Uno de los recuerdos más antiguos alojados en mi memoria son las solapas de los libritos de Estefanía, anterior a mis 3 años de edad, cuando la publicidad de la contraportada me parecía un monstruo (la maquinilla de afeitar eléctrica de una marca conocida), y el dibujo de un caballo con el cowboy me maravillaba, en un brillante papel más duro y suave de la portada. Las novelitas de Marcial Lafuente Estefanía acompañaron a mi padre desde siempre y podíamos olvidar una maleta cuando salíamos de vacaciones, pero nunca las novelitas de Papá.

Durante los años 80s y 90s (mi padre falleció en el 99), solíamos cambiar una pila de novelitas en el librero “de viejo”, y mi padre las “devoraba” como el primer día, siendo capaz de leerse cualquiera de ellas de un tirón, aunque solía hacerlo en varias veces. Entonces, siendo ya un adulto, me pregunté porqué no se le dio a este prolífico Autor el reconocimiento debido en la Literatura Española, aunque sólo fuese por alguna de sus obras más ingeniosas, ya que por ventas, pocos autores han sido más leídos en la Historia. Saber con certidumbre cuántos miles de lectores se han deleitado con sus novelas es muy difícil, ya que existía y existe lo del intercambio desde hace décadas, pero sin duda se podría hablar de Best Sellers si estuviésemos en el mundo anglosajón. Las reediciones continuas de sus novelas solían ser de 30.000 ejemplares.

Vi al señor Estefanía en mi infancia, en una ocasión que acompañé a mi padre al pueblo de Benilloba, pero no recuerdo nada de su rostro. En este pueblo había un espacioso mesón-restaurante donde se jugaba asiduamente al ajedrez. Mi padre tomó un café con Estefanía, charlaron de trivialidades, pero yo era muy pequeño y me fijé en las partidas de ajedrez más que en mis acompañantes de mesa. Luego, transcurridos los años, mi padre me aseguró que yo conocí al Autor de las novelitas, y me quedé bastante sorprendido y, a la vez, cabreado por no hablar con ese señor, dado mi interés por todo lo relacionado con la Literatura, desperdiciando una ocasión de conocerle. En fin, también cené cerca de la Familia Real en una ocasión y tampoco me sirvió para conocerles. Cosas de la vida.

Marcial Lafuente Estefanía escribió un mínimo de 2600 novelas del Oeste, pero también escribió Novela Rosa, un estilo bastante antagónico al anterior. Para ambos estilos literarios usó sucesivos seudónimos, confundiéndose muchas veces sus iniciales M. L. por el “María Luisa” de su mujer, uno de ellos. También se llamó “Cecilia de Iraluce” o “Tony Spring”, “Arizona”, etc. Incluso usó el nombre de sus hijos y nieto Federico, que siguieron escribiendo por su cuenta, y por eso aparecen todavía algunas novelas inéditas de vez en cuando. Nació en Toledo en el año 1903 y falleció en Madrid a los 81 años de edad. Hijo de abogado, periodista y escritor, amó el Teatro y la Literatura desde siempre, pero se dedicó profesionalmente a la Ingeniería Industrial. Por esta profesión conocería diversas localidades de España, entre ellas Alcoy, por su famosa Escuela Industrial y grandes obras de ingeniería acometidas antes de la Guerra, aunque no sé si estudió o impartió clases en la misma. Tampoco sé en qué época concreta conoció y se hospedó en la pedanía de Benilloba, pero tenía allí casa alquilada y escribió muchas novelas durante un tiempo, en la apacible atmósfera de la Sierra de Mariola. También viajó por los Estados Unidos y es más que probable de que en dichos viajes le surgiera la vena escritora por los westerns.

La Academia de la Lengua, ateneos y críticos del arte en general no miraban con buenos ojos las obras de Estefanía. Publicó sus primeras novelas terminada la Guerra Civil, en una Editorial de Vigo, Cíes, en un formato de bolsillo. Se trataba de estilo policíaco y otras diversas temáticas. Antes de eso pasó tiempo en la cárcel por ser General de Artillería en el bando republicano. Allí se entretenía escribiendo sobre cualquier superficie (él mismo confesó que su primer papel fue el higiénico de los servicios), y conoció en esos tiempos a excelentes escritores de la época. En fin, no debió de hacerlo mal pues en 1943 comenzó a publicar sus primeras novelas del Oeste en la Editorial Bruguera, pasando en poco tiempo a ser el más leído junto a Corín Tellado, en un formato muy ameno para el público (económico de a duro), pero “antipático” para los literatos más ortodoxos. El Régimen le negó el ejercicio de su profesión como ingeniero, no le quedaba otra a Estefanía que publicar un librito por semana para salir adelante con su familia.

Su prolífica producción era el segundo factor que incomodaba a los literatos y críticos de su tiempo. Consideraban que su método carecía de arte, pues prácticamente usaba los mismos argumentos, aunque variando el orden de aparición de los personajes o su número, para cada novela, utilizando alguna plantilla, de modo que cualquier persona podía reproducir el mismo resultado. De hecho, tanto sus hijos como su nieto, han seguido de alguna manera con su método creativo. Pero una cosa es la técnica y el método y luego está el resultado final, pues el talento no surge de la técnica, aunque sea algo importante, y si del trabajo y la voluntad, algo que le sobraba al autor toledano. Aunque consideremos solamente diez o doce novelas de “mérito” de las 2600 publicadas, no se le puede restar importancia a un autor porque no guste su método o el formato de libro que circule. Actualmente se le sigue en países como México y Estados Unidos, lugares que inspiran el estilo Western, y no se le puede negar que es uno de los más grandes desde que surgió este estilo a finales del siglo XIX.

Otra acusación era la de “plagiar” un estilo para adaptarlo a otro. Esta acusación me parece la más absurda, ya que todos los que hemos estudiado Literatura hemos leído a los Grandes del Siglo de Oro, y basarse en esta época o en otra es lo que hemos hecho siempre los escritores. A unos se les nota menos que a otros, pero nadie ha creado un estilo de la nada. No soy crítico y confieso que he leído muy poco de este Autor, pero tampoco he leído autores que se suponen “consagrados” en la Literatura y no me preocupa. Lo que realmente me preocupa es que se le reste mérito a un gran autor, a pesar de ser un superventas, a la altura de Stephen King en el mundo anglosajón, y que no cuidemos de lo nuestro por envidias o por razones estúpidas, casi siempre venidas de catedráticos que no tuvieron el talento o la voluntad suficiente para publicar una sola obra de consideración. Mi granito de arena para todos aquellos miles de lectores de Estefanía, pertenecientes a todas las capas de la sociedad, muchos de ellos aprendieron a leer con sus novelas, y mi granito de arena en homenaje a Marcial Lafuente Estefanía, uno de los más grandes novelistas universales de la Historia.

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