Tras el inmenso Monasterio de El Escorial y al abrigo del monte Abantos se fundó en el siglo XVIII el municipio de San Lorenzo de El Escorial, fundación que partiría de un caserío histórico, La Herrería, y de la iniciativa vecinal en tiempos del ilustrado Rey Carlos III. En la actualidad su centro urbano, ubicado a unos 51 kms de la capital Madrid,  acoge a algo más de 18.000 habitantes y su trazado de calles y plazas configura un bello conjunto arquitectónico rematado por la magnificencia del Monasterio. Claro está, para contar bien su Historia debemos remontarnos al principio, a los tiempos de Felipe II y a la construcción de este Patrimonio de la Humanidad, declarado por la UNESCO en el año 1984.

Probablemente el Monasterio de El Escorial es uno de los edificios más estudiados del mundo. Se sabe que Juan de Herrera dirigió las obras durante gran parte de la construcción, pero existen muchos cabos sueltos y que se siguen debatiendo por los expertos en cuanto a la relación entre el diseño inicial y el acabado, cuestiones que no están demasiado claras, sobre todo por algunas soluciones arquitectónicas que no “cuadran” en los bocetos llegados hasta nuestros días. Se construyó durante 19 años, terminándose en 1584. Todo indica que el arquitecto madrileño Juan Bautista de Toledo plasmó sobre el papel la idea bíblica que Felipe II tenía en mente para su edificio ideal, quiso poner como ejemplo el Templo que el Rey Salomón construyera, basándose en las referencias del historiador Flavio Josefo, pero las necesidades funcionales del nuevo Emperador, convierten la obra de Jerusalén en un mero “referente idealista”, El Escorial no es una copia en grandes dimensiones, como se ha creído durante mucho tiempo. Así que se puede decir que resulta una obra totalmente original y con gran influencia del estilo renacentista, la mayor obra construida jamás en este estilo. Si estudiamos a los arquitectos que participaron en el proyecto, nos percatamos también de su influencia “europea”, pues además de la escuela nativa, encontramos trazas de la italiana y de los Países Bajos, confiriéndole talla Universal.

Todo en El Escorial merece un “aparte”, desde el mismo mural de la Batalla de San Quintín, pasando por cada sala, destacando la Biblioteca, donde se reunía lo más avanzado de la tecnología de la época. Otro dato relevante es la dimensión del edificio, con 33.327 m2 de superficie, comparados con los aposentos del “dueño”: una alcoba no muy grande y un pequeño despacho, resulta bastante inusual para un personaje de tanta talla, del emperador más grande de la época. Resulta obvio que la obra estaba dirigida a Dios y no al Hombre. Todavía se conserva la Silla de Felipe II, situada a varios kms y en una situación privilegiada, el Monarca observaba las obras desde una inmejorable posición. En época reciente se ha descubierto que dicha “silla” labrada en la roca, pudo ser perfectamente un altar de tiempos prerrománicos, vetón para ser más exactos.

Otro Monumento Nacional que se encuentra en el municipio de San Lorenzo de El Escorial es el Valle de los Caídos, uno de los monumentos más visitados de España y del Mundo, donde se encuentra la cruz más alta del mundo, con 150 metros de altura. Todo hace pensar que el propósito de su construcción era el de enterrar a los muertos de la Guerra Civil, sin distinción de bando, y así quedó reflejado en las Actas del Ministerio de Gobernación, con un número indeterminado de cuerpos, calculado entre 30 y 40.000, muchos de ellos sin identificar. También es probable que el Monumento fuese hoy en día considerado como otra “maravilla de la arquitectura e ingeniería” junto al vecino Monasterio, pero lo que son las cosas, los muertos ocasionados por Felipe II y resto de monarcas españoles “merecen recordarse con alegría” y en cambio los del Valle, ocasionados por la barbarie de un Pueblo enfrentado, merecen la “vergüenza”, como si la Memoria Histórica “seleccionase” qué debe o no recordarse, y de hecho así sucede en la práctica.

Casi 40 años de polémica no han resuelto si se debe “reconocer” el Monumento y devolverle el prestigio que merece por simple cuestión política, pero eso no quita que cada año más de medio millón de visitantes se acerquen para conocerlo. No voy a ser yo quien opine al respecto, pero si debo añadir que, como aficionado a la Historia, no recuerdo a ningún gran personaje ni monumento de talla universal que no tenga las manos manchadas de sangre. La etiqueta de “héroe” pende de un hilo tan estrecho que cualquier opinión “bien dada” puede decantar hacia el cielo o al infierno a su protagonista.

Toni Ferrando.

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