Existe una gran confusión sobre el tema del maltrato a la pareja. El interés público se centra bien en los casos de denuncias falsas o bien en sostener que crear una legislación específica para las mujeres supone una vulneración del artículo 14 de la Constitución, que “reconoce la libertad de trato sin discriminación por razón alguna”.
Pero lo cierto es que al margen de esa cuestión filosófica lo que más me impresiona como letrado es la ignorancia sobre qué es y qué no es violencia sobre la pareja. Existe evidentemente el maltrato físico y eso es fácilmente detectable. Pero hay maltratadores exquisitos en el trato, personas tóxicas que pueden hacer daño eligiendo las palabras y la ocasión sin caer ni en la agresión ni el insulto ramplón.
El maltrato verbal puede tener diferentes matices: alzar la voz como costumbre o reacción desproporcionada, el desprecio verbal hacia la persona o su familia, normalmente traducido en expresiones que generalizan o con el uso de la segunda persona en plural, etc. Y finalmente hay otro maltrato más difícil de concretar, el silencio, el desprecio que se introduce de forma larvada y constante en una relación minorizando a la víctima.
El aislar a la pareja de sus amigos, de su familia de forma gradual pero definitiva, el no dejar tener su propio espacio ni su tiempo, y el matar los sueños y las ilusiones de la persona. Todo eso es maltrato y como tal la víctima tiene que tener comprensión y apoyo.
La reacción de los poderes públicos a la lacra del maltrato viene siendo tan publicista como ineficiente. Se celebran congresos y conferencias y se genera un nuevo nicho laboral: el especialista en violencia de género, que es demandado para informar y publicitar lo que se ha de hacer y lo útil que los poderes públicos son en tal cometido. Lamentablemente la respuesta del Estado viene siendo de tipo penal y procesal lo que se ha traducido en la creación de una jurisdicción específica, unos tipos y subtipos penales concretos y un acortamiento de plazos y adopción de medidas cautelares, que siempre actúan a posteriori a los hechos y que quizá en algún caso ayuden a la víctima a dejar de serlo pero no habrán evitado que llegara a serlo.
La única forma real de actuar es conocer primero qué es violencia sobre la pareja y que cada uno comprenda que hay líneas rojas que no puede permitir que el otro traspase. Yo suelo hacer siempre la misma observación: si esto no permitirías que se lo hiciera su pareja a tu hija porque permites que te lo hagan a ti. En última instancia la única ayuda que puede funcionar es la que la propia persona se da a si misma.
Joaquín Rodríguez (Abogado)
Estimado Joaquín. Expones detalles que consideras como maltrato que podrían incluir en este perfil de persona al 99% de la población. En el caso de que la ley llegue a ser tan minuciosa cualquier ciudadano es un presunto maltratador.
Yo lo considero una verdadera insidia que establece la tesis y antítesis para tener un control total de la síntesis y esta da como resultado una enorme capacidad de represión y de desestabilización de las relaciones familiares con fines e intereses ocultos que difícilmente podremos vislumbrar mas allá de lo que se vé.
En lo que se ve es una enorme industria que fagocita enormes recursos y se retroalimenta tanto a si misma, como la conflictividad que esta misma engendra.
Un abrazo.
«Estimado Alberto:
Gracias por tu aportación. La respuesta penal a este y a otros problemas debe basarse siempre en dos principios el de subsidiariedad y el de mínima intervención. Pero no debemos confundir maltrato con la definición positivista y por tanto coyuntural que da la Ley Penal en cada momento, maltrato es maltrato, y la solución debe ir desde la autodefensa (poner distancia por medio, romper la relación tóxica, separación y divorcio) a la penal (y esta solo en casos graves).conocer qué es maltrato puede servir para detectarlo en fases tempranas y evitar ser víctima. Precisamente lo que ha convertido el maltrato en la actual lacra social ha sido la relativización de determinadas conductas por estar muy extendidas, pero el riesgo es que este movimiento pendular que actualmente vivimos nos lleve al otro extremo considerar el derecho penal como la única solución, con la consiguiente criminalización del varón por ser varón.»
Joaquín.