmente insuficientes para la vida. Sí, resulta triste que un partido llamado PSOE, en pleno año 2023 permita que los trabajadores estén más indefensos que en 1873, sin sindicatos y sin líderes que planten cara a las injusticias laborales. Porque nos tienen “encerrados” en una fantasía infinita de que el Estado mira por todos, cuando nadie mira por nadie.

La Revolución del Petróleo fracasó en su cometido. Los industriales salieron fortalecidos y rebajaron el salario hasta donde quisieron. Siguieron trabajando niños y mujeres y a jornadas de 12 horas, pero amigos, en pleno siglo XXI siguen esas mismas jornadas en el textil alcoyano y en otros lugares y sectores, aunque las mujeres cobran algo más y está prohibido contratar a menores. Algo es algo. Decir que han mejorado las condiciones de hace 150 años, al menos por mi parte, diría que no mucho. Todos tenemos derecho a ganar dinero con nuestro trabajo, pero con solamente dicho trabajo no se puede vivir. Por otro lado, los políticos siguen sin querer crear empleo, que es todavía peor que vivir en el XIX.

Todos tenemos que hacer “algo más” que 8 horas diarias si queremos prosperar, y eso es algo que no ha cambiado en 150 años. Una verdadera pena. No interesa que se estudie demasiado aquella época porque comprobaríamos lo poco que hemos avanzado como sociedad en una España que siempre está enfrentada por los mismos intereses y por los mismos políticos de siempre, que son el verdadero lastre del que debemos desprendernos. Sus malas políticas económicas efectuadas desde 1976 han provocado, en el caso de Alcoy,  un importante núcleo industrial durante siglos, que ahora soporte más de un 40 % de desempleo y sea la única ciudad de la Comunidad Valenciana que ha bajado en número de población (tiene ahora menos habitantes que en 1930). Si en el siglo XIX era la tercera ciudad más poblada de toda la región valenciana, en la actualidad es la 7ª, pero de la provincia alicantina. Los políticos ven cerrar empresas como ven romper las olas en la playa: tranquilos y sin complejos.

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