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Si en tiempos de la Romanización Numancia pasó a los anales de la Historia Universal como modelo de defensa de un pueblo contra el invasor, no muy lejos de este enclave, a unos 70 Kms al sur, encontramos otro resto y símbolo histórico, esta vez ocurrido mil años después de los sucesos numantinos y con protagonistas muy distintos. Se trata del Castillo de Gormaz, una colosal fortaleza que se levantó a mediados del siglo X y que representa el tiempo convulso e incierto Medievo Español, y digo incierto porque no coincide con las características del resto de Europa.

El castillo-fortaleza dio nombre a la localidad que se asentó tras el “protectorado” que ejerció el Cid sobre la zona. Eso sería sobre el año 1087. Desde que se terminó el castillo, sobre el año 966, hasta dicha fecha, sus muros protagonizaron una serie de asedios y cambios de dueño de tal importancia, que establecían la marca entre Al-Ándalus y los reinos cristianos del norte.

Parece que en Historia más de un siglo pasa como un suspiro, pero imaginaros una guerra que hubiese durado desde el año 1900 hasta ahora. Quizás no sea acertado el símil porque las guerras no son lo mismo ahora que antes, pero si el odio y la miseria, que es común a todas las guerras. Pues todo el periodo llamado de Reconquista, que coincide más o menos con la Primera Cruzada, a finales del siglo XI, hasta 1492, supuso más de cuatro siglos de estado de guerra permanente en la Península Ibérica. Podemos decir que la sociedad de esa época fue una sociedad guerrera, pero curiosamente también de convivencia entre las distintas culturas, una contradicción que sólo se comprende entendiendo la personalidad española, que no es poco.

Gormaz se encuentra a unos 65 kms al sur de la capital Soria. Hoy en día está habitado por 20 residentes, pero pocos o muchos, la zona ha estado siempre habitada desde la era del Bronce al menos, pues se han hallado restos de dicha época, así como de época romana. De hecho, todavía se puede apreciar un puente construido en dicha época. La razón principal del asentamiento siempre fue estratégica. Desde el cerro se domina todo el valle y las rutas de acceso desde el río Duero hacia el Norte o Sur, de modo que durante muchos periodos históricos de la dominación islámica, este río marcaba la frontera con los cristianos del Norte. La fortaleza en el cerro, inmensa, omnipresente, representaba la fuerza y el poder de Al-Ándalus. Para conquistarlo se debía pasar antes por encima de esta mole.

Resulta más que probable que los celtíberos y luego romanos construyeran ya alguna atalaya o pequeño castillo que los musulmanes del siglo VIII y IX reforzaron. Tras la conquista de Gormaz por los cristianos en el año 912 y peligrar la integridad del importante emplazamiento de Medinaceli, tras su recuperación, el califa Alhakén II ordenó al famoso general Gálib su ampliación y fortalecimiento. Las obras duraron desde el año 955 hasta el 966, resultando el castillo-fortaleza más grande de Europa de su tiempo. Medía 446 m de largo por más de 70 m de ancho, en su anchura mayor, con 28 torres, y un perímetro amurallado de 1200 m. Pocos en el mundo se han construido con más dimensiones.

El imponente alcázar y la “Torre de Almanzor”, la del homenaje, se construyeron al Oeste, para dejar las dependencias y una gran explanada orientadas al Este. Queda reflejado en las crónicas que el ejército califal podía reunir hasta 300.000 soldados, y que Almanzor comenzaba sus razzias contra los reinos cristianos  a galope tendido por la rampa de Gormaz encabezando sus huestes y que el polvo suspendido permanecía durante horas visible en el ambiente. Todavía quedan restos que nos dan a entender su belleza arquitectónica de antaño, como la puerta califal. Estelas para espantar a los malos espíritus (una de ellas de época romana). También se adivinan el aljibe, los aposentos califales y una gran alberca para abrevar los animales.

A finales del siglo X se sucedieron los asedios en uno u otro sentido, ambicionado como símbolo de poder y no tanto ya por su lugar estratégico. Los musulmanes siempre lo recuperaron tras su pérdida, hasta que en el año 1060 Fernando I de León lo conquistó definitivamente para el bando cristiano. Los numerosos problemas en una Al-Ándalus vertebrada dejaron desde entonces la frontera mucho más al sur. El hijo de este monarca, el rey Alfonso VI de León, le concedió el Señorío de Gormaz a su aliado Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, en 1087. Probablemente el Cid acompañó en su adolescencia a Fernando I en la toma del castillo y ya era amigo del entonces infante Alfonso.

Pasado el tiempo este castillo de Gormaz dejó de tener interés estratégico y sus monumentales dimensiones no resultaban prácticas para su mantenimiento. Durante mucho tiempo fue prisión hasta su abandono definitivo. Se encuentra en relativo buen estado de conservación porque apenas se han usado los restos para construir edificaciones nuevas. Es una de las ventajas de erigirse en una zona poco poblada. Ha sido restaurado recientemente, pero una reconstrucción profunda le daría un aspecto todavía más impresionante, si cabe. A pesar de estar declarado como Monumento Nacional desde 1931, a mi entender, no se ha explotado su interés a nivel internacional como se debería. Resulta un monumento fundamental para el entendimiento de nuestra historia, precisamente la del esplendor califal de Al-Ándalus, y el cambio de era, con otras necesidades y otra perspectiva de ver el mundo, y que empujó a las demás religiones hasta expulsarlas de su lado por la fuerza.

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