Justo en el año cuando se puso en vigor la actual Ley de Costas, en 1988, se declaraba como Parque Natural  Protegido el entorno de Oyambre, situado en el municipio de San Vicente de la Barquera y que se extiende a lo largo de 5.758 ha., en un momento crucial, ya que prácticamente todo el litoral español llegaba al colmo de la degradación de los espacios naturales pegados a las costas. Como en muchos municipios de España, fueron los vecinos y los habitantes en general de Cantabria (Asociaciones pro-ambientales sobre todo), los que evitaron con sus esfuerzos que las máquinas y el hormigón convirtiera este increíble paraje natural en otro complejo de urbanizaciones.

No es una cuestión política ni que se vaya en contra del progreso ni del fomento del Turismo, motor fundamental de la economía española del último medio siglo, sino una cuestión de sentido común y de mera observación objetiva de la Naturaleza. Resulta un completo error edificar en las cercanías de la costa, ya no solamente por el futuro físico de las construcciones, pues la degradación del oleaje y el clima las pone en peligro, sino que forman obstáculos artificiales que rompen un equilibrio que la Naturaleza ha formado tras millones de años. La política de protección de las costas debió ser aplicada ya en los años 60s del siglo pasado, indistintamente de quiénes se sentaban en los ministerios. El contorno de las Islas Baleares y de las Canarias y gran parte del peninsular (Cádiz, Valencia, Tarragona, etc.), lega a las generaciones venideras un coste en obras inasumible por ninguna economía, solamente con que suba el nivel del mar unos metros, algo más que probable por el cambio climático que estamos sufriendo.

La solución más radical es la aplicada en Oyambre: un paraje que puede ser visitado, pero manteniéndolo virgen. Esto es, habilitando unos campings a cierta distancia, e incluso alojarse en las localidades más cercanas, donde disfrutar de la tranquilidad de los hoteles de distinta categoría, sin renunciar al paisaje natural, respetando su fauna y flora, en este caso, un paso crucial para las aves migratorias que cruzan Europa de Norte a Sur y viceversa. En el entorno de Oyambre encontramos rías, playas, marismas, dunas, acantilados, grandes masas forestales, un paraíso paisajístico de inestimable valor medioambiental.

Existen lugares en el resto de España donde resulta más problemático el respeto por el ecosistema pues ya ha sido atacado por la Industria o por la Construcción. Las numerosas y bellísimas albuferas del entorno mediterráneo son quizás las que más han sufrido, convirtiendo en salinas muchos humedales, terminando por desecarse o sirviendo como tierra de cultivo de futuro más que incierto. Pero todavía se pueden salvar muchos parajes naturales donde la intervención del ser humano no ha sido grave. Se debe efectuar un estudio medioambiental serio y con soluciones. En principio la solución principal estriba en que se construya lo más alejado posible de la costa. No tenemos necesidad de vivir al borde de la playa, expuestos a cualquier fenómeno natural inminente. Si queremos disfrutar de los parajes naturales y queremos preservar los paraísos como el de Oyambre, debemos ponernos las pilas en el tema medioambiental.

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