Si pasamos por el Castillo de Coca desconociendo datos e historia, a simple vista diríamos que su arquitectura vanguardista pertenece como muy antigua al siglo XVIII, a su segunda mitad, cuando Carlos III mandó diseñar y construir las mejores defensas para las fortalezas del Imperio. Pero cuando nos informan de que dicho diseño data de la segunda mitad del siglo XV, terminándose en 1493, se desajusta la idea preconcebida que tenemos sobre la arquitectura española, siempre menospreciada en el mundo, cuando fue mucho más avanzada que el resto de Europa, donde primero se ensayó y luego se imitó prácticamente toda la tecnología civil y militar que se desarrolló durante tres siglos al menos (desde el XIII al XVI).

El municipio de Coca se encuentra en la Campiña Segoviana, de paso obligado si se quiere seguir el Camino de Santiago desde Madrid. Actualmente apenas supera los 1700 habitantes, que se dedican principalmente a la Agricultura desde tiempos ancestrales. Su bello paisaje en Tierra de Pinares y rico Patrimonio Histórico invita a practicar el Turismo Rural. Dicho Patrimonio nos habla de su importancia como cruce de caminos y situación estratégica, destacando los 200 m de muralla del siglo XII, que aún se conserva, fragmentos de muralla celtíbera (siglos V al II a. de C.), así como numerosas construcciones de distintas épocas que salpican el casco urbano y sus alrededores. Nos cuenta, entre otras cosas, de su pasado glorioso. Por ejemplo, las referencias romanas hablan de un asentamiento vacceo llamado Cauca que superaba los 20.000 habitantes. Todavía podemos visitar algunos verracos milenarios como testigos mudos de las batallas cruciales.

Pero si existe una construcción que destaca y domina el entorno, ese es el Castillo de Coca, impresionante mole compacta que vigila el entorno desde hace más de cinco siglos. El origen de su construcción se remonta a los últimos años del reinado del rey Juan II de Castilla (1405-1454). Es importante saber que los Trastámara, en la figura de su tío Fernando I (llamado “el Antequerano”), y siendo Regente de Castilla, planeaba seriamente la conquista del reino musulmán de Granada. Su apelativo proviene precisamente de una victoria conseguida en Antequera contra éstos. Pero su opción por ocupar la Corona de Aragón en 1412 “aparcaría” dichos planes, “conformándose” con renovar los tributos del emirato nazarí.

Dicha relación de “espera” entre Castilla y Granada propició no sólo la continuidad de relaciones diplomáticas entre ambas cortes, sino las comerciales, conociendo un periodo relativo de prosperidad. Esto es importante para entender la “disponibilidad” de los nazaríes, siempre en busca de aliados para su supervivencia. Las relaciones entre los reinos cristianos siempre eran convulsas y los emires (luego sultanes) de turno debían acertar con el aliado más poderoso.

Juan II de Castilla tuvo claro que, lejos de gobernar un reino pacificado, debía continuar una política de guerra similar a la de sus antepasados, y a cada nuevo nombramiento venía intrínseca la construcción de una poderosa fortaleza, o mejora de una existente, fuere en vanguardia o a retaguardia del Reino. A finales de su reinado, en 1439 cedió la villa de Coca al marqués de Santillana, cambiándola éste por la villa de Saldaña en 1451 con el Arzobispo de Sevilla y antes Obispo de Ávila, don Alonso de Fonseca y Ulloa. Dos años después Juan II concedió su permiso para la edificación de un castillo. Como curiosidad, la frase célebre “el que se fue de Sevilla, perdió su silla” (también se dice: “el que fue a Sevilla…”), tuvo su origen en el abandono de la sede arzobispal y un posterior intento por recuperar la plaza de este ilustre personaje histórico.

En aquellos años convulsos las maniobras políticas decidían en rápidos golpes de mano violentos, plazas en cargos importantes y matrimonios concertados, la suerte de verdaderas fortunas, cuando la tierra suponía riqueza. De modo que la construcción iniciada sobre el 1456 no fue todo lo rápida que se esperaba. No sería hasta 1473, tras la muerte del primer Fonseca, cuando las obras se retomaron con más ímpetu. Alonso de Fonseca y Avellaneda, sobrino del Arzobispo fallecido, sería el que mostró más interés, culminando los trabajos en dos décadas, quedando toda la estructura y las dependencias principales terminadas sobre el 1493.

Para la ejecución del proyecto contrató en 1473 al maestro alarife Alí Caro, quien llegó desde Granada con un equipo experto de canteros, tallistas, yesaires, maestros del ladrillo y artistas. La experiencia de Alí Caro en la defensa de las plazas fuertes, más la adquirida por influencia de ambas zonas (cristiana y morisca), le llevó al diseño de la fortaleza más avanzada de su tiempo. A la pura ingeniería de guerra se sumó la bella arquitectura mudéjar, que se combinó bellamente con el gótico. Para la ubicación, curiosamente, no se buscó un emplazamiento elevado, pero si se aprovecharon los escarpes naturales que, de forma artificial se conformaron en un soberbio foso que rodea una planta cuadrangular fortificada. Alrededor del foso se levantó una muralla que sirve de primer obstáculo “insalvable” para los posibles atacantes.

Los altos muros de la fortaleza mantienen un plano inclinado y no en ángulo de 90º vertical, una magnífica solución para repeler el fuego de la artillería. La mampostería y el ladrillo se combinó también para una mayor resistencia contra la artillería. La torre del homenaje alcanza los 45 m de altura. Desde lo más alto hasta el foso se puede acceder mediante escalones de ladrillo, con varios accesos. Sus 20 parapetos almenados con forma trapezoidal están orientados y horadados hacia todas direcciones, para poder asomar armas de distintos calibres, así como arqueros o ballesteros, además de vertederos de líquidos abrasivos o incendiarios, algo que sufrió en sus propias carnes el marqués del Cenete en un infructuoso ataque al castillo.

El aspecto decorativo externo de la fortaleza ya denota un estilo innovador en su época. Cada almena y saliente está decorada de forma individual por los artistas mudéjares. Se sabe que en la segunda década del siglo XVI se contrataron artistas también alarifes moriscos de Sevilla para completar las decoraciones de las salas y otros elementos arquitectónicos. Las tres salas principales son espectaculares. Las estructuras góticas terminaron decoradas ricamente, con azulejos, estucos geométricos en yeso y frescos que llenaban prácticamente todas las estancias y hasta los pasadizos del castillo.

El castillo de Coca resultó inexpugnable. Nunca pudo ser conquistado. En sus inicios sirvió de punto de reunión de la Alta Nobleza y Monarquía. También de refugio, concertándose numerosas fiestas y celebraciones, incluso bodas reales. Es famoso su uso como prisión a mediados del siglo XVII, cuando se recluyó a todo un duque de Medina Sidonia, cuando quiso ser rey de Andalucía (1645). Más adelante, en posesión de la Casa de Alba, heredado por matrimonios entre las familias, se abandonó en 1730. Las tropas francesas lo ocuparon para guarnición y terminaron de destrozar casi todo, acabando arruinado casi por completo en 1812. Lo poco utilizable se vendió en 1828 por un administrador de los Alba. Ya en el siglo XX y cedido a las autoridades españolas, se declaró como Monumento Nacional en 1926. Se restauró entre los años 1956 y 1958, por fortuna, uno de los castillos más impresionantes de España y Europa.

La provincia y ciudad de Segovia resulta un destino turístico muy atractivo. Por sus zonas rurales podemos encontrar verdaderas maravillas de la naturaleza, con bellos parques protegidos para practicar ciclo-turismo y senderismo, además de deportes derivados, como la escalada, ecuestre, etc. La oferta gastronómica está reconocida en todo el país. En cuanto a su patrimonio monumental e histórico vale la pena solamente la visita al municipio de Coca, pero sería delito no pasarse por el famoso Acueducto de Segovia y otras grandiosas construcciones, donde se celebran eventos culturales durante todo el año. Os facilito la Web si queréis visitar el castillo: (clica aquí).

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