El equipo de www.qvo.es ofrece su más sentido pésame por las víctimas del COVID-19 a las familias, por eso muestra desde el inicio de esta terrible Pandemia un lazo negro en todos sus post.

La subida de precios al consumo generalizada y de todos los impuestos no es síntoma de una economía decadente. Cuando el Estado aplica un desorbitado aumento, es sencillamente porque está efectuando una “limpieza evolutiva”, es decir, quedarán en pie los más fuertes y se arruinarán los débiles. Así que no se proteste porque el “robo” a gran escala continuará y en todos los sectores, sin tener en cuenta que llevamos ya dos años completos sufriendo una Pandemia, que se han reducido los servicios, y solamente las farmacéuticas y la alimentación (los grandes supermercados para ser más explícito) han generado altísimos dividendos, siendo los “ganadores” de los últimos balances anuales. El resto de los sectores, incluida la Administración Pública, ha sufrido un severo descenso de sus ingresos, razón de la programada subida de impuestos. Sálvese quien pueda.

Las contradicciones son la pauta de identidad española en toda su historia, así que no debemos de extrañarnos que, mientras nos “cuidaban” del COVID-19 “altruistamente”, se dejaba en paralelo que nos muriésemos de frío o de calor por no poder enchufar la calefacción o el aire acondicionado, dado el precio astronómico de la electricidad. Eso hay que tenerlo totalmente claro: nada es gratis y, sea lo que sea, el monto final irá cargado a la cuenta del contribuyente. Un modo «urgente» de recibir ingresos el Estado es mediante los productos de primera necesidad, como es el caso de las energías, como es el caso de la luz. Subiendo el precio se «nivela» la maltrecha arca pública.

El Estado Español se ha comportado durante la Pandemia, económicamente, como si no hubiese afectado a la inmensa mayoría de contribuyentes. Nos espera una subida masiva de impuestos que “rematará” las economías debilitadas. Esa ha sido la genial respuesta de nuestros ministros. Las “ayudas” no llegan a los verdaderamente afectados y si que llegan a empresas que demuestran que no necesitan tales ayudas (inyecciones jugosas de capital para disponer de liquidez), y las reciben, en una contradicción que recuerda a tiempos sin Pandemia. Sólo comprobar que las primeras ayudas se recibieron por parte de empresas de Telecomunicaciones, que en teoría no dependen del Estado, nos da a entender que, de nuevo, este se comporta como el “enemigo”, deteriorando gravemente su imagen y la de la empresa española.

Hace unos años desglosé en un artículo las cantidades mínimas para la subsistencia de cualquier español medio. Dichas cantidades, a pesar de la Pandemia, se han disparado, cuando el Estado debe cuidar que no llegue una quiebra económica a gran escala y ponga en peligro la estabilidad nacional. Para que el “estado de alarma” no afecte lo económico, siempre se relaciona con la Pandemia, pero la verdad es que el estado de alarma afecta al bolsillo. El incremento de la ludopatía, de suicidios, de personas que emigran a países con mejor perspectiva, es síntoma de que las cosas no van bien. Pero repasemos lo que “fallaba” en los bolsillos españoles y comprobaremos lo ladrones y sinvergüenzas que son los políticos en nuestro país.

Productos básicos para la vida:

Agua corriente: en general han mantenido los precios en los últimos años, aunque sigue siendo un precio abusivo para el consumidor que reside en una vivienda corriente. Se paga de media en España alrededor de 20 euros mensuales con un consumo “normal” (unas 3.332 ptas de 1999). Debería tener un valor simbólico el agua, pero se ha convertido en otro negocio lucrativo. Se suele abonar cada trimestre, así que da mucho gozo soltar 60 euritos, como mínimo, y ver en el recibo que más del 90 % son impuestos.

Electricidad-Luz: Este sector energético ha alcanzado incrementos con picos históricos que superan el 400 % comparado con hace dos décadas. No es raro encontrar recibos mensuales en invierno que ronden los 250 euros. Lo curioso es que desde numerosos sectores, incluidos los estatales, nos quieren hacer culpables por “abuso de su uso”. Pongamos que la media anual es de al menos 80 euros mensuales (una barbaridad, en efecto). El engaño comenzó con la «privatización» de las empresas nacionales de las Energéticas. Entre PP y PSOE, tanto monta, monta tanto. A nadie se pidió permiso de dichas ventas mediante la herramienta democrática: la urna. Se confió en los políticos para que administraran y no para que vendieran el patrimonio de todos los españoles. Para hacer eso, se debió consultar al Pueblo, pues, de otra manera, se entiende como una “autoridad usurpada”. Obrar a base de decretos leyes no es más que dicha “autoridad usurpada” al Pueblo.

Alimentación: Pues sí, a pesar de que se han forrado con la Pandemia, también han incrementado los precios. ¿La excusa? La subida de carburantes y otros. Pero encima no es una subida pequeña. Cada producto (se puede comprobar en los supermercados) incrementa en más de 50 cts su valor. Si calculé en 6 euros al día por persona en su día, esta vez no puedo poner menos de 8 por día. Eso sitúa alrededor de 250 euros mensuales por persona si se quiere comer tres veces al día y de una forma decente.

Vivienda: con las consabidas subidas de todo, también los bancos subirán las hipotecas y los alquileres de inmediato. Eso supone que si en mi anterior trabajo calculé en 400 euros de media ambas aportaciones en cuestión de vivienda, tenemos que subir la media a al menos 425 euros mensuales.

 

Internet: de ser una herramienta útil, ha pasado a ser de “requisito obligado”, luego es un servicio de primera necesidad. Con la Pandemia, nos obligan a instalar Internet o contratarlo para nuestros dispositivos móviles. En España ya hace años que más del 100 % de los hogares tiene Internet, y digo más, porque en la mayoría de hogares se utilizan varias líneas y «datos». Esto supone un gasto mensual de 50 euros de media, dependiendo de la Compañía contratada y de los servicios que se necesiten. Ordenadores, smarthphones y sus periféricos tampoco son gratis, ni la electricidad que viene implícita.

Con esto, tenemos que para vivir decentemente, una persona necesita un mínimo de 745 euros mensuales. A esto, si le sumamos ropa y calzado, un vehículo con sus cargas y el pago de los impuestos (IRPF, etc), seguros por deceso, del hogar y vehículos, etc., tenemos que un sueldo de 950 euros deja poco para los «imprevistos», como puede ser una derrama en la Comunidad de Vecinos o averías en el hogar o vehículo. Hay que hacer verdaderos malabarismos con los sueldos que rondan los 1000 euros. Hace tiempo que se necesita una revisión de los precios para los productos y servicios de primera necesidad porque, por los precios que pagamos en España, en el resto de países (en proporción a los sueldos) viviríamos como reyes, incluidos los Estados Unidos, y eso pasa porque estamos rodeados de ladrones y piratas en forma de políticos y mercaderes. Pero sigamos ahondando y calculando sobre esta cuestión.

Se puede pensar que una pareja trabajadora tiene resuelta su cuestión económica si trabajan ambos. Pongamos que ingresan un total de 1800 euros netos mensuales. Pongamos que los gastos no se doblan, sino que muchos de ellos se dividen, como la vivienda, la electricidad, el agua, etc. Probablemente será una familia de dos próspera y que se puede permitir el lujo de ahorrar, invertir y hasta salir de vacaciones.

Pero todo cambia si deciden aumentar la familia. La manutención de los hijos puede suponer hasta unos ingresos insuficientes con dos salarios nada más. Las necesidades de bebés que van creciendo, en cuestión de ropa, alimento, medicinas, escolarización, etc., resulta un gasto que pocos se pueden permitir, si no se obtienen ingresos suficientes. Por eso los españoles no tienen hijos y como mucho uno, mientras los inmigrantes aumentan hasta por tres los nacimientos, con diferencia, ya que son un “negocio” para los funcionarios. Si, lo he escrito correctamente, pues pasé por el trance de ver “eliminada” a los españoles con necesidades especiales, cambiando la lista por otra de inmigrantes en el IES del Pla en Alicante. ¿La razón? Un español puede pagarse unos estudios especiales para su hijo/a en una escuela privada y el inmigrante no. Me hizo pensar que los funcionarios educativos se «llevan comisión» por escolarizar preferentemente a los extranjeros. Esa es la praxis actual a todos los niveles en España.

Echar mano del patrimonio heredado puede incluso suponer una carga. De algo que ya se pagó, y con creces, en su momento al Estado, se debe volver a pagar si se quiere vender. Sea una vivienda, un vehículo o cualquier bien, aunque haya perdido su valor, pasará por un proceso fiscal implacable. El Estado saca tajada de todo. Al lema “el Estado somos todos” le falta una palabra clave: “somos todos los políticos”.

 

Los problemas crecen si el matrimonio o pareja decide separarse. Todo ese núcleo familiar se desmorona, y los cálculos también serán muy difíciles para todas las partes, incluido el Estado. Pocas veces las separaciones vienen exentas de grandes depresiones que, a corto o largo plazo, repercuten en los afectados y su economía. Personalmente conozco más de una docena de divorcios donde el varón terminó suicidándose tras un repentino “vacío”, por haberse desmoronado todas las ilusiones de la vida que, con la venida de los hijos, supone la meta exclusiva. Ese periodo desde la separación hasta el suicidio está repleto de melancolía y amargura, en un proceso de dejadez personal, que muy rara vez tiene solución, marcando al individuo de por vida. Hasta de ese trance saca tajada el Estado.

Si se ha firmado una hipoteca a 30 años y se separan, la vivienda pasa a manos del tutor/a de los hijos, casi siempre la mujer, pero el firmante tendrá que seguir abonando las cantidades correspondientes. En fin, este tema es muy extenso, porque pueden haber muchos tipos de acuerdos, pero siempre perderá el varón si o si. Si fallece, la otra firmante tendrá que ocuparse en solitario de las letras, y si fallece ésta, pasará a los hijos una herencia decepcionante. Pero ese tema, repito, es muy complejo, una carga que se soporta por que el Estado convirtió la vivienda en un valor desproporcionado por abusivo y no de primera necesidad “asequible” para cualquier trabajador, como estaba establecido antes de 1976.

Con este panorama socio-económico, que nadie con dos dedos de frente puede negar, me pregunto: ¿dónde está la mente superior del ser humano? ¿Por qué elegimos este sistema de vida pudiendo ser todos más felices con otro? Si las palabras clave que os he señalado en negrita fallan, ¿a qué esperamos para modificar?

Todo está basado en el Consumo. Incluso pagamos por cosas que no usamos. Desde todas direcciones la excusa es “el mantenimiento”. Pagamos por la electricidad, el agua, la telefonía, medicina, cuentas corrientes y una lista interminable de servicios aunque no los usemos. Vivimos un mundo de señores y esclavos en sus significados literales. Gana quien no trabaja y paga el que trabaja. Somos de risa. Ni en la Edad Media el nivel de vida de una persona fue tan caro y servil en todos los aspectos. Si a todo esto sumamos un ejército de más de 3,5 millones de funcionarios que nos tratan a patadas, y que están al servicio de los políticos y no del público, como decía Pepe Ortega y Gasset: “observamos el reflejo de quienes nos gobiernan, tenemos lo que merecemos”, aunque lo dijo con otras palabras. Este es el panorama actual: un mundo de piratas que acechan el descuido del prójimo. Google y Facebook son las empresas más ricas del mundo y no hicieron nada especial, crearon soportes como otras decenas de plataformas y buscadores similares, pero «funcionaron», les sonó la flauta. Luego fueron los usuarios quienes levantaron y mantienen dichas empresas. Con eso está dicho todo sobre nuestro absurdo y estúpido servilismo.

Pero antes de las guerras, la dominación de la gente preparada, esos ilustrados que hipnotizaban a la masa con sus bellas retóricas, hasta merecían un estatus y que incrementaran su patrimonio, simplemente por el esfuerzo de sus estudios y dedicaciones. Pero hoy en día todos tenemos ese nivel académico, ya no vale decir: “es que tiene carrera” o “aprobó unas oposiciones”, porque quien más y quien menos posee conocimientos y estudios incluso superiores a los dirigentes. ¿Por qué nunca se ha revisado el merecimiento de cada persona por su trabajo, sea cual fuese su oficio? ¿Por qué un escribiente o copista cobra más que un panadero? Ejemplos comparativos extensibles a la infinidad de oficios que operan hoy en día. Y no es una cuestión de Comunismo contra Capitalismo, excusa ya cansina y que convierte en algo político lo puramente de sentido común.

Cualquier propuesta que abogue por el sentido común nunca será aceptada si significa “reducir a unos para compensar a otros”. Cuando se exige a los políticos “tratar del mismo modo a ricos que a pobres”, olvidamos que nos dirigimos a una clase que está enriquecida o que pretende enriquecerse. Es el político quien falla en esta ecuación. Es de ser besugos pedirle al que tiene que comparta con el que no tiene. No es una cuestión política sino de administración del Estado. Es esto último lo que debemos y estamos obligados a realizar para recuperar el buen camino que llevábamos hasta que los políticos echaron mano de las arcas públicas. Para hacerlo, los españoles debemos elegir a un grupo de “técnicos”, que no pertenezcan a los estamentos oficiales y que realicen una auditoria completa, para luego “nivelar” los salarios y pensiones.

Existen pensiones que rondan los 380 euros mensuales y otras de cantidades crecientes hasta 2.323 euros mensuales que dependen de las arcas del Estado. La media por jubilación (causa por incapacidad permanente, viudedad, orfandad y en favor de familiares, es decir, todas computadas) está establecida actualmente en unos 1.032 euros mensuales, pero es totalmente engañosa. También es engañosa la cifra máxima, jubilación de la minería del carbón, pues todos sabemos que los políticos pueden recibir una renta del Estado superior a los 4.300 euros mensuales, dependiendo de su cargo desempeñado. Para que suba dicha media, basta con subir las rentas altas un poco, y así seguir engañando con los números. Nadie puede vivir con 400 euros mensuales. Nuestros abuelos bilbaínos hace años que lo reclaman de manera ostensible, pero los políticos simplemente suben “porcentajes”, con subidas irrisorias a las jubilaciones bajas. A menos que se posea numeroso patrimonio, cualquier jubilado puede vivir con 1000 euros al mes. Y si se tiene patrimonio, resulta que gran parte de la pensión se dirigirá a pagar los impuestos al Estado correspondientes. Una paradoja que se repite en innumerables cuestiones en nuestra vida: recibir del Estado para que regrese al mismo. La media para los jubilados en régimen de Autónomos, ronda los 792 euros, justa la cantidad para vivir y que les queden 50 euritos para unas cervezas. Por cierto, el “eurito” ha hecho mucho daño a la economía española del trabajador medio.

Resulta que el Estado destinó al pago de las pensiones contributivas 10.154,14 millones de euros para este 2021 que terminó. El Estado recibe más de 1.700 millones en impuestos del Juego (se factura casi 42.000 millones de euros al año). El 77 % del tabaco vendido en España, que facturó más de 11.000 millones de euros. Y El 42 % del alcohol (casi 1000 millones) vendido, también revierte en forma de impuesto para el Estado. Así que tenemos que, con solamente estos tres impuestos (más de 11.500 millones anuales), el Estado puede “ofrecer” a todos los jubilados y pensionistas un nivel de vida digno. Ahora falta un reparto equitativo para todos, y dejarnos de una vez de clases sociales y tonterías políticas.

Recapitulando, los 950 euros de sueldo base interprofesional son insuficientes precisamente porque no se aplica en la práctica. La media de 1032 euros para los jubilados es insuficiente, por estar mal distribuida, pero el político nos quiere hacer creer que “todo está bien así”. La medida de Madrid, Barcelona, Valencia y alguna otra gran ciudad, no es la medida española. Existen diferencias económicas abismales entre los trabajadores españoles, pero como los políticos se concentran en dichas grandes capitales, que no suman ni la mitad de los españoles, resulta que el resto solamente recoge las migajas del gran pastel presupuestario. Con todo lo dicho, si se quiere romper con el pasado de una vez por todas, se debe limitar el poder de los políticos, se debe obligar a la consulta de las medidas que atañen a todos los españoles, para evitar la especulación y la piratería en todo lo posible.

Basta de caprichos, de poner veto a energías baratas como el Sol, basta de carriles bici que entorpecen la circulación de los servicios de emergencias y el fácil acceso a los comercios en las ciudades, restringiendo las plazas de aparcamiento en las calles (pues dichos carriles se pueden diseñar sin molestar), basta de favoritismos en los municipios, con funcionarios que explotan en paralelo negocios lucrativos, aprovechando su posición de privilegio y, tras un largo etc., basta de que se permita que los fondos públicos sean manejados por esta panda de ladrones, que sacan tajada hasta de la desgracia ajena, esta vez con las mascarillas, test y vacunas.

Todavía seguimos con la incertidumbre de una enfermedad que nos acompaña desde hace más de dos años, cuando nuestros científicos, en 1918 (por eso se llamó “gripe española”), supieron enseguida aislar y tratar una pandemia terrible, que mató a más de 50 millones de personas en el mundo y que en nuestro país “solamente” murieron 200.000. ¿Eran más avanzados nuestros médicos en 1918? ¿Estaban más preparados los políticos en 1918? Parece que si. A todo esto ¿no parece que exista un rearme generalizado en todos los países del mundo, como si se preparase algo grande? Y no me refiero solamente al caso de Ucrania. Estos políticos nos quieren meter otra vez en una guerra a gran escala porque los números no les cuadran. Espero equivocarme.

Lo malo de ver parcialmente nuestra vida pasa por olvidarse de cada problema, pasando al siguiente. Es cuando se ven los problemas en su totalidad, y ese ha sido el fin de este archivo, cuando se observa la gravedad de un sistema que no se sostiene, pues hace ya décadas que está obsoleto. No vemos la cantidad de personas que se arruinan a diario, no vemos el bosque porque lo tapa el árbol, no vemos más por la abusiva cantidad de información contradictoria. Pasar un rato con los niños de la familia nos da fuerzas y esperanza de futuro, pero los años pasan, y todo sigue igual que siempre. Los políticos plantan el árbol que nos impide ver la realidad, que no es otra que vivir al límite para que unos pocos vayan amontonando riquezas que no gastarán en sus cortas vidas. Somos absurdos, capaces de luchar por los derechos de las lombrices pero escondernos y no luchar por los nuestros. Esta es mi intención, la de declarar abiertamente que vivimos una realidad que nadie desea, ni siquiera los «piratas», porque se puede vivir perfectamente en paz y armonía, con la barriga llena y todos contentos, pero no queremos.

César Metonio

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