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Cuando se une el amor por la música con la lengua materna y además se obsesiona por esa no escrita en los pentagramas, pues pertenece al repertorio popular, encontramos bonitos recopilatorios de canciones que durante muchos años fueron prohibidas por las Autoridades, simplemente por que el idioma no era “políticamente correcto”. En una región, como la Valenciana, donde estamos acostumbrados al bilingüismo desde antes incluso de la Romanización, por su situación geográfica y riqueza de recursos naturales, apetecible para todas las culturas mediterráneas históricas, nos hemos adaptado para que la lengua autóctona (una rica mezcla latina de voces con fundamentos ibéricos, greco-romanas y detalles fenicios, sin olvidar el árabe), en vez de desaparecer, se enriqueciera con el paso de los siglos, siendo la música el principal motivo de preservación e incluso expansión del valenciano. Aunque la muy “dura” (con el valenciano) Historia de España haya prescindido de las aportaciones valencianas al idioma castellano, y actualmente se pretenda su desaparición en unos infundamentados “Paises Catalanes”, por una minoría de intelectuales y políticos valencianos de “peso”, el valenciano nunca desaparecerá y tarde o temprano se le reconocerá su importancia cultural e influencia en todo el ámbito del Mediterráneo Occidental, Península Ibérica e incluso en América.

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Trovadores como Dani Miquel son un lujo que me ha sorprendido por la calidad de sus recopilatorios y la labor que realiza por la recuperación de ese patrimonio cultural que se transmitía oralmente en este último siglo XX (en algunas canciones remontándose al siglo XIX). Muchos temas los cantaba mi abuela, que nació en 1899 y, a su vez se las cantó la suya, algunas con raíces claramente aragonesas, al estilo de la jota, pero otras muy evolucionadas que suenan como sólo en Valencia suenan: las autóctonas, con cierto “aire amerindio” de la Habana. Nada más me queda un pero, muchos vocablos que se han tomado del vocabulario catalán moderno podían “recuperarse” perfectamente de las palabras en desuso valencianas (como hicieron los catalanes a principios del siglo XX), pero ahí está esa “mano negra” de los catalanistas, a los que recuerdo que tuvieron que echar mano de un alcoyano para redactar el primer Diccionario Catalán-Castellano-Castellano-Catalán en el año 1931 porque las ciudades catalanas habían perdido prácticamente su idioma autóctono y “necesitaban” eruditos aunque fuesen de otra región española. Una vez más, como en el siglo XV, acudían al Reino de Valencia para nutrirse de vocabulario, de cultura. En la actualidad parece que el Siglo de Oro de las Letras Valencianas (cuando se redactó la primera gramática de la Península, en 1479, y se escribió la primera novela moderna europea, el Tirant lo Blanc) quiera ser por algunos (espabilados) más bien el “Siglo de Oro de la Lengua Catalana”, algo completamente fuera del espacio y del tiempo.

En fin, no quisiera desmerecer en absoluto las aportaciones culturales catalanas al ámbito extra-territorial catalán. Pecaría de ignorancia si negara las influencias catalanas a la música, literatura, arquitectura y arte en general desde hace siglos en la Península e incluso en Europa, pero debemos un rigor histórico espacial y temporal a cada concepto o hecho histórico y los estudiosos o recopiladores catalanes se han tomado la libertad de denominar “Catalán” a todo el ámbito territorial de las Islas Baleares, Valencia, Andorra y zonas del sureste francés. Olvidan lo fundamental: la cultura no es un patrimonio de eruditos ni intelectuales, mucho menos de políticos. Lo quieran o no éstos,  la cultura la crea y desarrolla el Pueblo y al igual que se quiere consultar una posible escisión, lo mismo que en Alicante se llevó a votación si se decía oficialmente “Hogueras de San Juan” o “Fogueres de Sant Joan”, se debe procurar tomar en cuenta al Pueblo, sin mentirles sobre el pasado ni atribuirse éxitos conseguidos en regiones distintas a la propia.

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El repertorio cultural valenciano está salpicado de influencias catalanas y mallorquinas. En los últimos cuatro siglos se ha repoblado varias veces el Reino de Valencia (sólo en el siglo XVII se instalaron más de 6.000 mallorquines) y en los años 1930s residían en Alcoy más de 6.000 catalanes censados, que trabajaban en el sector industrial. Las familias vienen y van, se asientan en un lugar o retornan. La cultura viaja con ellos y es en la música donde más se nota dichas influencias culturales. Las canciones de Dani Miquel muestran una riqueza de matices extraordinaria: canciones infantiles que se transformaron a letras para adultos y viceversa, en una curiosa mezcla que ensalza dicho enriquecimiento de una lengua autóctona. Los castellano-parlantes reconocen numerosas palabras y expresiones, le son familiares, porque la cultura es un ente dinámico que puede volver efímero un término, como una moda, o lo instala durante décadas convirtiéndolo en una costumbre. Rara vez un erudito o intelectual pone de moda una expresión, siempre es al contrario, es la gente de la calle, los medios de comunicación los que transmiten la cultura. El académico puede intentar regular la cultura, pero solamente eso, intentarlo.

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