En la década de los años 70 hubo un gran aumento de fenómenos paranormales y sus investigaciones son ahora una gran “base de datos” para el mundo del cine y televisión. Películas como “El Expediente Warren” y programas de televisión como Cuarto Milenio son sólo un ejemplo del masivo interés que el público está teniendo por esclarecer muchos fenómenos que tradicionalmente se han mantenido en secreto. Uno de los fenómenos más extraños es la xenoglosia, hablar un idioma desconocido, cuando apenas se tiene conocimiento o incluso nada en absoluto de una lengua en boca de la persona que la padece.


El interés sobre el fenómeno de la xenoglosia, a nivel mundial, nos vino de la mítica película “El Exorcista” (1973), y sería la catalizadora de muchas experiencias que vieron la luz y se pudieron dar a conocer públicamente, sin el temor a la censura. Un ejemplo sorprendente lo hemos comprobado en este video del año 2004, que muestra un programa de Milenio 3 sobre el tema.  Existen bastantes ejemplos a lo largo de la Historia de personas que han hablado en un desaparecido y primitivo latín, griego e incluso en lenguas no registradas (no escritas), como las lenguas germánicas anteriores o contemporáneas a la Antigua Roma.

En la parte que corresponde a la ciencia, parece más que probado que el estado alterado de conciencia puede llevar al cerebro hasta límites insospechados y sorprendentes. Pero donde la ciencia se muestra más cuidadosa, es en estos casos donde las experiencias son extremadamente sorprendentes, calificándolas inmediatamente de fraudes. En este último caso, sencillamente se les da carpetazo y se archivan en el olvido. Pasan a ser una especie de “Expedientes X”.

El fenómeno de la xenoglosia es más que una prueba viviente para todas las teorías reencarnacionistas. Que un chileno hable en hebreo antiguo, de una manera espontánea, es para los creyentes más que suficiente como para pensar que en “otra vida”, la persona nacida en América fue algún personaje de la Antigüedad y de habla hebrea y quizás de etnia distinta.

Pero la ciencia también puede alegar tener una solución a este planteamiento, gracias al genoma humano. ¿Por qué no se puede guardar un idioma aprendido en algún área o genes determinados? ¿Por qué no el personaje chileno guarda en su ADN restos compartidos ancestralmente con el de habla hebrea? Este DILEMA sería más que curioso de investigar. Descubrir el mecanismo para “activar” este tipo de genes y poder expresarnos con los idiomas hablados por nuestros más remotos antepasados, sería una experiencia de lo más interesante.

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