Una vez conocidos los resultados de las Elecciones Catalanas 2024, nos podemos preguntar si los políticos son seres de carne y hueso o están hechos de otra pasta, ya que el número de escaños conseguidos sea mayor o menor que las anteriores ediciones, todo lo simplifican como “algo positivo para el partido y para Cataluña”. Curioso.

Merecen estas elecciones varias lecturas. La primera es que nunca interesaron fuera de su territorio, pero desde hace una década los catalanes se han convertido en “el problema catalán”, y eso es muy triste, pues si todas las regiones actuasen igual, España sería ingobernable. Me gustaban más cuando conseguían hacerse visibles por conseguir ser “Región Más Emprendedora de Europa”, galardón que han conseguido al menos en dos ocasiones desde 1987. Pero han conseguido perder más poder adquisitivo, aumentar la deuda y gastos, y peor nivel de vida e inseguridad que nunca. Eso es lo que los catalanes les deben a sus políticos. Y ahora les pasan factura los votantes.

La siguiente lectura y, para mí, la más importante, la podéis comprobar en el gráfico que vemos a continuación. En éste observamos un ligero aumento de votantes, pero si en 2021 el 50 % fueron abstenciones, nulos o en blanco, en 2024 ha sido del 45 %, que sigue siendo una cifra esclarecedora de la cantidad de personas, en edad de votar, que no están de acuerdo con el sistema político imperante. Pero sigue esta clase política con su fantástico juego de poder y “haciéndose el sueco” de las necesidades de la sociedad, ignorando a casi la mitad de la población que no predica con el status qvo, que exigen un verdadero cambio político.

Claras las dos primeras perspectivas, nos queda la lectura que podemos sacar de los resultados jugando al mismo juego que estos políticos. Que el PSC (Socialistas Catalanes) del exministro Salvador Illa consiga ser la fuerza política más votada en Cataluña y que el PP recupere posiciones hasta conseguir los 15 escaños, nos obliga a echar la vista a atrás, a ver con total claridad que tanto en Cataluña como en el resto de España, siempre habrá dos partes enfrentadas y que se hacen inverosímiles los resultados. ¿Tan retrasados somos los españoles en general que seguimos confiando en los de siempre? ¿Tan retrasados somos que nos dejamos robar por los de siempre?

Una última lectura está dirigida al Independentismo que, en mi opinión, ha sido el más castigado por estas elecciones. El varapalo a ERC, vinculado al separatismo y no debería, pues sus siglas deberían ser entonces otras, puede costarles hasta su existencia como partido, pues de ser la primera fuerza en Cataluña, ha pasado a ser la tercera y a sólo cinco escaños del PP. Si los votantes hubiesen elegido a otros partidos separatistas, hubiese resultado hasta obvio como simple cambio de opinión, pero absolutamente todos los partidos independentistas han sufrido retrocesos importantes, excepto Junts per Catalunya que se ha mantenido y hasta aumentado tres escaños.

Como curiosidad de esta edición, cabe resaltar los dos escaños de Aliança, que son separatistas pero enmarcados en la extrema derecha, y han “arrebatado” quizás los votos de VOX (11 escaños) a estos votantes que eran separatistas pero no predican con las políticas “progres” vinculadas a la Izquierda. De todas maneras, repito, la sorpresa la ha dado el fracaso general de las políticas independentistas, probablemente porque los catalanes ya están más que hartos de que les cuenten siempre las mismas películas. 15 escaños directos perdidos de los partidos separatistas, más la desaparición en el Parlamento Catalán de numerosos partidos minoritarios que siguen esta tendencia (que podían sumar algunos escaños más), da cuenta de que ese hipotético dicho de que la mitad de la población catalana es independentista, no es una correcta afirmación, al menos en el presente 2024.

Vistas las lecturas posibles a estos resultados, barajando las alternativas para formar gobierno y sus posibles consecuencias (que es lo de menos, pues entre los políticos se arreglan), volvemos a la reflexión de la abstención, que es una masa electoral superior a los 2.2 millones de personas. Estas personas, en teoría, suponen una mayoría incluso si votaran a una fuerza política fundada por ellos mismos. Pero claro, no existe un partido que se llame “Partido de Personas Honradas”, pues el ánimo de lucro viene implícito con el oficio del político, así que dependemos de la “confianza”, confianza en que el recuento de votos sea correcto, en que el político siga el proyecto y programa electoral prometido y no se venda a otros partidos por conseguir la presidencia, etc, y mientras tanto, los problemas fundamentales de Cataluña y España sin resolverse, porque es más importante conseguir Mayoría. ¿Veremos a Puigdemont en el Parlament Catalá? Sin duda.

César Metonio

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