Las recetas más antiguas que guardo son de repostería para Navidad, una libretita escrita en el año 1921 sobre tortas de bizcocho con almendra y dulces diversos que mi abuela escribió siendo joven (22 años) y que luego sirvió para que las monjitas del Convento de Bocairent prepararan lo que durante décadas fueron los más deliciosos presentes de Navidad que una familia podía compartir. Resulta más que probable que dicho recetario se copiara de otros mucho más antiguos, al menos de mediados del siglo XIX, ya que los pesos y medidas se regían por el antiguo mecanismo de pesos y medidas del Reino de Valencia, antes de que se adoptase el kilo y el litro (empezó a usarse en 1879), y que la libretita fuese un primer intento por ir adaptándose a las nuevas medidas. Un kilo equivalía a 34 onzas, según dicha libreta, por ejemplo.

Para añadir el azúcar, por ejemplo, se usaba media nuez y por eso parecen medidas codificadas, ya que se omitía el sustantivo para decir “1/2 de azúcar” o “2 medias de azúcar”, suponiendo que todo el mundo en aquella época sabía que se refería a media nuez. Confundir “media nuez” con media onza o libra, otras medidas que se utilizaban, podría resultar catastrófico. Os comparto algunas recetas escritas por mi abuela y que David, un amigo de Bocairent, me facilitó hace unos meses del patrimonio conventual. Las escritas a máquina son las últimas y se escribieron (años 80s) en una vieja máquina de mi padre que le fallaba la letra “q” y el “1”. El cómo llegaron las recetas al convento no lo tengo muy claro. No sé si ya se preparaban en el Convento de Bocairent y mi abuela las copió para las nuevas monjitas que entraban, o si proceden de algún convento alcoyano que luego mi abuela y mi tía llevaron consigo, ya que mi tía Guadalupe fue novicia primero en Alcoy (1919) y luego se trasladó a Bocairent para ser a los años, la última Madre Priora hasta principios de los años 1990s, en el lugar donde está enterrada. Mi abuela colaboró muy estrechamente con la orden de clausura que habitaba el Convento, todavía más que en otras, por ser su cuñada monjita allí por más de 70 años. Ambas fallecieron en dicha década.

Guadalupe Ferrando-Madre Priora centro foto

Las tortas de navidad eran de producción limitada, y llevaban mucha almendra, algo que le daba una textura al bizcocho muy particular, así como los dulces también se producían en poca cantidad. Exceptuando una pequeña parte que se vendía en la misma Bocairent, todo lo demás se repartía en Alcoy. El salón de la casa de mi abuela, todos los años y a principios de diciembre, se llenaba de cajas blancas de todos los tamaños: grandes para las tortas (tortadas o “tortaes”) y de distintos tamaños menores para los dulces. El más rico de todos era una especie de empanadilla rellena con una crema similar a la catalana, ya que sufría un quemado superficial, decorada luego con brillo de huevo. Era la favorita de todo el mundo y, de producirse el mismo número de habitantes de la ciudad, seguro que se vendía. Si mi abuela no hubiese apartado todos los años para nosotros, ni los hubiésemos probado. En un par de días las pilas de 10 cajas que llenaban el salón, desaparecían. Y siempre llegaba algún vecino que decía: “¿ya no te quedan Pepica? ¿Y ya no harán más?”

Llegando a los años 80s las pilas de cajas fueron menguando de año en año. Quedaban pocas monjitas y eran muy mayores, hasta que llegó un punto en que dejaron de producir tan ricos pasteles. De hecho, el mismo Convento cerraría las puertas al poco de morir mi tía. Me encantaría saber que alguno de vosotros continuara la tradición de estas magníficas reposteras, sería el mejor recuerdo para ellas, que rezaban a diario por todos nosotros. Pasteles de boniato (moniato en valenciano), con forma de estrella o corazón, cubiertos por azúcar cristalizado, explotando en la boca y deshaciéndose en una dulce crema. Bizcochos de almendra, con grandes cantidades de almendra dulce, manteniéndose su estructura (tardaban en endurecer), recubiertas de azúcar glasé y canela o rellenas de una dulcísima crema pastelera, los pastelitos de nata y crema… En fin, delicioso preámbulo navideño que no vio continuidad tras siglos de costumbre y que sería todo un acontecimiento que se recuperara.

Os comparto algunas recetas tal cual se usaban en el Convento, como un reto para “profesionales”. Las que parecen etiquetas son copiadas directamente de la libretita de mi abuela. Algunas, rescritas a principios de los 80s creo que podéis seguirlas con éxito, pero las antiguas ya menos. En estos días intentaré emular alguna de ellas para ver si me salen tal cual las recuerdo. Publicaré los resultados, tanto si alguno de vosotros lo ha intentado, como los míos. Así que animaos y si probáis a realizar alguna, me mandáis fotos (video si queréis) y comentarios en el mismo post o al e-mail qvo@qvo.es. Y si no os atrevéis, al menos quedan publicadas para el recuerdo, un recuerdo de cuando la Navidad era capaz de unir las familias y detener guerras, cuando por unos días se dejaba la rutina diaria y los problemas apartados para deleitar el paladar con estos sabrosos dulces navideños.

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