MonólogoLos idiotas del IKEA

Los políticos tuvieron una fecha clave para desmandarse: 1943, hace ahora 80 años, cuando un sueco fundó IKEA y, poco a poco, convenció a los usuarios, como idiotas, a comprar los armarios desmontados para que se volviesen locos en sus casas. Porque, a menos que te dediques a la carpintería profesional, hay que ser idiota para comprar muebles a piezas.

Esta empresa sueca tiene su sede fiscal en Países Bajos, porque de tontos no tienen un pelo, más bien al revés, llevan 80 años tomándolo a la gente. Y como funciona, los políticos comprobaron que se puede hacer cualquier cosa simplemente utilizando las palabras adecuadas y revistiendo sus intervenciones con la pompa y protocolo adecuados. Una bandera a sus espaldas y un micrófono delante dieron el crédito más que suficiente para convencer a cualquiera. Siguen haciéndolo y siguen engañándonos, se llame Putin o Sánchez.

IKEA aprovechó sobre todo la moda hipy y el “posmodernismo”. Luego «colaboró» con hipocresía en pro de la Ecología. Se ha ido adaptando a los tiempos para que siempre parezca que sus métodos de venta y su producto “valgan la pena” a su “precio justo”, convirtiéndose su sello en algo moderno, aunque sus diseños tengan 50 años o más, tal y como hacen los políticos con sus argumentos e ideologías. Porque somos idiotas: recorremos 50 kms o más (al precio que está ahora el combustible) para ir a perdernos en una gran superficie, seguir sus líneas “infinitas” (según me cuentan) y volver con algo a piezas cuando siempre falta alguna. Idiotas perdidos.

La praxis de “págame y te lo haces tú” ha llegado a nuestros días multiplicada por 1000. Ha llevado a miles de despidos y millones de desatendidos. Los bancos ya no hacen su trabajo, lo haces tú y encima te convencen de que se debe pagar por tener nuestro dinero guardado y con el riesgo de que ellos lo pierdan en una mala inversión. Pueden cerrar y dejarte arruinado cuando quieran. Todo eso en connivencia con el Estado, socio “honorario”, a quien tampoco le apetece trabajar y sus funcionarios solamente reúnen y guardan documentos. No buscan ni solucionan nuestras demandas, solamente registran. Saben que están «a nuestro servicio”, pero han perdido el respeto al contribuyente por completo. Pagamos por no usar el teléfono, la electricidad, el agua, etc. Si todo ello no es reconocido como un estado completo de esclavitud, es porque somos doblemente idiotas.

Si nos falta un papel, a pesar de que todo está interconectado, no se molestarán en ayudarte. Cambiar de nombre el titular de una furgoneta de casi 20 años me costó 400 euros, pagando dos veces un mismo impuesto de “sucesiones”, para un cacharro averiado, por no molestarse los funcionarios en comprobar la documentación. “Filosofía IKEA” para idiotas, porque somos nosotros quienes debemos exigir un mínimo de profesionalidad en los funcionarios, deberíamos protestar seriamente, pero no lo hacemos, regresamos a casa y nos construimos la documentación demandada por estos vagos, vagos que cobrarán del erario público 154.000 millones de euros en 2023.

España es una gran IKEA y los funcionarios, políticos y grandes corporaciones, son esos dependientes que sólo sirven para cobrar ¿tarjeta o efectivo? Sin molestarse en atender personalmente las dudas de los usuarios. Recuerdo que en los años 1980s ninguno de estos energúmenos conocía qué tecla pulsar en un ordenador, ni qué era un programa informático. Tuvieron que aprender en cursillos. Esos mismos que decían al cliente: “a sus pies, es un placer atenderle”, ahora ofenden a nuestros mayores, no los soportan, por no saber seguir la complicada interface de un cajero. Cuando funcionarios y empleados de grandes empresas no sabían (muchos todavía no saben) qué era un buscador web (Google, por ejemplo), protestaron hasta adaptarse a los tiempos, siendo ahora ellos mismos los que se niegan a ayudar a los ignorantes, olvidando que lo fueron poco tiempo antes.

Esa es la praxis IKEA, la que nos ha llevado a alimentar a vagos y maleantes, que descansan tras sus escritorios y atienden sólo a 10 usuarios diarios con cita previa. Ya no vamos cuando podamos, cuando nos deje un hueco el trabajo, ahora nos atienden cuando les da la gana a ellos, pagamos los recibos cuando les da la gana a ellos, nos intervienen la cuenta cuando les apetece, con razón o sin ella. Lo de la cita previa es una práctica médica que se ha elevado ahora a su máximo exponente y en todas las instituciones. La UE dice que es «ilegal» con toda razón, pero en España vivimos situaciones ilegales y abusos de continuo. Porque somos idiotas y nos tragamos toda la mierda que estos políticos cuentan. Los vagos y maleantes hace ya mucho tiempo que se trasladaron a las instituciones. Salimos a 1 funcionario del Estado por cada 10 habitantes, pero estamos desatendidos en todos los aspectos. Somos idiotas, los idiotas del IKEA.

César Metonio

 

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