Aunque es un plato que siempre suele acompañar en las comidas durante todo el año, es con la venida del buen tiempo cando más se agradece. La Ensalada Mediterránea está compuesta de verduras frescas y se consumen crudas aliñadas con aceite de oliva y vinagre (o limón), con la lechuga y el tomate como ingredientes fundamentales, cabiendo luego un sinfín de toques con otros muchos productos que la enriquecen, pasando a ser muchas veces el plato principal, sobre todo para las personas de dieta vegetariana.

En el Levante Español la tradición por este plato rico en vitaminas de todo tipo, se remonta a la Prehistoria. En valenciano Reïmet de Pastor (raïm en catalán) es seguramente la verdura antecesora de la ensalada en la Comunidad Valenciana, junto a la aceituna, se encuentran restos fósiles en cuencos en varios yacimientos de la Edad del Bronce (al menos 1.500 a. de C.). En un principio se elaboraba una ensalada con hojas comestibles de muy diversas especies, aceitunas en adobo, tápenas de diversos tamaños (como la alcaparra) autóctonas también de esta Comunidad,  y otros vegetales que crecían en las estribaciones de las cadenas montañosas, combinadas con las de la huerta. Con los sucesivos contactos culturales que se asentaban en el territorio, la ensalada fue adquiriendo los productos que la han convertido en lo que es actualmente. La lechuga romana, con unas hojas grandes y tiernas, sería la favorita durante siglos. La cebolla penetra en Europa a través de Grecia y Roma desde Asia Central. A partir del siglo VIII los árabes introdujeron y producirían numerosos vegetales nuevos a partir de injertos y otras técnicas de cultivo. Remolacha, pepino, zanahoria, carlota (zanahoria roja), espárragos verdes y blancos hervidos, alcachofa, los cítricos, el vinagre aromático, etc.

La tradición ha ido eligiendo los vegetales adecuados desechando otros por su sabor, así que se hizo común trocear una lechuga, dos zanahorias, un pepino, una cebollita dulce, tápenas, aceitunas, reïmet de pastor (del que ya os hablaré más adelante), aderezarlo todo con aceite de oliva y sal, añadiendo por fin unas gotas de vinagre o limón. A partir del siglo XVI llegaron desde América otros cultivos que enriquecieron nuestra ensalada: el tomate y el maíz. El primero de ellos se ha convertido en un ingrediente indispensable para numerosas recetas y también en la ensalada resulta obligado, pues su sabor y textura lo convierte en una fruta-verdura que nos ofrece numeroso juego en todo lo culinario. El maíz no siempre se incluye en la ensalada, pero aporta un sabor dulzón muy rico y particular. Por último, se ha convertido en tradicional, sobre todo en las zonas costeras, añadir alguna latita de atún a la ensalada, un toque de lo más recomendable. Pero ante la escasez de los productos más antiguos, os voy a dar la receta de una ensalada mediterránea “común”, la que se conoce en todo el territorio español y se suele preparar por la facilidad de encontrar los ingredientes en cualquier establecimiento de alimentación.

Receta de la ensalada mediterránea

1 lechuga romana (o iceberg que tiene distinta textura)

2 zanahorias

1 pepino

2 tomates

Aceitunas (recomendables sin hueso)

1 lata de atún (o atún fresco frito)

Aceite de oliva

Vinagre de manzana (el de Módena es más intenso si os gusta) o limón

Sal

La preparación es bien sencilla y rápida, pues sólo debemos trocear en un gran recipiente-ensaladera todos los ingredientes y aderezarlos, remover y comer. A esta sencilla receta le caben numerosos ingredientes más. Todos los que os he comentado en este post suelen entrar en el recetario de nuestros hogares, pero no se puede prescindir de los que os he señalado como receta, pues dejaría de ser “mediterránea”. Bocas de mar, gambas y otros mariscos, anchoas, otros vegetales, como los canónigos, la lechuga roja, rábanos, frutas como la fresa, frambuesa o piña, pasas, huevo duro cocido, etc., las combinaciones para una ensalada son infinitas. También han surgido numerosas salsas para el que tiene ya muy visto el típico aderezo, como la salsa césar, a base de queso, la salsa rosa y la mayonesa también pueden resultar variantes muy sabrosas. Me encanta ir variando, pues es otro modo de apreciar “lo nuestro”: tras un largo período de tiempo sin probar el aliño típico, cuando vuelves a prepararte la receta de siempre  “redescubres” los sabores, por eso resulta muy recomendable variar.

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