El Puente

El monumento más grandioso de la ciudad de Alcoy es sin duda su Pont de Sant Jordi (Puente de San Jorge), una obra de ingeniería que también se ha convertido en obra de arte reconocida en Europa, pues se lleva exhibiendo en París (su maqueta y galería fotográfica) desde hace más de una década y en todas las exposiciones más importantes sobre el Art Decó que se celebran, tanto en museos como en galerías con exposiciones fotográficas. Este puente se inició en 1925, inaugurándose seis años más tarde. Mide 245 metros de longitud y su altura máxima alcanza los 45,40 metros, una obra colosal de las mayores en este estilo arquitectónico y además pionera en su tiempo por los materiales (hormigón) y sistema de construcción empleado.

El proyecto del puente surgió ante la necesidad de comunicar el centro urbano con los terrenos de L´Horta Major incluido en los planes de ensanche de la Ciudad en la segunda mitad del siglo XIX. En 1876 ya se propuso la construcción de un viaducto, pero no sería hasta 1923 cuando se tomase en serio dicha iniciativa. Costó 1,36 millones de pesetas de la época y abrió una nueva expectativa a una población excesivamente concentrada en un casco urbano saturado de población (en 1930 sobrepasaba los 50.000 habitantes). Como aficionado a la Historia, estoy convencido de que en la otra orilla del Serpis (o río Alcoy que luego será Serpis), existen numerosos restos arqueológicos, sobre todo del periodo ibero-romano (y quizás algunos del tiempo de dominación islámica), que se ignoraron o cubrieron tras numerosas obras públicas y particulares.

Precisamente estuve caminando hace unos días por la calle Perú (una de las últimas calles de dicha Horta Major), y pude contemplar lo que parece ser restos de un distribuidor de aguas que se remonta a dicho periodo. Según me dijeron, “metieron las palas de una excavadora y vieron los obreros que habían piedras colocadas artificialmente”. Os adjunto unas fotos que hice como primicia a dicho descubrimiento, en lo que parece ser una piscina o bañera principal en la parte de arriba y varias oquedades con forma de cisterna situadas a diferentes niveles. Ya sé que puedo perjudicar al propietario de dicha parcela al publicar ésto, pero me parece que podría ser éste un buen momento para recuperar partes históricas de Alcoy que se han venido “eliminando” sistemáticamente, cuando cualquier resto arqueológico se puede trasladar y no perjudicar al dueño de los terrenos. También podrían pertenecer los restos a una fuente monumental de alguna villa agrícola, pero eso se sabrá con exactitud tras las excavaciones.

El Pont de Sant Jordi se proyectó por el arquitecto Víctor Cune en colaboración de los ingenieros Carmelo Monzón Reparaz y Vicente Redón. El ingeniero de caminos Alfonso Peña Boeuf supervisó el trabajo de campo durante la ejecución del proyecto, ofreciendo grandes soluciones a tan colosal obra. En mi opinión, no supieron reconocer el fracaso de unir hierro con cemento armado (hormigón), que tan mal resultado diera en el Partenón ateniense y que costó la destrucción del original, así que dicho “error” ha costado numerosas rehabilitaciones del puente, la última ejecutada en los últimos meses, y muy costosa económicamente, cuando no hace ni tres décadas que se hizo una gran obra de fortalecimiento. Pero ahí está: tiroteos, bombardeos, riadas y terremotos, esta obra del Art Decó Valenciano se mantiene como una de las obras más bellas de la ingeniería moderna. La obra de rehabilitación última ha rondado un coste de 600.000 euros y en estos días se están colocando los paneles de LED a los lados de la calzada que le darán un aspecto vanguardista a esta obra casi centenaria, a la que los más viejos del lugar todavía llaman Pont Nou.

La Iglesia

La construcción del Puente obligó a eliminar una de las plazas históricas de la Ciudad, la Plaça de Sant Jordi, en cuyo centro se alzaba una imponente estatua del santo. Presidía la plaza lo que en 1315 fuera en principio ermita y al poco parroquia de Sant Jordi, sobre la parte de muralla donde los testigos afirmaron ver a San Jorge sobre un caballo blanco en la batalla de Alcoy contra Al-Azraq. Pero de aquel edificio sólo quedan dos elementos que se pueden ver en el Museo Arqueológico. La Historia local está plagada de terribles terremotos y es el principal motivo por el que los edificios históricos no se hayan conservado y siempre se optase por sustituirlos por otros de nueva planta. Incluso la alta y sólida muralla medieval terminó derruida sobre el río y barrancos. En el mismo siglo de aquel último terrible seísmo, se optó por sustituir el malogrado edificio gótico por uno nuevo, así que en 1651 se construyó al estilo barroco, algo mayor al anterior en dimensiones. Se tienen referencias de una importante intervención en 1721, seguramente debido a los terribles movimientos sísmicos que ya he comentado, de modo que así quedó en su exterior y algunas imágenes fotográficas lo corroboran, pero su interior fue modificándose a lo largo del siglo XIX.

Dicen las crónicas de aquella época que se encontraron vestigios de lo que pudo ser una mezquita, con un murete revestido de azulejos junto a los cimientos pétreos, pero los actuales historiadores aseguran que sólo se encontraron unas monedas y cerámica cuando se asoló el terreno en 1913, insuficientes pruebas para una intolerable hipótesis, pues dichos historiadores modernos siguen la teoría de que Alcoy fue una fundación cristiana de mediados del siglo XIII, tras la Reconquista, confundiendo la otorgación del título de Villa y “refundación” del núcleo urbano (para que pudiera ser amurallado), con la fundación desde 0 de una ciudad de nueva planta, en la que no tiene cabida ninguna construcción anterior a dicha hipótesis. Pero el tiempo y trabajos más exhaustivos darán la razón a unos u otros, a falta de toda la documentación histórica que quemaron los republicanos en la Guerra Civil procedentes del Archivo de San Agustín, donde se guardaban los más antiguos y del que sólo algunas copias se guardaron en la Iglesia de Santa María (que también fue destruida) y en archivos municipales. La Historia de los edificios dedicados a San Jorge, por ejemplo, se pudieron consultar y copiar gracias a los archivos que se guardan en Valencia, pero no están todos, ya que se guardan los que suponen una “solicitud oficial” al Gobierno o a la Archidiócesis de Valencia a lo largo de la Historia.

El edificio actual de la Església de Sant Jordi se inició en 1913 a las órdenes del gran arquitecto de Cocentaina Timoteo Briet, ejecutor de gran parte del patrimonio modernista de la Ciudad y que ahora se ha convertido en una más que interesante Ruta Turística del Modernismo. La nueva iglesia mezcla el estilo bizantino con algunos elementos mudéjares valencianos. Se trata de una construcción muy bella tanto en fotografías como vista al natural y guarda un curioso contraste en el entorno que llama la atención poderosamente. De pronto parece un edificio pequeño y coqueto como abruma su monumentalidad y magnificencia, dependiendo de la perspectiva de la observación. Se “sale” de la corriente modernista de principios del siglo XX, pero porque no evoca el estilo neoclásico (Neogótico europeo de moda) y, al mismo tiempo, encaja porque rompe la corriente del estilo evocando otro admirado en el siglo de Oro de las Letras Valencianas (siglo XV). De modo que se trata de uno de los monumentos más “valencianista” y bello que conozco, salvando las distancias con la impresionante Lonja de la Seda y otros muchos, pues lo digo no por su tamaño, sino por el gusto con el que está acabado. Algunos palacetes de los años 20s se inspiraron en las proporciones y elementos de esta bonita iglesia. Su interior resulta algo sorprendente por su reducido espacio y gran altura, con un grandioso fresco central que abruma y atrae irremediablemente la vista. Junto al arquitecto Briet, colaboraron el gran pintor alcoyano Fernando Cabrera y el también arquitecto Vicente Pascual. Con el VII Centenario celebrado en 1976, se decoró el interior tal y como podemos verlo actualmente, tras una exhaustiva limpieza de los retablos, relicarios e imágenes que se han ido colocando desde 1918.


El Bar-Restaurante (se encuentra cerrado desde los inicios de la Pandemia a principios del 2020)

Ya hemos cruzado el Pont de Sant Jordi en dirección a la Iglesia de mismo nombre. Podemos seguir viendo patrimonio histórico tras la iglesia, ya que en frente mismo se encuentra el Convento del Santo Sepulcro, donde se guarda el “Jesuset del Miracle” y una copia exacta de la Sábana Santa de Turín. El convento es una obra arquitectónica realizada entre 1596 y 1598 al estilo barroco valenciano. Justo en la esquina que hace chaflan, encontramos un establecimiento nuevo: el Bar-Restaurante Sant Jordi, un lugar ideal para avituallarnos y refrescarnos para seguir nuestra ruta turística, pues sólo estamos en el principio de las numerosas obras de arquitectura que podemos encontrar en la Ciudad de Alcoy.

Si hay algo que me guste es que la decoración exterior de los establecimientos modernos encajen en el paisaje urbano y, para mi gusto, este restaurante ha cuidado ese detalle para integrarse en toda la arquitectura de la calle Santo Tomás. La ventaja de un bar-restaurante para el turista es que podemos refrescarnos y descansar un rato sin tener que “sacar más dinero del cajero”, pues los refrescos y alguna tapita cuestan un precio normal, incluso barato si venimos de grandes capitales. Si elegimos comer, también disponen de menú diario accesible al bolsillo corriente, pero os pueden servir platos más exigentes, por supuesto algo más caros, pero tampoco tan exagerado como lo que podemos comprobar en las zonas de playa y masificadas por los turistas veraniegos.

Nadia es la guapa propietaria del establecimiento, que sirve con la simpatía y emoción de los primeros meses de apertura. Me explicó con detalle el propósito de su negocio, que no es otro que servir buenos almuerzos y comidas, para más adelante ocuparse también de las cenas, pues no debemos olvidar que Alcoy no tiene tradición turística y solamente los fines de semana son aptos para que su establecimiento permanezca tantas jornadas abierto. Así que hasta que afiance su clientela, podemos encontrarlo abierto desde las 8:00 hasta las 20:00 horas como regla general.

También charlé con Gabriel, un chef joven pero experimentado que puede ofrecer numerosas alternativas gastronómicas. Está especializado en pizzas, asador y parrilla, pero que en esta ocasión pretende disfrutar preparando su mayor devoción: los arroces de Valencia, en sus numerosas variantes. En esta ocasión tuve la suerte de probar un arroz con bogavante exquisito, piezas recién traídas de Villajoyosa (pescados y mariscos de La Vila), con un sabor incomparable. La carta de vinos es muy reducida, pero el propósito de la propietaria es ampliarla con vinos locales y de otras comarcas vecinas. Los Rioja y vinos de reserva no faltan.

El ambiente del Bar-Restaurante Sant Jordi es acogedor y desde su modesto (por tamaño) comedor, se tiene una vista amplia de la calle Santo Tomás. Su decoración está muy acertada, con una gran pintura del puente famoso en la pared del fondo. Pero si nos apetece, también disponen de unas mesas en el exterior, para cuando el tiempo acompaña o queramos echar humo los fumadores. Resulta ideal porque si queremos continuar la visita por la ciudad, tendremos que subir cuestas pronunciadas, así que bien vale tener el cuerpo avituallado. Les deseo suerte a Nadia y Gabriel en esta singladura tan apasionante como es la Hostelería, y teniendo ese carácter hospitalario y alegre (sin perderlo) se augura una bonita continuidad para estos dos jóvenes emprendedores.

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