Extraordinaria instantánea realizada por José Palazón.

Para los que olvidan fácilmente la Historia de la Humanidad resulta muy sencillo juzgar el tema de la Inmigración, del mismo modo que Donald Trump juzga numerosos temas, en especial éste, cuando todo el mundo sabe que los Estados Unidos de América se ha forjado tras continuas y masivas oleadas de personas provenientes de todos los puntos del Planeta. La diferencia entre unos países y otros es simplemente cronológica, pues desde que los homo sapiens (nosotros) existimos como especie, no hemos hecho otra cosa que migrar de un lugar a otro.

Aunque los problemas de fondo se repiten en todos los países, existen importantes diferencias entre unos y otros con respecto a la Inmigración. Mientras los Estados Unidos han tenido que “soportar” un flujo constante en su “Oeste” debido a la ocupación de tierras mexicanas hace dos siglos, compensando así el robo territorial o si se prefiere decir, la invasión imperialista, teniendo que “alimentar” también a los que traspasan la frontera política actual, en España hemos tenido siempre un flujo constante proveniente de África, flujo que las diferentes políticas a lo largo de la Historia han incentivado o perseguido dependiendo de las circunstancias socio-políticas españolas y europeas. Todos los países se han sentido satisfechos con la llegada a sus países de “sabios y atletas de élite”, pero ya no tanto con personas sin recursos y sin perspectivas académicas, ninguna especialidad laboral o de desarrollo deportivo. De ese modo, casi todos los países desarrollados restringen desde finales del siglo XX la entrada libre de trabajadores, dejando para los pactos políticos entre las naciones, los llamados “pactos de estado”, el número de visados “aceptables”. Resulta curioso que coexistan leyes europeas para regular este tráfico de personas con leyes nacionales que a veces contradicen las de la UE.

Aunque parece que sea ahora cuando en España se sufre el fenómeno de masificación en la entrada de personas provenientes del Norte de África (realmente vienen de todo ese continente), hace más de 50 años que comenzó el “problema”, sobre todo cuando Marruecos y Argelia dejaron de ser protectorados españoles y franceses. Sólo en la ciudad de Alicante, entre 1959 y 1962, se acogieron a más de 6.000 colonos franceses que “huyeron” de Argelia, la mayoría simpatizantes de la France que no quisieron comprobar si la nueva Argelia los vería con buenos ojos. Si se quedaron en esta ciudad española más de 6.000 personas, podemos imaginar las decenas de miles de argelinos que pasaron por España para llegar a Francia, su destino planificado en principio. Somos un punto de obligado paso desde siempre.

A lo largo de la Historia España ha conocido innumerables periodos migratorios, tanto de salida como de entrada, así como traslado de colonos de unas provincias a otras. En nuestra historia reciente podemos clasificar como la más importante el desalojo en 1609 de las tierras del antiguo Reino de Aragón de los llamados entonces moriscos, curiosamente paliado en urgencia por colonos llegados de la isla de Mallorca, de Palma principalmente, en esos años con una alta demografía. Pero fue insuficiente la venida de andaluces, mallorquines y de otras regiones españolas, así que durante el primer tercio del siglo XVIII se asentaron colonos provenientes de Francia y Alemania principalmente, en un número superior a los 12.000, artífices por ejemplo de la revitalización de la Huerta Valenciana y sus cultivos de arroz que estaban casi abandonados por sucesivas plagas y enfermedades.

Los regímenes autoritarios han mostrado en los últimos siglos esa cara “antipática” con respecto a los Norteafricanos y árabes (pocos), expulsados sin contemplaciones hace 4 siglos. Los que han llegado furtivamente ha sido siempre para usar nuestro país como plataforma de entrada a Europa. Siempre han venido pero muy pocos o ninguno se quedaba. Los que gozaban de “garantías”, comerciantes la mayor parte, han vivido como reyes en nuestro país, pero no era recomendable establecer ninguna comunidad extranjera en general. Durante los cortos periodos liberales en el siglo XIX se suavizaron las relaciones con los países del norte de África, pero seguíamos manteniendo extensas colonias y una tolerancia 0 al Islam.

Todo cambió con la entrada de la Democracia en el 1978 y se hizo habitual contemplar un flujo constante de entradas y salidas en los ferrys de Algeciras y Alicante. Al principio se asentaron algunos grupos de marroquíes y argelinos en las grandes ciudades, de manera tímida, pero en la década de los 80s empezaron a erigir mezquitas y a configurar verdaderos barrios magrebíes. Actualmente casi 800.000 marroquíes residen oficialmente en España, más un número significativo de indocumentados. Un número indeterminado de argelinos también tienen  carta de residencia española, aunque prefieren los continuados viajes de ida y vuelta, como transeúntes y dedicados más a comerciar con los productos textiles y el calzado en particular. Se calcula que el ferry de Alicante transporta en cada viaje más de un millón de euros hasta Argelia en zapatos. La proporción es paralela a los moriscos que expulsamos hace 4 siglos, aunque en Valencia fue en 1609 mayor el número de expulsados en proporción a sus habitantes, pues se calcula que se quedó la región en algo más de la mitad de habitantes en aquel entonces.

Según los datos de la Página Oficial del Estado, de los 47 millones de habitantes de España, 5.237.710 son extranjeros de todas las nacionalidades con permiso de residencia al comienzo del presente 2018. Pensamos que nuestro país ha sido siempre un país de emigrantes pero no es del todo cierto. En mayor o menor número, siempre se han establecido comunidades extranjeras en nuestro país, algo que nos ha enriquecido en todos los aspectos, pero que también nos ha perjudicado en algunos detalles, por ejemplo los centenares de millones de euros destinados a países terceros y enviados por éstos a sus países de origen. Desde el siglo IX a. de C. al menos, se han registrado extranjeros en nuestro suelo. Las políticas de nuestros dirigentes con respecto a dicha presencia ha sido de lo más variopinta, con resoluciones radicales, como la expulsión de judíos y moriscos, invitaciones “cordiales” al abandono de territorios (a ingleses y franceses de Mahón o poblados nómadas gitanos reubicados en el siglo XVIII), pero también admitimos nuevas corrientes extranjeras, adaptaciones y modernización de estamentos sugeridos por ilustrados extranjeros (precisamente gran número de nuevas leyes en dicho siglo XVIII y XIX. También durante el siglo XV y XVI, con una Europa “española” de numerosos intercambios de todo tipo).

Abordar el tema de la inmigración como lo hizo Trump (inviable como todas las propuestas utópicas), y como lo ha hecho ahora el Presidente Sánchez, resultan de lo más irresponsables. Ambos no han querido consultar la Historia ni asesorarse debidamente. He puesto ejemplos de dos políticas radicalmente opuestas para un mismo problema, simplemente para que comprobéis que ninguna política radical surte efecto a ningún plazo (salvo el genocidio o expulsión violenta total) y que el fenómeno de la Inmigración no se para con un decreto, tan sólo lo hace más visible si la política es blanda, como la de Sánchez. Aunque mi opinión sobre la inmigración sea la de acoger a todas estas personas que buscan un porvenir en libertad, debo reconocer que Sánchez ha pecado de oportunista, ha querido darse rápidamente a conocer en la política internacional, nadando a contracorriente, y le ha dado lo mismo qué consecuencias pueda ocasionar.

Donald Trump ha provocado el resurgimiento del Independentismo en Texas con sus políticas, entre ellas las de la Inmigración. También ha provocado una mayor unión de todos los hispanos en los antiguos territorios mexicanos y españoles (California, Nuevo México, Florida, etc.) Sus manifestaciones poco o nada acertadas están poniendo en alerta a numerosos colectivos que hasta ahora se mantenían aletargados. El Presidente Sánchez, con una política igual de precipitada, desoyendo los consejos venidos de la Unión Europea, se erige en un Don Quijote y está llamando a voces a todos los desamparados de la Tierra, un acto igual de irresponsable que el de Trump, aunque tengan colores contrarios.

La bonanza económica de finales del siglo XX en España (la misma que provocaría una burbuja inmobiliaria catastrófica) tuvo un efecto “llamada” a la extranjería. En la primera década de este siglo Madrid y Barcelona acogieron a centenares de miles de trabajadores de todas las nacionalidades, algo que se ha frenado, aunque siguen siendo dos provincias que acogen a casi un millón de extranjeros cada una de ellas. Pero el fenómeno fue también desproporcionado en otras zonas, como Andalucía y Comunidad Valenciana. La ciudad de Alicante, con unas infraestructuras y capacidad para unos 400.000 habitantes, sufrió durante gran parte de esta primera década una presión demográfica de 800.000 residentes, desbordando todos los servicios, situación que llevó a su Ayuntamiento a aplicar recortes de agua en su playa urbana y “abandonar” la limpieza y riego de calles durante largos periodos de tiempo. Una de las ciudades más cuidadas a finales de los años 80s se transformó en algo caótico en el siglo XXI. La provincia de Alicante sigue siendo la tercera de España por su número de extranjeros residentes, pero su número se ha afianzado entorno a los 336.000 actuales.

Si miramos la lista de extranjeros residentes en la Página Oficial del Estado nos resultará sorprendente que no se hallen reflejados los miles de senegaleses y centroafricanos en general que todos vemos habitualmente por las ciudades españolas. Son personas sin documentación o sin permiso de residencia y que han llegado por distintos caminos hasta su soñada Europa. Todas estas personas no registradas pueden aumentar sustancialmente el número de extranjeros y desbordar las previsiones, tal y como ocurrió en Alicante hace unos años. Los centroafricanos que huyen de las matanzas en sus países de origen, encuentran en nuestro país un paraíso comparado con las tragedias sufridas, aunque aquí su economía se base en el pan y aceite. Es normal que intenten por todos los medios cruzar el Estrecho, pues aquí no serán asesinados y pueden vislumbrar algún futuro.

Me parece muy bien que el señor Pedro Sánchez eleve la voz en defensa de toda esta gente desamparada, pero muy irresponsable buscar soluciones en solitario. Europa sabe que tiene una deuda pendiente con el continente africano, incomparable con los 1500 años que la raza negra tuvo que soportar con el tráfico de esclavos desde los tiempos de la Romanización al menos, por parte de las culturas del Norte africano y luego musulmana, más el posterior tráfico hacia las Américas por las potencias colonizadoras de Inglaterra, Holanda, Francia y Portugal.

Todos los dirigentes europeos nos quieren hacer creer que el problema lo tenemos que solucionar impidiendo la entrada a esta masiva inmigración, que el problema es “nuestro”, cuando deberían solucionarlo en su origen: parando las guerras en África y aplicando buenas políticas de desarrollo en dicho continente, y no haciendo la “vista gorda” para explotar sus recursos naturales a bajo precio, tal y como hacemos los españoles con Guinea Ecuatorial, que sigue soportando una dictadura militar para vergüenza de todos esos politicuchos españoles que se las dan de demócratas, librepensadores y que luego reciben a las comitivas de estos países dictatoriales con los brazos abiertos. La Administración Norteamericana lleva dos siglos explotando la mano de obra mexicana para su beneficio propio, pagando jornales considerados de esclavitud comparados con el salario medio del país, pero el señor Trump quiere construir un muro, un lamentable muro de hipocresía.

Cada vez que se reúnen los malnacidos del G-6, G-7, G-20, etc. la situación en el planeta empeora. No son personas que representen los intereses de sus países, sino que se representan a si mismos y a las grandes empresas armamentísticas, farmacológicas y multinacionales. Nos quieren hacer creer que defienden los principios fundamentales de cada nación, pero la realidad es otra bien distinta. Para esta mayoría de dirigentes psicópatas el valor de una vida importa bien poco y sacrificar a millones de personas no supone un gran problema, siempre que se manejen opiniones convincentes. El gesto de Sánchez no es altruista, lo pagaremos los españoles de a pie con una nueva subida de impuestos y así pagar los caprichos de los nuevos políticos, que no han sido elegidos por el ciudadano español. La llegada de pateras a nuestras playas ha sido siempre una constante, la diferencia radica en que hasta ahora debían llegar con nocturnidad y en puntos recónditos de nuestro extenso litoral para no ser descubiertos. Miles de inmigrantes mueren en sus travesías hasta la añorada Europa cada año, desde hace un siglo al menos, pero millones han entrado y entran furtivamente, mimetizándose entre una sociedad occidental y blanca hermética, que los expulsa de su lado con el simple gesto de la indiferencia. Ayudemos a otras comunidades, pero no incentivemos el abandono de sus países de origen, como está ocurriendo en Siria, un país tradicionalmente abierto a la inmigración, ahora inmerso en una guerra provocada por esos psicópatas que se sientan en las generosas mesas encabezadas por la letra G. Europa debe pagar por lo que ha hecho en África históricamente, tiene la obligación moral de ayudarles, pero Europa entera y no solamente un Quijote que vive en una mansión de lujo y viaja en jet privado.

César Metonio.

 

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