Fiestas de Alcoy en el año 1902

Las Fiestas de Moros y Cristianos de Alcoy se celebran entre los días 22 al 24 de abril todos los años, una Fiesta considerada de Interés Turístico Internacional y que difícilmente será del “club” de la UNESCO porque conmemora una batalla histórica y los contendientes son cristianos contra musulmanes, y la cosa no está muy “católica” entre nosotros, quizás peor que hace siete siglos y medio. Ni siquiera sirve el que verdaderos musulmanes hayan sido invitados en numerosas ocasiones a participar en ella.

Para empezar, debemos hacer un pequeño esfuerzo para retrotraernos a la época de los hechos: año 1276. En los años previos el Antiguo Reino de Valencia parecía un caldero en ebullición, donde la comunidad cristiana autóctona pretendía los privilegios de los colonos mandados por la Corona Aragonesa, los mudéjares debían demostrar a la Iglesia que renegaban por completo de Mahoma, los moros que querían convertirse eran mirados con recelo, los judíos querían recoger el premio por su apoyo a los cristianos en la Reconquista (apoyo económico), en resumen, la parte victoriosa, ávida de poder y riquezas, pugnaba por repartirse el gran pastel territorial tras la retirada hacia el Norte de las tropas de Jaime I. El caso del Sur de la provincia de Alicante en este aspecto es seguramente el más embrollado de toda la Reconquista, pues el Tratado de Almizra la convirtió en un territorio “incierto”, pues a pesar de establecerse las fortalezas que obraban como fronteras entre los reinos castellano y aragonés, la realidad era bastante distinta a dicho papel firmado entre los Reinos, Iglesia y Nobleza cristiana. La gran mayoría de las veces era la Iglesia quien hacía y deshacía en las disputas surgidas, amparándose en que “Dios no tiene bandera” y su juicio servía para todos los cristianos. En la mayoría de casos, los clérigos y párrocos, aplicaban las leyes de convivencia “de siempre”, las árabes, y un caso claro de ello es que todavía funciona el Tribunal de les Aigües en Valencia, cuyo origen se remonta a la época islámica.

Embajada en el año 1918

Me he dejado para un aparte al bando perdedor, que en una democracia sería una mayoría absoluta, a los moros, que también estaban divididos en corrientes y en sectas no “autorizadas”, y mantenían disputas territoriales entre ellos, motivo por el cuál, durante la Reconquista se podía ver a gran número de musulmanes luchando con los cristianos, como hermanos. En la toma de Málaga, por ejemplo, y que está perfectamente documentada, las huestes de Fernández de Córdoba estaban constituidas casi en dos tercios por tropas musulmanas. El asedio fue muy sacrificado por ambas partes y como no se entregó la plaza en rendición, se exterminó a todos los malagueños, siendo pasados a cuchillo por sus propios hermanos de religión.

Festeros Filá Verdes en 1926

Desde el año 1244 hasta 1276, Biar (su fortaleza), las comarcas de la Vall d´Albaida, La Safor, La Ribera Alta y Baixa, La Costera y el Comtat, es decir, el sur de la actual provincia de Valencia y Norte de Alicante, esta mayoría musulmana, que había pactado con los cristianos la “no intervención”, dejando para sus nobles la derrota y pérdida del territorio, se había declarado en rebeldía, surgiendo un portavoz intransigente, llamado Al-Azraq, que con los años se había convertido en caudillo de todos los mahometanos que se sentían traicionados por unas promesas incumplidas, negándose a abandonar sus tierras para entregarlas a cristianos y judíos. Se negaban a ser meros jornaleros o esclavos y reivindicaban sus derechos. Las sucesivas campañas que Jaime I mandó para disolver las continuadas marchas de protesta (revueltas para los cronistas), fueron rechazadas por la vía diplomática (embajadas) y pocas violentamente, por la sencilla razón de que se necesitaba un ejército de miles de soldados para terminar con un conflicto tan multitudinario, ejército que la Corona Aragonesa no podía reunir sin la participación de soldados musulmanes, cosa a la que se negaron.

Resulta curioso que la Batalla de Alcoy, el año 1276 signifique el fin de la resistencia musulmana en el Reino de Valencia y el de sus principales caudillos, ya que en ese mismo año fallecerían Al-Azraq y Jaime I, aunque solamente pereciera en batalla el musulmán. La demostración clara de que la rebeldía de estos musulmanes seguía un fundamento jurídico y no religioso es el hecho de que una sola flecha (saeta) que acababa con la vida del Caudillo, fue suficiente para que los rebeldes se apaciguaran. El hecho de que no hubiese sucesor al cargo nos da a entender que no se había constituido reino ni vindicaciones territoriales (feudo), que el caudillo ofició de “portavoz” o representante para reclamar unas condiciones que no se cumplieron por parte de las Autoridades, tanto cristianas como musulmanas. Fue una revuelta civil y no religiosa, aunque se constituyera por la mayoría musulmana. Los relatos posteriores, en ambos bandos, nos llegan todos insuflados de anécdotas bélicas y leyendas que el sentido común debe suprimir, aunque no para los devotos de la fe, pues tienen derecho como todos a creer en milagros.

El aficionado a la Historia y sobre todo el profesional, debe ser muy cauto a la hora de dar a conocer las cifras de cada hecho bélico y de cada manifestación histórica. Se debe utilizar sobre todo el sentido común a falta de referencias exactas, pues hasta teniéndolas, pueden estar engrosadas por mero ensalzamiento victorioso del narrador. Se sabe que la mayor batalla de la Reconquista fue la efectuada en Las Navas de Tolosa (1212), donde combatieron unos quince mil soldados musulmanes contra doce mil cristianos. En ambos lados se reunieron ejércitos de varios reyes y nobles (todos los de la Cristiandad), así que no debemos imaginar ningún otro episodio bélico que supere algunos miles de beligerantes por bando. He leído episodios verdaderamente curiosos, con ejércitos de 25.000 soldados catalanes, por ejemplo, en crónicas de historiadores modernos de esta Comunidad Autónoma, llevados sin duda por ilusorias bases históricas, ya que con dicho ejército podrían ocupar media Europa en aquellos tiempos.

San Jorge figurativo por Mario Candela-1962

En este contexto socio-político encontramos una villa de Alcoy de reciente planta. En 1256, tan sólo dos décadas antes del hecho milagroso, se levantaron nuevas murallas de impresionante altura y favorecidas sus defensas por los barrancos y depresiones naturales del terreno. “Oficialmente” los historiadores sitúan la fundación de la ciudad en esa fecha, algo bastante discutible, pues no hay que confundir la Concesión de Villa por parte de la Corona, con la fundación en si de un nuevo núcleo urbano. Pero no es este el momento de aclarar ese punto, sino de imaginarnos una villa bien organizada con unos centenares de habitantes ya dedicados en su mayoría al oficio de la Industria del Textil, pues unos años después se constituiría uno de los gremios más antiguos de España (en 1278). Esta industria jugará un papel muy importante en la Fiesta. Las autoridades civiles y eclesiásticas de la Villa, conocedores de que una muchedumbre se dirigía hacia ellos y que ocupaban a la fuerza los terrenos y arrabales de la vecina comarca del Comtat, mandaron emisarios a la Corona, partiendo en ayuda 40 caballeros desde la Corte, caballeros que no llegarían a tiempo y que en cambio combatirían a posteriori en el Barranco de la Batalla, sucumbiendo al menospreciar el número y fuerzas de los musulmanes, sin tomar las precauciones necesarias. También hay que matizar que cada caballero solía llevar un refuerzo de infantería (escuderos), dependiendo de los caudales de cada uno, podía ser entre uno y cuatro normalmente.

Ese 23 de abril de 1276 se encontraba una manifestación de pocos miles de personas exigiendo la apertura de las puertas de la ciudad, como ultimátum para no pasar a mayores. A la cabeza del amotinamiento se encontraba un Al-Azraq de 68 años de edad, enaltecido y probablemente nada precavido, pero necesitaba hacerse visible para que aquella gente pacífica siguiese los pasos que sus soldados marcaran. Es más que probable que la escaramuza comenzase con un intento de derribo de puertas, incluso con el fuego, de modo que un acto violento desemboca en caos y locura colectiva. Desde lo alto de las defensas alcoyanas, los hombres procuraron disolver a la muchedumbre y, cuenta la tradición, el párroco Mosén Ramón Torregrosa encabezó dicha defensa a falta de aquella ayuda esperada de la Corte.

El caos terminó de súbito. Con el olor a madera quemada y pequeños hilos humeantes todavía ascendiendo hacia las alturas, uno de los alcoyanos gritó que se había retirado el enemigo. En la otra orilla del río los soldados musulmanes lloraban por la herida mortal de su caudillo, producida desde el castillo. Al-Azraq en su agonía, seguramente rememoraba aquel primer éxito de su juventud, cuando en 1244 tomaba el Castillo de Biar, ahora imposible de emular. Los campesinos y artesanos veían también que con la muerte de su poderoso líder resultaba inútil cualquier pretensión de mejora, retirándose la mayor parte hacia sus zonas de origen por temor a las represalias. Otros, los más fieles seguidores del caudillo, se congregaron en las zonas montañosas en dirección Sur, lugar donde emboscaron a los caballeros cuando pretendían su acoso para dispersarlos. Aquel sería seguramente el último episodio bélico de la Reconquista en la Comarca, pues temiendo las represalias, el mismo temor que los empujó al ataque contra los caballeros, los llevó a diluirse entre la mayoría de musulmanes que todavía residía en el reino. Los más comprometidos escaparon hacia Granada con los rehenes cristianos capturados en la campaña alcoyana.

La celebración de la victoria sucedió inmediatamente después de la retirada de los musulmanes: se abrieron las puertas, se limpió de despojos y artefactos el suelo que rodeaba la villa y repicaron las campanas. Mosén Torregrosa ofició una Misa Mayor y se conmemoró la victoria a San Jorge Mártir en la ahora desaparecida Parroquia de la Virgen de los Desamparados, en el mismo lugar donde se encuentra la actual. Mosén Torregrosa estableció también, en connivencia con las autoridades, que cada 23 de abril se conmemorara ese día de la victoria con actos religiosos y festivos, redactando una súplica para que la Iglesia y Autoridades autorizaran la construcción de una ermita para el Santo. El testimonio de varios defensores del castillo, asegurando ver a “un caballero ataviado a la romana montado sobre un caballo blanco y lanzando saetas”, daría pie a la tradición para unos y leyenda para otros del Sant Jordi “mata moros”, imagen que no pasaría a la iconografía alcoyana hasta 1812, pues resulta impensable que en una sociedad de mayoría musulmana, al menos hasta el año 1609, se exhibiese una imagen violenta y “vejatoria” contra ellos. Desde Valencia se autorizó la construcción del templo y de forma documental se sabe que en 1315 ya se oficiaba misa por un Mosén Torregrosa, quizás un sobrino o quizás el mismo y la parroquia se terminara años antes de esa fecha. Se erigió en el mismo lugar donde los testimonios aseguraron ver al Santo Caballero, y allí está plantada la tercera versión, iniciada en el año 1913 (la Wiki está equivocada en su datación, como algunas otras fuentes), para ser terminada y bendecida en 1921.

Casi siete siglos y medio conmemorando año tras año un hecho histórico, con sus continuas modificaciones, da para un libro y no para un post, así que voy a dividir en pequeños párrafos cada periodo de tiempo relevante de esta gran Fiesta, madre de los desfiles y del pasodoble valenciano, además de numerosos actos que luego han pasado al repertorio regional y nacional. Muchas veces me tildan de “alcoyanismo”, pero voy a aclarar que es más importante la difusión de un invento que el invento en si mismo, y no hace falta explicar nada más al respecto, eso si, respetando al máximo a todos esos ingeniosos artistas y músicos que crean, pues en ellos recae el mérito sin duda. La primera marcha mora, un pasodoble explícito para la Entrada de Moros, lo creó Manuel Ferrando (en 1860), pero la tradición sitúa la primera marcha mora en 1878 y por un autor alcoyano, sencillamente porque el del Autor contestano no “transcendió” en la Fiesta alcoyana hasta que se incluyó en el repertorio años más tarde. El fenómeno del tema “Paquito el Chocolatero” es otro ejemplo claro de composición contestana. Esta composición resulta hoy en día la música más escuchada del mundo, por encima de autores anglosajones y latinos clásicos, según miramos los ingresos de la SRAE generados por Derechos de Autor (la última vez que lo miré llegaba a los 100 millones de euros),  una composición creada en 1937 y popularizada en 1941 cuando se estrena en las Fiestas de Alcoy, dándose a conocer hasta en el NO-DO (por cierto, el primer reportaje se rodó en éstas). El compositor fue Gustavo Pascual y la compuso a la guitarra en su Cocentaina natal.

Desde 1276 hasta principios del siglo XV las Fiestas de Moros y Cristianos constaban de actividades religiosas: misas, procesiones y comidas al aire libre para toda la Villa. Los cronistas de la época hablan de Alcoy como un pueblo que vivía por y para el Textil, y se sorprendían de que las mujeres hilaran en la calle, los hombres en las fábricas y los ancianos y niños ayudaran también en las actividades fabriles. Así que no resulta difícil adivinar cómo conmemoraban su día más festivo, sino en el gran descampado frente al Convento de San Agustín (siglo XIV), con torneos de justas a caballo o tiro con arco y ballestas, y algún concierto de flautas (dulzainas y otros instrumentos árabes) y tambores, con danzas al estilo aragonés para amenizar las veladas. Las continuas peticiones de reliquias del Santo al Papa, darían su fruto, aunque no se vieron satisfechas muchas de las peticiones, como fue la de su capa romana, que se encontraba en una iglesia de Roma. ¿Había musulmanes celebrando la Fiesta? Es algo que los cronistas no nos han contado. Desde luego dudo que siguieran los rituales cristianos, pero no se dice nada de quiénes participaban en las justas, salvo a los caballeros que invitaban para dichos concursos, que solían llegar desde distintos lugares del Reino.

Siguiendo el ejercicio de retrotraernos a la época, debemos tener claro que las Fiestas no simbolizaban una humillación a la religión musulmana, eso fue una creación de los políticos a los que les interesaba crear conflicto, tal y como ocurre en la actualidad. La gran mayoría de musulmanes y cristianos sólo pretendía vivir en paz y obtener cierta seguridad de las Autoridades, y les daba igual qué bandera siguiesen. Tanto los musulmanes como los cristianos de la zona, veían las revueltas de Al-Azraq como una amenaza a sus formas de vida pacíficas, en definitiva lo vieron como a un político “interesado” y no a un representante de su religión, como lo miraban fanáticos que luego huyeron a Granada. Por eso encontramos musulmanes que simpatizaben y simpatizan con la figura de San Jorge y, sin duda, centenares de musulmanes lo vieron como un milagro en 1276. ¿Por qué no iban a celebrar muchos musulmanes la muerte del rebelde que pretendía ocupar sus terruños?

La aparición de las armas de fuego y la pólvora en la Fiesta se hace evidente en los relatos de viajeros franceses, italianos y alemanes que nos legan sus experiencias a partir de 1425. Desde 1390 los primitivos mosquetes, cañones y bombas se empiezan a fabricar en grandes cantidades para el ejército y, con la constitución de las milicias valencianas, los torneos y justas celebrados en Alcoy se convierten en exhibiciones de arcabucería. Es en esta época de principios del siglo XV cuando podemos hablar de una verdadera Fiesta de Moros y Cristianos, época en que se empieza a recrear (a tiros) anacrónicamente una batalla cuando no existía todavía ninguna arma de fuego individual y portable. Ha transcurrido más de siglo y medio desde la Batalla y la situación de los moriscos en el Reino es la de confinamiento en sus propias áreas o arrabales, manteniéndose definitivamente alejados de la política feudal y solamente amparados por la Corona. En el año 1447 la Villa se desvincula de su señor feudal y, a cambio de una elevada cantidad de oro, pasa a formar parte de las 34 villas reales del Reino. Entre otros privilegios, quedaba exenta de delimitar un barrio para los moriscos y si lo hubo alguna vez, se integró definitivamente como los demás barrios cristianos. Otra condición era la creación de la Milicia Alcoyana, cuya ordenación militar será la base de partida para los futuros desfiles y configuración de las filás. En los archivos municipales se encontró una lista de las armas de fuego empleadas para las Fiestas ya en 1452, sobrepasando la veintena, documento que prueba la participación y control efectuada en la época.

El elemento religioso siempre ha estado presente en la Fiesta. El segundo elemento: la exhibición o Alardo, ocupaba la mayoría de las actividades populares y es la que más evolucionaba. La Iglesia pronto renegó de dichas actividades, por eso, desde un principio convivían dos celebraciones paralelas, teniendo el Consejo Municipal la obligación de controlar lo cívico. Durante el siglo XV arraigó la costumbre de “disfrazarse” de héroe, de Mosén Torregrosa, y liarse a tiro real, algo que ahora nos parece chocante, pero todavía quedaban retazos de dicha costumbre a principios del siglo XX, con la última filá de Capellanes, de las numerosas que se formaron en casi cinco siglos. Las primeras “filás”, nombre que aparece a finales de este siglo, junto al nombre “comparsas”, algo posterior, la constituyen primero “cristianos católicos” y los “cristianos moros”, que recreaban en las exhibiciones a las huestes de Al-Azraq, todos disfrazados de clérigos y que poco a poco irían agrupándose, al principio con una simple numeración y con el tiempo por el tipo de tejido con que se confeccionaban los trajes festeros. La expulsión de los judíos y moriscos de Castilla en 1492, supondría un incremento de estas familias en los reinos aragoneses.

En vista de que la “diversión” suponía un estruendoso tiroteo con fuego real, la mujer se centró en las actividades religiosas y domésticas (confección de trajes, preparación de comidas, etc). La milicia eran soldados profesionales y gran parte no eran nativos de la Villa, así que existen numerosos relatos de tiros contra la propiedad, incluidos los sucesivos monumentos que se erigían en la Plaza de San Jorge, pero no se tiene constancia de heridas de gravedad en toda la historia de la Fiesta. El protagonismo de los festeros venidos de otras partes de España es una constante y se puede asegurar que la evolución de la Fiesta no se entendería sin la aportación de grandes artistas y festeros foráneos, sobre todo andaluces. El siglo XVI está más documentado y se sabe que la figura del niño (rodella) encabezaba cada escuadra de tiradores, tocando su tabalet (pequeño tambor) y la flauta (dulzaina). Algunas veces pasaban a ser dos jóvenes músicos a los que se pagaba con “bocadillos”. La música todavía no forma parte de la Trilogía, pero es un elemento presente desde que doblaron las campanas tras la batalla.

En el año 1576 (3er Centenario que curiosamente se celebraba un año antes hasta que en 1876 se cayó en la cuenta) se registraron 700 arcabuces, aprovechando que la milicia adquirió modelos nuevos para la defensa de Villajoyosa de los últimos tiempos, incorporándose a la Fiesta junto a las ballestas y picas, que poco a poco menguarían en número hasta quedar en simples elementos decorativos. En este siglo se iniciaría la actual procesión de “la Reliquia”, para trasladarla del Templo a la Parroquia de Santa María el día 23 de abril por la mañana, reliquia conseguida junto a otras por mediación del Vicario General del Obispado de Orihuela, Don Miguel Monllor. A finales de este siglo Alcoy alcanzaría los 4.600 habitantes y se adaptó parte de su muralla para añadir un barrio nuevo (Ravalet Nou).

Los comienzos del siglo XVII estuvieron marcados por la Real Orden de expulsión de los moriscos del Reino de Valencia, lugar donde mayormente vivían como “cristianos nuevos”. Entre los más de 150.000 moriscos valencianos y otros tantos de otras regiones, se calcula que fueron unos 300.000 los que se trasladaron a las costas del Norte de África. El recelo de los cristianos contra ellos y los ataques continuados de musulmanes a nuestras costas, convencieron a Felipe III de que era la única solución. Alcoy, exenta de barrio morisco, apenas notó la falta, pero quedaron vacías más de 750 casas solamente de los tres pueblos cercanos: Cocentaina, Muro y Benilloba. 453 pueblos quedaron deshabitados. Si existía algún lazo “afectivo” con esta comunidad, a partir de esa fecha pasarían a un olvido completo, algo que se notó en las Fiestas, pues es en este siglo cuando aparecen los primeros “trajes moros”, curiosamente inspirados en Turquía ((Filá Sultanes en 1697, que derivó en la actual de Judíos), cuando siempre se ha tenido “a mano” los diseños autóctonos.

Los terremotos de 1620 destrozaron gran parte de la Villa, incluida la muralla medieval que se desplomó sobre los ríos. Este terremoto y otros sufridos en años anteriores y posteriores justifican la pérdida de Patrimonio Histórico valioso (y de vidas humanas, que es más lamentable). También es cierto que lo poco que quedaba ha sido derruido sin contemplaciones en estas últimas décadas, quedando sólo algunos edificios antiguos. No queda ningún “rascacielos medieval” en pie. A pesar de muchos episodios lamentables, la Fiesta siempre se ha celebrado, pues la premisa ha sido siempre “contentar” a los santos para que nos protejan. A medida que nos acercamos en el tiempo mejor documentada queda y por ello sabemos que se ha celebrado durante 15 días, mucho tiempo durante una semana, cinco días, hasta llegar a nuestros días que se ha convertido en una Trilogía: 22-23-24 de abril, con un preámbulo la noche del día 21, dedicada a los músicos y al canto del Himno de Fiestas. De estos tres días (o más), que siempre se protagonizaba por alardes y ritos religiosos, se va configurando un tercer elemento: la confección de trajes cada vez más sofisticados y diferenciados entre los bandos moros y cristianos. Los cristianos todavía eligen la vestimenta del héroe. De hecho, hasta finales del siglo XX, un familiar directo de Ramón Torregrosa ha desfilado en las procesiones y Entradas desde el primer día 23 de abril de 1276, ataviado con el traje de capellán y acompañado por una burrita. Creo que ya no quedan más familiares directos que posean el mismo apellido y se ha perdido para siempre esta costumbre. En este siglo, cada acto festero se hace acompañar por la música, tanto los religiosos como los cívicos, contratando músicos cada vez más profesionales, numerosos y de pueblos más alejados. También en este siglo XVII vemos cargos festeros reconocibles y que han durado hasta la actualidad, como Capitán, Alférez y actos como la Embajada, que se describen perfectamente en las distintas crónicas de la época.

Durante el siglo XVIII se configura al fin la Trilogía pues, sin pretenderlo, la prohibición de disparar armas de fuego en las poblaciones, despertaría la imaginación de los festeros, cambiando el sonido y el olor de la pólvora por música y baile. Dicha prohibición se estableció por distintos monarcas a lo largo de los siglos, la Villa de Alcoy mandaba una súplica y siempre les permitían disparar en las Fiestas, pero tras la Guerra de Sucesión la prohibición fue más severa. En 1771 Carlos III no quiso excepciones y al menos en cinco ocasiones el Alardo se tuvo que trasladar al río, fuera del centro urbano. Hasta 1785 no volvería a la normalidad el acto del Alardo y el sonido de las mascletaes en las Fiestas, como novedad de un castillo de madera que se montaba para recreación de las embajadas y combates. Durante todos esos años de ausencia de la pólvora, se incrementaron los pasacalles con música. Los primeros desfiles espontáneos fueron evolucionando y organizando, de manera que a mediados de este siglo, los festeros de cada filá añadían elementos. Así se sabe que ya en 1741 se creaban carrozas y los arcabuceros uniformados se presentaban en la plaza desfilando al son de la música tradicional, la mayor parte piezas militares, marchas, siguiendo la tradición de la milicia alcoyana. Es fácil imaginar el origen de esa forma tan particular de danzar al son de las marchas, hombro con hombro, pues se debía a la estrechez de la calle Mayor y adyacentes, a pesar de que los viajeros de los siglos XV y XVI se asombraran por su “amplitud, pudiendo pasar perfectamente un carro con caballos”.

Si el siglo XVIII tuvo momentos socio-políticos convulsos y episodios bélicos, el siguiente no fue menos, pero en lo que respecta a la Fiesta, la riqueza se incrementaría en todos los aspectos. Se puede decir que es en este siglo cuando se establece definitivamente una Trilogía dedicada a la Entrada, San Jorge y Alardo, salvo excepciones contadas, tres días de Moros y Cristianos. En 1810 el festero Miguel Gironés encargó esculpir una imagen de un San Jorge luchando contra sarracenos, una idea que demostraba “el olvido” al que hacía referencia tras la expulsión de dos siglos atrás. Con ese día dedicado a los desfiles y a la música, comenzaría a despertar un gran interés en la mujer alcoyana, pues ahora si contemplaba la posibilidad de una mayor participación. La tradición había dejado claro que “ellas” no tenían ningún interés en participar en los alardos, eran demasiados siglos de fiesta machista, así que se les permitió salir a la Entrada como “elementos embellecedores y coloristas”, sin derecho a desfilar junto a los hombres ni con música de banda, salvo excepciones de cargos en solitario, como “concubinas” acompañando a los cargos moros y esposas e hijas de cargos cristianos. Hoy en día se está consiguiendo una mayor participación de la mujer alcoyana, tras muchos años de reclamaciones.

También en el siglo XIX la fiesta se institucionalizó, dejando de ser un acto religioso concreto y programado más una manifestación festiva más o menos espontánea y popular, sin estar sujeta a demasiadas obligaciones, salvo las justas y tradicionales. La Asociación de San Jorge se encargaría en la segunda mitad de este siglo a “ordenar” todo lo relacionado con las actividades y no permitir manifestaciones espontáneas de personas no vinculadas a dicha Asociación. Es decir, dejaba de ser una fiesta popular para convertirse en un “club” hermético y controlado, para que nos entendamos. Con un magnífico edificio de Ayuntamiento en su actual emplazamiento, estrenado también en esta centuria, se amplió el recorrido, desfilando entonces por delante del mismo, tal y como demuestran las primeras fotografías que nos han legado. En el VI Centenario discurriría hasta el Ensanche por la calle San Lorenzo, pero no sería hasta 1960 que su recorrido se estableció como en la actualidad. Los pasodobles y marchas militares de finales del siglo XVII y todo el XVIII se fueron modificando y adaptando a la Fiesta hasta que surgieron los grandes compositores del XIX, que ya crearon música explícita festera, de ritmos que se diferenciaran ya a mediados de éste, como he comentado anteriormente. El pasodoble valenciano tiene con Las Fallas (y Fogueres) y las Fiestas de Moros y Cristianos un rico repertorio que la ha convertido en la región con más bandas de música del mundo, con más de 2000 oficiales registradas en toda la Comunidad Valenciana.

Para terminar, la primera filá que utilizó música contratada para su desfile en la Entrada, fue La Llana en el año 1817, la antigua banda de Milicianos que posteriormente se llamaría “La Primitiva” de Alcoy, en breve un acto centenario y digno de celebración. A la gran cantidad de compositores alcoyanos y del Comtat del siglo XIX, debemos sumar una no menos prolífica en la centuria siguiente, época en que se dan los últimos toques para que se establezca el mismo número de filás moras que cristianas (siempre hubo mayoría cristiana), en un orden estricto por antigüedad. También en este siglo pasado se habilita una de las casonas más antiguas de la Ciudad (siglo XVI), para convertirse en el Museo de la Fiesta, Casal de Sant Jordi, un lugar que nadie debe perderse si quiere conocer los detalles de esta Fiesta tan espectacular como antigua.

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