En anteriores artículos conté las costumbres equinas de los caballos marismeños, los pocos que pastan libres por Andalucía y también he escrito mucho sobre el caballo gallego, con la tradicional “rapa das bestas”. Esta vez toca el caballo de raza Pottoka (pronunciado “poyoca” en euskera), cuyos pastos se encuentran en el País Vasco y, de manera controlada, también se intentan recuperar en Navarra.

Hace menos de un siglo el caballo fue el principal transporte de personas en el mundo, hasta que el vehículo de motor se impuso. Para la carga, se utilizó el burro y el híbrido mulo. Existe documentación del censo efectuado en el siglo XVIII por orden de Carlos III, cuando España apenas superaba los 10 millones de habitantes, con más de 6 millones de burros y 12 millones de caballos (Aprox.) contabilizados, de modo que podemos hacernos más que una idea de la importancia que estos cuadrúpedos tenían para el ser humano. Hoy en día se cuentan en unos miles de burros y asnos, y unas decenas de miles el número de caballos. Por cierto, Carlos III envió como regalo un burro a Washington en su investidura como Presidente de los Estados Unidos, un burro semental considerado entonces como la mejor raza del mundo. Vamos, es como si le regalaran hoy en día un Ferrari.

La deforestación, la sustitución del caballo por el motor de combustión y otros factores, pusieron en peligro de extinción a numerosas especies equinas, desapareciendo casi todas las manadas libres de la geografía española. Las pottokas no son caballos grandes. No suelen sobrepasar los 1,32 de alto los de montaña y 1,47 de alto los de pradera. Abunda el pelaje negro y castaño, a veces más claros en los de pradera. En su estado salvaje acompañan al hombre desde hace milenios. Ya en las representaciones en las paredes de abrigos y cavernas prehistóricas se distinguen sus figuras dibujadas entre otra fauna autóctona. Los humanos comían su carne y usaban los huesos como utensilios, incluso para tallar figuras y objetos artísticos. Dichas cuevas abarcan un periodo entre 17.000 y 12.000 años de antigüedad, periodo llamado Magdaleniense. Pero para los estudiosos de la fauna está más que claro que los antepasados de la pottoka ya pastaban decenas de miles de años antes, mucho antes de que los humanos supieran dibujar.

 

Por las reducidas dimensiones de la pottoka se le considera una jaca o pony (en inglés). Curiosamente las hembras suelen ser algo mayores en tamaño, aunque no por mucho. La crin siempre les termina sobre la cara en forma de tupé. Las pura raza son totalmente negras, así que las bicolores y castañas sufrieron de mestizaje en algún cruce. Un laboratorio en Zaragoza, en colaboración con otros de Euskadi siguen el rastro genético para la posible protección y mejora de la especie.

Para la recuperación, cría y protección de la especie, se fundó la Zaldibi Aralar Pottoka Elkartea, Z.A.P.E., una asociación sin ánimo de lucro que tiene localizada su misión en el Parque Natural de Aralar, en el municipio de Zaldibia (Gipuzkoa). Allí se enclava la Reserva de Pottokas de Artxal, y se intenta que la especie prolifere y salga de la lista de los animales en peligro de extinción desde hace casi tres décadas. La entrada al recinto es libre, con la única condición de respetar a los animales y al medio ambiente.

Otra organización para la defensa de la especie es la Federación de Criadores de Poney Vasco de Raza Pottoka de Euskadi (E.PO.FE.), constituida por tres asociaciones de ganaderos y criadores de caballos, que suman 112 socios y más de 800 yeguas reproductoras. La sede se encuentra en Joan XXIII,16B- 20730 Azpeitia (GIPUZKOA). Se puede disfrutar de cuatro rutas ecuestres para recorrer el Parque Natural de Aralar y otra que recorre Amezketa hasta Lizarrusti en Guipúzcoa.

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