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La Biblia Valenciana fue el primer libro impreso en España y la tercera traducción de los textos sagrados impreso en el mundo tras el alemán y el italiano. El primer libro impreso fue en latín por Gutenberg en 1448. La única página de esta Biblia Valenciana que nos queda, de las decenas de incunables que se imprimieron, data de 1477/78, pero otras referencias de la época hace pensar a los historiadores que se imprimieron las primeras páginas a finales de 1474, año en que el impresor Lambert Palmart se instaló en Valencia y desarrollaba ya numerosos proyectos. La página se encuentra actualmente en la Hispanic Society de Nueva York. El papel impreso más antiguo se encuentra en Segovia, donde se instaló por primera vez la imprenta en España. Se trata de un acta por orden de su Obispado de 1472. La obra literaria impresa más antigua data de 1474 y la imprimió el mismo Palmart en Valencia y en dicho idioma. La obra se llama Obres en Lahors de la Verge Maria.

La importancia de la Biblia Valenciana en dicha época nunca se ha valorado debidamente. Se consideró un “peligro” para la cultura castellana, francesa y también para los dialectos italianos pues, recordemos, el piamontés sería al final el que prevaleció como lengua nacional en la reunificación del siglo XIX. Dicha amenaza cultural se solventó declarando esta Biblia como “hereje” por el Papa, el cuál ordenó la quema de todos sus ejemplares y declararlo “enemigo” de la Iglesia para que no peligrase también el latín como lengua comunicadora de la Cristiandad. La Inquisición sería su brazo ejecutor en el año 1498. ¿Tenía fundamento teológico dicha declaración de Herejía? Rotundamente no, ya que se trataba de la transcripción literal al valenciano de los textos sagrados, es decir, el mismo que estaba traducido a otros idiomas, redactado 80 años antes nada menos que por Bonifacio Ferrer, el hermano de San Vicente Ferrer, ambos venerados por la Iglesia prácticamente en toda la Cristiandad. De modo que los motivos de la quema fueron políticos y culturales.

Para comprender el alcance cultural que podía alcanzar un libro cualquiera impreso y distribuido en grandes cantidades por Europa, se puede observar lo que ocurrió en Suecia tres siglos después, cuando a un sacerdote se le ocurrió distribuir entre la población una biblia impresa en sueco. En muy pocas décadas disminuyó la tasa de analfabetismo a tan sólo el 30 %, cuando en el resto de países rondaba el 70 %. Los suecos aprendieron a leer y escribir con la Biblia de este párroco. Imaginad que al párroco se le ocurriera distribuir aquella biblia en noruego. Hubiese peligrado sin duda el idioma sueco, o al menos, habría surgido un idioma «culto» paralelo.

El símil de la biblia sueca es correcto pero con el agravante de que en el siglo XV las lenguas romances eran mucho más parecidas entre ellas que en la actualidad. Podían entenderse perfectamente todos los países del ámbito del antiguo Imperio Romano, con numerosas diferencias, pero con un mínimo esfuerzo cualquiera se adaptaba al romancero de otro lugar. Consta en numerosas referencias históricas que San Vicente Ferrer predicaba en valenciano tanto a castellanos, a catalano-aragoneses, francos y dialectos italianos. Este santo que congregaba a miles de feligreses terminó su singladura en 1416, con su fallecimiento, pero su beatificación fue muy seguida, siendo uno de los santos que más rápido proclamaría la Iglesia como a uno de sus Ideales. De hecho, la publicación y distribución de la Biblia Valenciana coincidió con la época de la santificación de San Vicente Ferrer, que significa en nuestros días como la edición de los “grandes éxitos” de Michael Jackson cuando falleció, por darle una comparación de ventas.

Claro, el fenómeno lingüístico resultaba intolerante para las cortes de media Europa, con la castellana como más importante opositora, pues intentaba a base de “corregidores” por toda la península, dificultar cualquier lengua que no fuese la castellana. Consiguió imponerse en el ámbito comercial, al decretarse que todo documento mercantil y administrativo debería redactarse en castellano, pero era más importante el ámbito religioso, por sus connotaciones culturales, siendo la Biblia Valenciana un verdadero peligro para la continuidad de lalengua castellana. En la Literatura, no se publicó la versión del Tirant lo Blanc en castellano hasta 1510, y con una traducción de muy mala calidad, precisamente para que no destacase como obra importante entre los castellanos. No sé si se hizo a propósito pero ese fue en definitiva el resultado. A día de hoy, ningún castellano conoce esta obra literaria (salvo contadas excepciones), la primera Novela moderna de peso literario del mundo. A Cervantes le entusiasmó la obra porque la leyó en valenciano.

El Siglo de Oro de las Letras Valencianas estaba oscureciendo a todas las lenguas europeas y se iba considerando en las universidades y colegios mayores como lengua culta, situándose ya al nivel de las letras francas y al Renacimiento Italiano, y por encima de las demás lenguas y dialectos peninsulares. Este fenómeno se ha ocultado durante siglos hasta nuestros días pues ya en tiempos modernos, el valenciano tiene que soportar también el “acoso” cultural de su vecina Cataluña, que se ha atribuido desde principios del siglo XX todo lo relacionado con la cultura valenciana como suya propia, bajo el beneplácito de muchos eruditos valencianos comprados con dinero barcelonés. Esa corta “época de esplendor” de la lengua valenciana coincide con la circulación de la Biblia Valenciana y su destrucción violenta y sin fundamento religioso da cuenta de la importancia que mereció. Si tuviese un castellano y un catalán la máquina del tiempo, y quisiesen preservar sus lenguas con el estatus que tienen ahora, sin duda volverían a quemar la Biblia Valenciana.

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