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Oficialmente se tiene al idioma valenciano como un dialecto del catalán, y si vemos los gráficos de expansión medievales, de la Reconquista del siglo XIII principalmente, tanto los lingüistas como historiadores en general, convienen en que la continuada anexión de territorios de Norte a Sur de la Península, determinó el idioma posterior de éstos. Pero las excepciones y preguntas son tantas que no estoy de acuerdo con dicha resolución, a pesar de las similitudes etimológicas de los territorios dados. Solamente las jarchas y aljamías escritas por los mozárabes durante toda la dominación árabe (Al-Andalus), echan por tierra esta teoría de “anexión-culturización”, del mismo modo que el castellano resulta evidentemente un dialecto del gallego, pero políticamente nunca se ha admitido. Para “acomodar”, fundamentar académicamente los dominios económicos y políticos de ciertas regiones sobre otras, se han inventado numerosas “barbaridades históricas”.

Los idiomas inglés y castellano son los que más vocablos han aportado a todos los idiomas vivos del planeta. Los dos imperios que gobernaron fueron más que suficientes para difundir sus idiomas. Esta afirmación nadie la cuestiona porque resulta evidentemente cierta, pero lo que muchos o todos ignoran es que numerosos vocablos, al menos una veintena y en el castellano muchos más, tienen su origen en el valenciano antiguo, palabras como “papel” (paper), “naranja” (taronja), “alcachofa” (carxofa), “zanahoria” (safanoria), “arroz” (arrós), oliva (del griego clásico que pasó a la voz valenciana oliva y “oli”), etc., numerosos vocablos que se fundieron en estos dos idiomas universales y que al detectar su origen etimológico, les otorgan un origen latino y/o “catalán”, cuando antes del siglo XIII, cuando se originaron estos vocablos,  no existía este concepto ni dicha lengua catalana como la conocemos ahora. Todos estos vocablos surgieron en el Antiguo Reino de Valencia mucho antes de que el catalán saliese de los Pirineos y se hablara en Barcelona y la Marca Islámica despoblada entonces, e incluso antes de que Valencia se constituyera como reino oficialmente. Con tantas excepciones demostradas, resulta necesario cuestionar lo admitido por las Academias de la Lengua, siempre al servicio del momento político que más les ha interesado. Pero ojo, nadie tiene una bola de cristal ni máquina del tiempo, así que debemos leer y transmitir la Historia con sentido común.

En el Antiguo Reino de Murcia se instalaron colonos valencianos a finales del siglo XIII. Esta comunidad prosperó y parte del Noroeste de dicha región habló valenciano hasta mediados del siglo XX. Ahora está en peligro de desaparición. Nunca he escuchado que hablasen catalán, sino valenciano. Resulta un poco extraño que se hable un dialecto de otro dialecto. De hecho, en la práctica, todo el mundo habla un dialecto. Para eso tiene la Academia su propia terminología, sus «laberínticas soluciones».  Las matemáticas aquí no me cuadran, todavía más cuando la lengua valenciana goza de gramática propia desde mediados del siglo XV, la más antigua de la Península, y su hipotético idioma mater, el catalán,  no la tuviese hasta el siglo XX (nunca le hizo falta pues ya estaba la valenciana, de la que se nutrieron y eliminaron así su “afrancesamiento”). Resulta como mínimo chocante. Del mismo modo, en distintas partes de Argelia se sigue hablando un raro dialecto que mezcla palabras valencianas con algunas francesas y árabes o bereberes, se llama a su habla el “patuet”, y a los valencianos “pieds-noirs” (pies negros llamaron en Francia a los refugiados argelinos en general).  Bien vale la pena conocer un poco su estado actual y algo sobre su origen. Del mismo modo, en Italia, como residuos del valenciano antiguo, desaparecieron dialectos tras la unificación italiana del siglo XIX. También resulta un tema muy interesante de comentar, pero lo dejo para otro post.

Argelia es un territorio “moderno”, del mismo modo que lo son todos los países magrebíes y del Norte de África en general. Pensar que siempre estuvieron habitados por sus pobladores actuales es un error muy común. Para ser exactos, estos países se configuran a mediados del siglo XX. Hasta entonces, numerosos pueblos los han habitado y gobernado, y de esa mezcla interracial conocemos la actual, que es muy semejante en todo el Norte de África porque siempre han prevalecido los originarios bereberes y de la Europa Occidental. De la Península Ibérica principalmente, pero también franceses, alemanes e italianos, han terminado asentándose en el Norte de África en los últimos 20 siglos. Mezclados con las etnias autóctonas bereberes, árabes y de otras regiones de Oriente Próximo, dieron por fin con la actual característica física del magrebí. A eso debemos sumarle también los rasgos que aportaron los negros del continente africano, aunque no son predominantes, si han legado algunos rasgos comunes a todos ellos.

Desde el siglo XV hasta finales del XVII los gobiernos de Europa Occidental sintieron la necesidad de controlar y asegurar el mercado marítimo en el Mediterráneo. Los mercaderes venecianos, genoveses y de la Roma Papal en Italia, marselleses en Francia, catalanes, valencianos y mallorquines del reino aragonés, sufrían a diario el acoso y piratería de los norteafricanos. Pero, para entender un poco la distribución de las lenguas romances de esa época en Europa, debemos remontarnos en el tiempo al menos cinco siglos más atrás, cuando la Iglesia Católica ya posee gran potencial en todos los aspectos, y la Península Ibérica  está dominada políticamente por el Islam.

El lenguaje acompaña al hombre allá donde vaya. Que prospere o no en un territorio depende de numerosos factores. Por sentido común, el principal factor de que permanezca es que se mantenga aunque sea el territorio dominado por invasión o inmigración de otros pueblos. Estas dos maneras de sumar población serán los principales motivos por los que la lengua más común a todos se modifique, junto a las “modas”, es decir, nuevas palabras que aparecen en el repertorio popular y desplazan a las obsoletas (algo que ocurre con el catalán, por ejemplo, en momentos puntuales del siglo XV y mucho más tarde en el XX). Las lenguas galaicas (el primitivo gallego) se mantiene casi inalterado en lo que hoy conocemos como las Comunidades Autónomas de Galicia, Asturias y Cantabria, así como otras lenguas pirenaicas “afrancesadas” por influencia de la Occitania, como el antiguo navarrés, aragonés y catalán. Los Pirineos es hoy en día una frontera natural entre Francia y España, pero hace 1000 años no era una cuestión tan clara ni se usaban cartografías más que en los monasterios. Hasta el siglo XV el vasco o euskera no fue más que un grupo de lenguas habladas localmente, dándose a conocer de forma universal con el Descubrimiento de América, momento en que empieza a aportar vocablos a la lengua española, a través de soldados y navegantes vascos. Su aportación fue menor que otras por su hermetismo y carácter rural (falta de Literatura escrita y/o cantada)  y dependencia del Reino de Navarra.

En mi opinión, el punto de inflexión histórica en la “recuperación” por los cristianos de la Península Ibérica, sería el establecimiento de Santiago de Compostela como sede de peregrinaciones bendecidas, movilizaciones populares al estilo de “viaje a la Meca” que sigue sirviendo hoy en día como reclutamiento y fortalecimiento de adeptos a una causa mayor para los musulmanes (Yihad). Desde la primera peregrinación en 825 hasta bien entrado el siglo XI, se crean por toda Europa rutas espontáneas que unían a las comunidades cristianas en dicho peregrinaje hasta la Tumba del Apóstol Santiago el Mayor. Durante las dos últimas décadas se han terminado de documentar casi con exactitud las que recorrían Al-Andalus, por ejemplo desde Sevilla, y desde Alicante y Valencia. Desde todos los confines de la Península cualquier cristiano (mozárabe) se sintió “obligado” a peregrinar al menos una vez en su vida, convirtiéndose Santiago de Compostela en una “Meca” casi tan importante como la mismísima ciudad santa de Roma. Esta ruta significó para las lenguas romances un gran sostén, pues en romance se comunicaban los cristianos para realizar sus intercambios comerciales y culturales en general. A falta de entendimiento, siempre les quedaba el Latín Clásico, usado en las liturgias religiosas, también por los nobles ilustrados de la época, motivo por el que los monasterios servían de “centros administrativos y logísticos” durante la larga Reconquista.

En el siglo XI la minoría judía poseía las riquezas del comercio, la más numerosa minoría cristiana la de los oficios, y la mayoría musulmana poseía lo más importante: la tierra y sus cultivos, además del dominio político y la Recaudación en toda la Península Ibérica, incluidos los pequeños reinos y feudos cristianos del Norte, que tributaban a los moriscos para sobrevivir. Pero en ese mismo siglo las cosas cambiarían. Se dieron dos factores importantes que darían como resultado la desintegración del centralismo cordobés y el cambio de poder a manos cristianas de Norte a Sur paulatinamente. Una auténtica guerra civil que terminó desplazando a los musulmanes para que los cristianos fuesen ocupando los cargos altos. En efecto existieron batallas sangrientas en determinados momentos, crónicas que en la época sirvieron para engrosar páginas de Literatura y que nosotros consideramos documentos históricos, pero una batalla nunca ganó una guerra, la guerra se ganó por la logística creada en torno al Camino de Santiago durante dos siglos. Durante esos dos siglos se establecieron los cristianos en los puntos clave, colonizando tierras despobladas hasta entonces, por toda la Península, infiltrados inconscientemente dentro de las filas moriscas, en aldeas y campos. Así que, cuando llegaba a caballo un conde o un rey, con su pequeña cohorte de caballeros, ni tuvieron que combatir ni aprender árabe (aunque muchos lo hablaban, pues España siempre fue bilingüe y los mismos moriscos hablaban también romance con fluidez), simplemente ocupaban la mezquita principal de la localidad, plantaban un crucifijo y todos aplaudían felices, incluidos los moriscos, que lo vivieron todo engañados por las promesas de todos estos señores feudales y eclesiásticos. También hubieron resistencias y sus consabidas revueltas, por supuesto.

Si observáis con objetividad, esta política de infiltrar colonos en tierras enemigas, lo siguen practicando los israelíes en la actualidad. Tanto a los historiadores como a los literatos no les interesa otorgarles el mérito a los verdaderos hacedores de las gestas. No vende una historia de anónimos protagonistas. Les resulta más sencillo simplificar a base de batallas bélicas, aunque la mayoría no determinaran las guerras, ganadas por otros factores (pactos políticos). La Reconquista no fue ganada por Jaime I, ni por Alfonso X el Sabio, la Reconquista se ganó por los colonos cristianos, su paulatina ocupación de territorios y por el sostenimiento de la lengua romance, hablada ya muchos siglos antes del XIII por los mozárabes, un ejército “invisible” sin el que hubiese sido imposible una victoria ante una mayoría más organizada y poderosa de musulmanes. Las lenguas en Iberia no nacen en el siglo XIII, tal y como nos cuentan las Universidades y Academias. Se puede hablar de dialectos dentro de Galicia, dentro de Cataluña, dentro del País Vasco, también dentro de las Islas Baleares y de Valencia, pero establecer que fuera de sus territorios existe un dialecto ya es más complicado.

A partir de finales del siglo X se abandonaron sin sentido muchos pueblos moriscos que eran prósperos. Tenemos el ejemplo de Medina Vascos,  de la que os hablé hace unas fechas. Podéis leer de nuevo clicando aquí. Ninguna teoría resulta convincente porque su abandono resulta de un cúmulo de factores. El empuje de la cultura ancestral ibérica, ahora más cristiana, me parece determinante. Resultaba un punto de paso para el peregrinaje a Santiago, y ver año tras año a más peregrinos, el no esconder su lengua natal, el empuje cultural en definitiva, me parece relevante. Desde esos años convulsos y de enfrentamientos constantes, comienza a establecerse una “ruta de escape” para los moriscos temerosos. Un grupo numeroso de andalusíes provenientes del Levante, fundaron ciudades en el Norte de África. La actual Orán argelina por ejemplo, la fundaron moriscos hispánicos terminando dicho siglo X.

Aparecen nuevos asentamientos en el actual Marruecos, Argelia y Túnez. Los ricos se construyen una segunda vivienda en el Norte de África, y los menos ricos fundan comunidades que terminan a su vez en ricas colonias con raíces hispánicas, focos comerciales y culturales, como la Universidad de Fez, y localidades que nos recuerdan pueblos andaluces. Desde ese siglo X al menos, surge un continuado flujo de ida y vuelta entre la Península y el Magreb. Debemos ser conscientes de la cercanía relativa y del contacto nunca detenido durante miles de años.

Las pequeñas comunidades, muchas de ellas nómadas, de las actuales Argelia y Marruecos, abrazaron el Islam al mismo tiempo que en Iberia. En el siglo IX todavía quedaban grupos que ignoraban los preceptos del Corán y eran animistas mayormente, los que no estaban cristianizados. Como duros nómadas del Sur del Magreb, las distintas dinastías de Al-Andalus los reclutaban como guerreros de élite. Palabras como “Hashís” o “Asesino” que deriva de ésta, tienen relación directa con estos guerreros, que usaban escudos ligeros de piel de gacela y estribos en sus caballos, siendo sus inventores. Pero las zonas costeras africanas estaban más “civilizadas”, eran “bereberes refinados” dedicados a la pesca y el comercio. ¿Qué idioma hablaban antes de la venida de los árabes? Probablemente una lengua llena de matices ancestrales y latinas con mezcla germánica, ya que se asentaron numerosos colectivos góticos (sobre todo vándalos) desde el siglo IV al VII, unos siglos que fueron suficientes para convertirse en una lengua “comprensible” para el comercio por el Mediterráneo, tanto con los europeos occidentales, como con las comunidades del Mediterráneo Oriental. La raíz latina del Antiguo Imperio Romano facilitó la comunicación a pesar de las variaciones fonéticas que los pueblos formaban. Del mismo modo que a un castellano o a un valenciano le resulta fácil aprender italiano, y viceversa,  hace mil años era todavía más sencillo. Si el árabe hubiese tenido raíz latina, hoy en día hablaríamos árabe en España.

En el siglo VII serían los bizantinos quienes dominaron el Norte de Argelia, curiosamente los mismos que se apoderaron de algunos territorios del Levante español. De modo que podemos establecer un vínculo ya en esa época, un vínculo que ha llegado hasta nuestros días. La Literatura valenciana del siglo XV rememora ese pasado bizantino con obras como Tirant Lo Blanc. Las distintas dinastías islámicas que dominaron desde el siglo VIII hasta el XI, con apoyo de las tribus bereberes, e incluso los caudillos bereberes que surgieron, contemplaba un Mar Mediterráneo Occidental sin fronteras políticas en numerosas ocasiones, siendo ciudadano de Al-Ándalus tanto un toledano como un bereber de Fez o de Orán. Todos los pobladores que entraron por el Estrecho a colonizar Andalucía y el Levante Español no hablaban árabe en el siglo VIII, acababan de convertirse al Islam y hablaban romance como los mozárabes, y solamente las élites y gobernadores árabes hablaban la lengua natal de la Península Arábiga o bereber. Con el tiempo, el árabe se impuso como lengua oficial, una imposición como la castellana en la Edad Moderna, pero tanto los autóctonos, como los nuevos colonos, continuaron comunicándose en su lengua materna de raíz latina, así que tenemos a una gran mayoría de cristianos y musulmanes que nunca renunciaron a su idioma natal.

Con este panorama, no fue raro que durante el siglo XI comenzase un flujo importante de población a dirigirse a tierras más pacíficas, primeramente a villas amuralladas y protegidas, pero también muchos optaron por establecerse definitivamente en el Norte de África, fundando nuevas ciudades o abriendo negocios en otras que hicieron prosperar todas estas regiones. En los siguientes dos siglos continuó la emigración, pero muchos monarcas cristianos y dirigentes islámicos reforzaban los privilegios de los pobladores en un esfuerzo por mantener un número óptimo poblacional. Estos privilegios, sobre todo los redactados por los conquistadores cristianos, serían comúnmente vulnerados y estas faltas de compromiso darían con revueltas tan acaloradas como la protagonizada por Al-Azraq, un caudillo que se sentaba a la mesa de Jaime I y Alfonso el Sabio, como iguales, hasta su muerte en Alcoy  en abril de 1276.

Para esas fechas de los siglos XII y XIII en Argelia se había impuesto el árabe mayoritariamente. Pequeñas comunidades conservaron el romance y eso animaba a los religiosos mozárabes de la Península para intentar más conversiones. La predicación más sonada y trágica la protagonizó un sacerdote mallorquín, que en el segundo tercio del siglo XIII, tras escribir un gran legado por primera vez en lengua romance (1262), murió lapidado por tierras magrebíes. Se trata del mozárabe mallorquín Ramón Llull. No sería el único pues para entonces y después, morir martirizado casi hasta se buscaba por los religiosos más radicales de ambos bandos. Es en esta fecha cuando los lingüistas nos cuentan que aparecen las lenguas romances en la Península Ibérica y se expanden, algo que no es cierto como ya he explicado. Lo que ocurre es que se permite y no se destruyen los escritos en estas lenguas vernáculas por las autoridades políticas. Le tocó el turno de prohibición a los textos en árabe, unas ingentes colecciones de escritos que fueron desapareciendo en el fuego o escondidos, muchos traducidos al latín y destruidos luego, otros trasladados al Norte de África y que acabaron en universidades o paraban en las bibliotecas de las lejanas Bagdad o Damasco, en fin, tocaba imponer la lengua de los cristianos y eliminar lo árabe. Pero repito, no hizo falta un esfuerzo muy grande, ya que la población en toda la Península era bilingüe, como nos cuenta en una carta fechada sobre el año 1050 un alto cargo de la Taifa de Denia llamado Abesida: “perdonad mi árabe pero en mi tierra todos hablamos lengua románica y no escribimos con demasiada corrección”.

Para el siglo XIV ya sólo quedaba para los musulmanes de la Península Ibérica Granada y algunos reductos en la actual Portugal que, ante la falta de auxilio por parte de las monarquías cristianas castellanas, principalmente, iniciaría un rencor irreparable que daría más adelante con la escisión definitiva de Portugal del resto de la España unificada. La costa argelina recibió numerosos convoyes de colonos provenientes de una Granada cada vez más aislada. De hecho, los bereberes mandaban contingentes de guerreros a sus hermanos granadinos de manera continuada, y no pocas veces se derrocaban a los dirigentes granadinos por bereberes africanos. La frontera más cruenta se encontraba en tierras almerienses, con tropas del sur de Alicante y Murcia en continuo batallar por cada palmo de terreno durante todo ese siglo. En la Batalla de Alicante de 1390 se usó por primera vez en Europa armas de fuego ligeras y de artillería combinadas en ambos bandos. También por esos años otra minoría religiosa sufrió por toda Europa un exterminio, una “razzia” que sería significativamente catastrófica en Alemania. Los judíos sufrieron un ataque a todas sus instituciones, negocios y peligró su integridad, en una “fobia al judío” que sembró de cadáveres todo el Continente. Sumado a otra epidemia de Peste Bubónica, los traslados a tierras más pacíficas y “sanas” fueron de lo más frecuente. La comunidad judía de Mallorca decidió establecerse al completo en la villa de Orán, una ciudad fundada por andalusíes y que creció exponencialmente en importancia con la venida de esta comunidad balear. Muchos oraneses conservaban el romance, así como las tradiciones culturales y gastronómicas de la Península, así que no les resultó demasiado difícil a los judíos adaptarse a ese nuevo emplazamiento. De hecho, los negocios y la ciudad prosperaron con rapidez.

El Reino de Aragón era a finales del XIV un hervidero que rozaba la guerra civil. Se sucedieron motines, revueltas y asesinatos, entre los que se cuentan el del mismo Obispo de Zaragoza. Todo porque el monarca titular murió sin descendencia y brotó un terrible conflicto de intereses a toda escala. La Nobleza aragonesa, catalana, valenciana y mallorquina, así como el alto clero debían decidir el futuro del Reino y hasta se enfrentaron en el campo de batalla, sobre todo en campiñas al Norte de Castellón de la Plana y Sur de Tarragona, entre las tropas de uno y otro pretendiente al trono. En el conflicto intervinieron mercenarios francos e ingleses (caballería), además de un fuerte contingente castellano, ya que Fernando de Antequera, a la postre el candidato vencedor, acudió en defensa de sus intereses y en apoyo de la postura de la nobleza barcelonesa.

 

La figura de San Vicente Ferrer sería clave, figura que tendrá en el siglo siguiente un papel cultural y religioso importante a nivel europeo, junto a su hermano Bonifacio Ferrer. En un post anterior podéis leer algo sobre esta figura (clicad aquí). La lengua valenciana, madurada por siglos e influenciada (mutuamente) por el Renacimiento italiano, comenzó por esta época su particular Época Dorada de las Letras y de las Artes, con autores de talla, como el poeta Ausias March (1397-1459), hijo a su vez de otro poeta valenciano, Pere March. Bien es cierto que Granada y el Reino de Valencia estaban en guerra, y dicha época dorada no alcanzó tierras magrebíes, pero como veremos posteriormente, sería determinante tan sólo un siglo después, cuando el Cardenal Cisneros promulgó las conversiones forzadas y las expulsiones moriscas y judías de tierras castellanas.

Resulta curioso que nada más huir en masa los primeros moriscos de España, tras la toma de Granada, se decidiese la conquista y anexión de territorios clave en el Norte de África. Sin duda fue un esfuerzo de la Corona Castellana, y su regente Cisneros, por “no perder los caudales de sus súbditos”. En Argelia se tomó Mazalquivir (1505) y se ocuparon las plazas fuertes de Orán (1509), Argel (1510) y Bugía (1510). Los musulmanes esta vez acogieron a sus hermanos de religión con los brazos abiertos, a ellos y a sus riquezas que portaban, pero debían tolerar también la presencia como dominadores de los nuevos señores cristianos, que hablaban una lengua romance casi olvidada para ellos, aunque los hispanos en su mayoría eran bilingües y comprendían perfectamente el árabe magrebí. Habría que ver la cara de esos moriscos “a salvo” en Orán tras una dura travesía, cuando vieron los pendones cristianos asomar en la fortaleza. En cambio, en las zonas más al sur de Argelia, con el desierto del Sáhara como mar inexpugnable de arena, los pobladores olvidaron pronto la lengua romance para dirigirse solamente en árabe, aunque muchas tribus conservaron el antiquísimo bereber en forma de dialectos locales.

Con esta breve Historia que os cuento, vemos que, desde tiempos del Imperio Romano, España y Argelia han tenido las mismas influencias lingüísticas. Es más, antes de la dominación romana, los fenicios y luego cartagineses tuvieron sus emplazamientos en ambos territorios. A principios del siglo XVI, la lengua predominante en el Mediterráneo Occidental serán las habladas en el Imperio Aragonés. Territorios de esta corona fueron partes del Norte de Italia, como el Milanesado, en ciertas épocas el Papado, con Papas valencianos al frente, los reinos de las Dos Sicilias, el reino de Nápoles y parte de los Balcanes, con el territorio griego como última frontera oriental conseguida. Cuando se unificó España, se continuó dicha dominación y en los libros de Historia debemos entender que las actuaciones llevadas a cabo en dicho mar las protagonizaban siempre gentes de dicho reino de Aragón, aunque en numerosas ocasiones los grandes cargos militares, religiosos y administrativos de Castilla, participaron con algunas unidades de refuerzo. Existía un “pacto” no escrito donde Castilla intervenía en el Atlántico, sin dejar participar a los marinos y soldados aragoneses, y viceversa, siendo los Tercios famosos, una élite heredera de los almogávares aragoneses conquistadores en el siglo XIV y XV de más de medio Mediterráneo Occidental. Por esta razón, los excelentes marinos aragoneses no participaron en la exploración del Nuevo Mundo, y hasta 1780 no se permitió el comercio directo desde los puertos de Barcelona, Valencia ni Alicante con América. Existen algunas excepciones, como algunos marinos valencianos que acompañaron a Magallanes, por ejemplo, pero eran los menos, simples excepciones.

La Biblia Valenciana (clicar si queremos leer post) impresa, cuando solamente existía en Latín, alemán e Italiano, en una variante piamontesa, comenzó a animar a la Europa Occidental al conocimiento de esta lengua. Casi medio siglo antes Vicente Ferrer predicó desde Murcia hasta París, siempre usando dicha lengua, así que la distribución de este libro impreso se aceptó como “doble sagrado”, pues recordaba la forma de predicar de este santo tan querido en la época. Su distribución coincidió con su santificación y rápidamente fue admitido como Biblia de primer orden hasta en el Universidad de la Sorbona. Menos de dos décadas después de su primer ejemplar impreso, la Inquisición ordenó su quema bajo pena de Excomunión, cuando no era más que una copia traducida de la biblia “vulgata” admitida, efectuada por el hermano del santo casi un siglo antes. El verdadero peligro era más cultural que religioso, ya que los sacerdotes de las parroquias que lo adquirieron, predicaban en valenciano, en detrimento del latín, castellano, lenguas francas o italianas. Incluso comenzaron a enseñar a escribir en valenciano, algo que no podían tolerar los dirigentes afectados. El sureste francés, por ejemplo, mantuvo su lengua materna “catalana”, gracias a considerarse como “culta”, pasando así a ser bilingües como ocurría en el otro lado de los Pirineos.

La destrucción de la Biblia Valenciana fue un proceso lento pero efectivo, pues solamente ha quedado una hoja de un ejemplar guardado en la lejana ciudad de Estocolmo (Ahora en un museo de Nueva York). No estaría nada mal que regresase por fin a Valencia, lugar donde se imprimió. Poder leer libros en valenciano sería desde entonces relativamente frecuente y desde 1477 se publicarían y distribuyeron numerosas obras de literatura y religión. Se encontraron ejemplares muy deteriorados en distintas excavaciones efectuadas en los antiguos zocos de Argel y Orán, señal de que algunos hispanos los llevaron consigo al trasladarse en las primeras oleadas masivas. Al no encontrarse restos de la Biblia puede sugerirnos que no interesaba un libro cristiano, o que se obedeció la orden de quema del libro.

El siglo XVI fue con creces el más revuelto en la Historia del Mediterráneo Occidental. Apareció una potencia naval y terrestre que pretendía su dominio y expandirse más allá incluso de la Península Ibérica. De hecho, los franceses pactaron a menudo con este Imperio Otomano, señal de que los consideraban superiores incluso contra una cristiandad unificada. La toma de Argel por la Corona Española duró solamente dos décadas hasta que el pirata Barbarroja en 1530 los desalojó por las malas. Los intentos de recuperarla fueron vanos y hasta el mismísimo Emperador Carlos fracasaría en 1541. Bugía fue conquistada por los otomanos en 1555. Pero Mazalquivir y la cercana Orán se mantuvieron españolas hasta casi el siglo XIX, siendo Orán (1 millón de habitantes actualmente), la ciudad “más europea del Norte de África”. Durante todo ese siglo el corso con licencia otomana, sobre todo en el periodo de dominio de los Barbarroja, causaron estragos por todo el litoral del Mediterráneo Occidental. La victoria en la Batalla de Lepanto en aguas griegas, la mayor batalla naval europea de la Historia, frenó en adelante las actividades belicosas de los otomanos y sus aspiraciones de conquista. Aunque los otomanos reconstruyeron su armada a los seis meses, se conformaron con dominar el Norte de África, exceptuando Ceuta, Melilla y Orán. Dejaron dicho objetivo para intentar por tierra la conquista de Europa. Los arcabuces españoles resultaron más efectivos que las flechas y la construcción de los nuevos galeones de guerra, les permitió incluso “incursiones de castigo” españolas hasta la propia Anatolia, corazón de los turcos. Desapareció casi por completo la piratería en las costas italianas, y en las costas del Levante Español disminuyeron también casi hasta desaparecer. Una de las últimas se registró en Benidorm, cuando en 1612 fue apresada toda su población y liberados tras pago de rescate. Esta comarca llegaría a estar despoblada durante casi un siglo (el XVI) a causa de las continuas incursiones piratas.

El siguiente punto de inflexión nos dirige al año 1609. Durante la expulsión de judíos y moriscos de Castilla en 1492, la mayoría se instalaron en territorios de la Corona de Aragón. Se calcula que más de 300.000 moriscos, la mayoría desde el Reino de Valencia, donde partieron solamente el primer día 120.000 (el 33 % de la población), serían expulsados de España definitivamente. En dicho año de 1609 casi todos abandonaron estas tierras para dirigirse al Norte de África, quedando una mínima parte como “conversos viejos y de Fe probada”. Solamente en el Norte de la actual provincia de Alicante 16 pueblos quedaron totalmente desolados. Al año siguiente se expulsaron a los que quedaban en Andalucía, Castilla y resto de la Corona de Aragón. Por último se expulsó a los del Reino de Murcia en dos fases, la primera en 1610 y los últimos “moriscos antiguos” en 1613.

En esa época más de 300.000 personas era una cantidad descomunal. Si en ésta identificar y movilizar a tantas personas ya daría muchos problemas, imaginar lo que ocurrió en 1609 resulta alucinante. Muchos moriscos españoles murieron al negarse a partir y rebelarse, otros por proteger sus bienes al ser asaltados por cristianos aprovechados o a manos de otros moriscos desesperados. Otros muchos perecieron por desviarse en la ruta establecida de navegación, desapareciendo para siempre en el mar; muchos murieron de pena,  las crónicas de la época en todos los sentidos son espeluznantes, incluidas las de los pocos cristianos que los ayudaron en todo lo que pudieron. La inmensa mayoría desembarcaron en el Norte de África, y una gran cantidad de ellos terminaron asentándose en Argelia. Como podemos comprobar, durante toda la Historia ambos países mantuvieron un contacto directo continuado, y el contacto español sería también una conexión europea para la cultura argelina en general, pero el valenciano, por ser desde siempre una mayoría entre los nuevos pobladores, incidió más arraigadamente, tanto en la gastronomía como usos y costumbres, tal y como veremos más adelante.

A pesar de que los otomanos dominaron Argelia durante siglos, Orán se mantuvo española hasta el 1797, con algún sobresalto de pérdida y recuperación. Esta ciudad sería considerada parte dependiente de la ciudad de Alicante, y a sus arquitectos se debe por ejemplo la fortaleza y castillo defensivo y militar que se aprecia en su periferia costera. Establecer cuándo los oraneses elaboran la “mouna”, que resulta de nuestra mona de pascua y del pan quemado alicantino, y numerosos platos de la gastronomía valenciana, también elaborados en Argel y El Oued, como la misma “paella argelina”, dulces de almendra y miel (torró-turrón). Establecer cuándo plantan sus Hogueras o Fallas de San Juan, se reúnen en “colles” y organizan obras de teatro y festivales, bien pudiera deberse a este periodo indeterminado de varios siglos, pero se tiene como más plausible la teoría de que fue durante la dominación francesa, desde 1830 hasta 1962, cuando más influenció la cultura valenciana en Argelia. En las primeras décadas de dominación francesa, se establecieron hasta 9.500 menorquines. En 1896, según un censo oficial argelino, habitaban 56.000 alicantinos originarios de dicha provincia y hasta publicaron su propio periódico en valenciano Pauet. La frase: “salut i força al canut”, por ejemplo, pasó al repertorio universal en todo el norte de Argelia, incluidos los de habla árabe.

Existen documentos probados de cultura valenciana al menos en Argel, Orán y El Oued, pero con seguridad, también podemos encontrar reminiscencias en otras muchas localidades del Norte de Argelia. Durante el periodo francés, que recorre más de un siglo (1830-1962), se guardan registros de los visados de turista expedidos a los valencianos. En los primeros 15 años del siglo XX, más de 116.000 valencianos pasaron a Argelia para trabajar en la vendimia, casi todos de una zona concreta de las provincias de Valencia y Alicante, pero a estos viajeros de ida y vuelta, debemos sumar los que ya residían allí desde siglos antes, más los “no registrados”, provenientes de Andalucía mayormente, muchos llegados desde el Protectorado de Marruecos, en un flujo constante de inmigración por toda vía posible de transporte. En la Guerra Civil Española, más de 25.000 valencianos, murcianos y andaluces emigraron a Argelia.

Durante dicha época de colonización francesa se recuperaron tradiciones que la autoridades centralistas otomanas quisieron destruir durante tres décadas, pero los patuet-parlantes fueron un colectivo respetado siempre por los musulmanes en general, considerándolos gente trabajadora y nada conflictiva. Así que debemos asegurar que la llegada en masa de valencianos incrementó el arraigo de la cultura valenciana y sus costumbres.

Entre 1956 y 1962 la situación social y política en Argelia se tornó insostenible. Las revueltas y protestas contra la colonización francesa terminó en guerra civil e independentista contra la presencia europea en general. La mayoría de colonos franceses decidieron regresar a la seguridad de su metrópoli. Entre los pieds-noir se encontraban muchos valencianos que también huyeron a Francia asustados por las amenazas argelinas. La Ciudad de Alicante sirvió de “puente” importante para la expatriación francesa. En dicho periodo de tiempo, más de 25.000 argelinos pasaron por su puerto, de los cuáles permanecieron unos años 12.000 como refugiados y de forma permanente 6.000, que se establecieron en el entonces nuevo Barrio de la Virgen del Remedio, precisamente en los alrededores de las plazas de Orán y de Argel, y los más pudientes, en los barrios extendidos del Pla, donde abrieron negocios de todo tipo. Muchos de ellos eran valencianos residentes en Argelia desde muchas generaciones atrás y hablaban un extraño valenciano entendible en las zonas antiguas de la ciudad, pero no donde se instalaron, pues eran barrios de trabajadores inmigrantes castellanos de la Mancha principalmente. Yo mismo he conversado con un argelino “desubicado”, y he tenido el placer de comunicarme con él en lengua valenciana, resultando muy gratificante para ambos, pues para él fue recordar sus tiempos en su Argelia natal y para mí, un choque cultural de incalculable valor. Hasta entonces nunca había escuchado mi propio idioma con acento francés más alguna expresión supongo que árabe. Las personas que dominaban el patuet y regresaron a Valencia, fueron perdiendo su acento y ahora están integradas en el bilingüismo español. Los que se quedaron en Francia (unos pocos miles), fueron viajando a Valencia para visitas familiares, pero después de casi 60 años no fueron conscientes de su legado lingüístico, y casi en su totalidad hablan francés y algo de castellano y valenciano moderno. Los menorquines y de otras regiones que también dominaban el patuet, se establecieron en El Rosellón y otras localidades del sureste francés, adaptándose bien al habla catalana de aquellas regiones.

El futuro del patuet pasa porque las pocas familias que aún lo hablan en Argel, Orán y El Oued resuelvan que su papel cultural merece un registro para su conservación. Probablemente sufra el mismo fin que el valenciano hablado en Murcia, pues una lengua que no se utiliza para el comercio, la liturgia religiosa ni crezca en número considerable, siendo desplazada por la lengua nacional, tienda a desaparecer a corto plazo. Los políticos no han ayudado nunca a la difusión de la cultura, pues siempre han defendido sus propios intereses. Pero lo mismo ocurre con las otras lenguas minoritarias de Argelia, sobre todo las más antiguas variantes bereberes, como el tuareg. En la actualidad, se estima que el 18 % de la población es de origen europeo occidental (casi 600.000 de origen francés). Más del 52 % son de origen bereber y sobre algo más de 27 % proceden de Oriente Próximo, sobre un total de algo más de 44 millones de habitantes. Este porcentaje varía dependiendo de las zonas, siendo en la Capital Argel, por ejemplo, el 12,5 % los de origen europeo, área donde el brote contra los europeos fue más violento durante la Independencia.

La lengua, en cambio, se distribuye de forma más uniforme. Tenemos un grupo de lenguas bereberes por el Sur y que lo habla más de medio país cada uno en su variante. Debido a los refugiados saharauis, se habla español en Tinduf, en la frontera con Marruecos. Pero la lengua oficial es la árabe, siendo la francesa dominada por más del 70 % de la población. Tenemos un país bilingüe y hasta trilingüe, como España. La Lengua es un bien inmaterial que se debe proteger por los mismos que la emplean y debería ser para los valencianos un bien incalculable, así que debemos estrechar vínculos con nuestra propia cultura esparcida por el Planeta y protegerla hasta donde podamos. Los valencianos llamaron “Alger” al país en el siglo XIII, cuando se intensificó la predicación de los misioneros cristianos y algo el comercio. El topónimo quedó reflejado en su capital y principal ciudad histórica, pasando luego al idioma castellano. Los franceses inscribieron el país como Algerie en 1842, aunque ya era conocido como tal desde siglos atrás. Durante el siglo XVI los españoles cambiamos paulatinamente la pronunciación para llamarlo definitivamente Argelia y a su capital Argel.

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